Murió Alfredo “Tanque” Rojas, un símbolo de una generación inolvidable de Boca Juniors
Tenía 86 años; fue delantero del equipo campeón de 1965 y también jugó en la selección nacional
En Boca Juniors jugó entre 1965 y 1968. Con el equipo xeneize se consagró campeón del torneo de 1965. Vistiendo la camiseta azul y oro jugó 124 partidos y anotó 56 goles.
Nacido el 20 de febrero de 1937, a 100 metros de la cancha de Lanús, Rojas declaró hace unos años en una entrevista para la revista El Gráfico: “Tuve una mezcla muy linda de sangre: mi mamá belga y mi papá nativo de acá, y esa combinación me hizo un poco europeo y un poco americano. Me sirvió mucho para mi profesión, para ser un luchador en la cancha. Mamé las costumbres europeas del trabajo y la educación”.
Saltó sin escalas de la quinta división de Lanús a la primera, donde sin ser profesional conformó el plantel de un gran equipo que terminó subcampeón de River en 1958, y al que llamaban los Globetrotters. Centrodelantero potente, creció admirando a Adolfo Pedernera (River) y Rubén Bravo (Racing), dos grandes talentos en su posición. Con 21 años, integró el plantel del seleccionado argentino que participó del Mundial de Suecia 1958. Aunque el recuerdo de aquella experiencia es agridulce: “Lo perdimos tácticamente. Teníamos grandes jugadores, pero en Europa se jugaba 4-2-4 y nosotros fuimos con un 2-3-5 inocente, nos entraban por todos lados, era imposible”. Gracias a su participación en ese Mundial, que para Argentina fue un verdadero desastre, a Rojas lo vieron de España y se lo llevaron. Lo compró Atlético de Madrid, pero no pudo jugar ni un partido oficial; fue cedido a Celta de Vigo y luego jugó en Real Betis.
Volvió en 1961 y firmó con River, pero no le fue bien. “No era un 9 para River”, reconocería años más tarde. Luego estuvo un par de temporadas en Gimnasia y Esgrima La Plata, con el que realizó una campaña muy buena en una época en la que nació el apodo que hasta el día de hoy acompaña a ese club: el Lobo, por lo difícil que era para los equipos ir a jugar al bosque.
Y fue nada menos que Adolfo Pedernera, su gran ídolo, quien lo llevó a Boca para reemplazar a una gloria boquense: Paulo Valentim. Arrancó con el pie derecho. En su primer partido en la Bombonera, hizo dos goles. Fue el inicio de un romance de cuatro años. En el equipo campeón de 1965 jugó 34 partidos y anotó 16 goles. ¿La formación que se coronó? Roma; Silvero, Marzolini, Simeone, Rattin, Silveira, Pianetti, Angel Rojas, Alfredo Rojas, Menéndez y González. ¿El subcampeón? Nada menos que River. Compartió aquel equipo con otro Rojas, Ángel Clemente, dueño de una habilidad magistral.
Después de un paso por Peñarol, en Uruguay, llevó sus goles a Chile, donde actuó en O’Higgins y Universidad Católica. Allí se retiro del fútbol, en 1972. “Empecé a los 17 y terminé a los 37, nunca me lastimé, y dejé de grande”, fue el sencillo resumen de su carrera que hizo ante la revista El Gráfico, aunque una rodilla se llevó el recuerdo de una dura patada del tucumano Albrecht. Se recibió de director técnico, pero nunca lo atrajo ejercer.
Debido a su estilo, fue el relator José María Muñoz quien lo apodó “Tanque”, después de un partido que jugó para la selección argentina ante Inglaterra, en 1964. Ese día, Rojas anotó el gol del triunfo por 1 a 0 que le dio al conjunto nacional la Copa de las Naciones. Su vínculo con la camiseta albiceleste se extendió hasta 1966, cuando integró el plantel que disputó el Mundial de Inglaterra. Sin embargo, el entrenador, Juan Carlos “Toto” Lorenzo, prefirió otros intérpretes para su equipo y no pudo jugar ni un minuto.
Se definía como un tipo bromista y de buen carácter. Durante la presidencia de Macri en Boca, Rojas tuvo una participación especial como nexo entre los futbolistas y los dirigentes. Macri lo había convocado, junto con otros históricos exjugadores, para que se acercaran al club y apuntalaran su campaña, que finalmente culminó con el triunfo en las elecciones de fines de 1995. Fue consejero del presidente xeneize para contratar a los técnicos de su primera gestión, en especial a Carlos Bianchi, el hacedor de los últimos grandes éxitos. También dice haber aconsejado a Macri en la contratación de Martín Palermo. “Traelo, que es buen cabeceador y le mete goles a River”, cuenta que le dijo en su momento.
El Tanque tenía su lugar en el mundo: Mar del Sur. En el balneario lindero con Miramar, a unos 500 kilómetros de Buenos Aires, Rojas pasaba sus veranos desde muy joven y era un personaje muy popular. Solía engancharse en sus buenos tiempos en los tradicionales “picados”. Tiempo más tarde, podía aparecer en los partidos que se jugaban a la tardecita, luego de la jornada playera, abrigado con su campera con los colores de Peñarol, uno de los clubes en los que jugó.
Pasearse en un Jeep y desandar los senderos playeros era otra de las costumbres de Rojas, junto con su mujer y sus tres hijos: Vana, Claudia y Alfredo “Fizzi”. O sacarse fotos al lado del mar con quienes lo reconocían. “Fue un gran jugador y se puso la de Boca”, solían decirles los abuelos a los más chicos, que no lo habían visto en acción. En los últimos tiempos, El Tanque solía salir por las tardes a caminar por las calles del pueblo y sentarse en un banco en la vereda en el acceso a un supermercado. Era un clásico para los veraneantes parar un rato y hablar con el “ilustre” Alfredo Rojas, quien contaba, una y otra vez, como fue su historia de ser el primer N° 10 del seleccionado. Sí, antes que Maradona, Messi y tantos otros, Rojas fue el primero que lució el número emblemático en un Mundial: en Suecia 1958.