Los dirigentes argentinos habitan en el sótano: más no pueden descender

La ‘administración Tapia’ se volvió a burlar de los reglamentos, con la unánime complicidad de la conducción de los clubes

Los protagonistas de este capítulo provienen de la sociedad argentina, tan proclive a los atajos ventajeros. Porque todos decimos odiar la trampa, salvo que la trampa nos beneficie. Nada humilla más que perder por gil. Una de las derivaciones de este juego-negocio es que pone a prueba el sentido de integridad de los personajes de turno. Entonces, quedan desnudos. Acaba de ocurrir nuevamente en la Asamblea Extraordinaria de la AFA.

Beltrán y Figal, en un superclásico
Beltrán y Figal, en un superclásicoMauro Alfieri - LA NACIÓN

La ‘administración Tapia’ ya se burló de las reglas anteriormente. Siempre con los acólitos del momento, leales para los disparates. Prohibido olvidar: el atropello reglamentario sobre los descensos fue decidido de manera unánime. Sí, todos alzaron la mano. Desde la AFA se argumenta que la modificación “está en línea con la tendencia continental y mundial”, esgrimiendo el alza de competidores en los torneos de la Conmebol y de la FIFA. Por cierto, un ‘consejo’ al que no adhiere ninguna liga competitiva del planeta. La explicación es ridícula. Es un insulto. Consecuencia de un sistema perverso, maleable, donde sacar provecho bajo cualquier circunstancian es el objetivo. La escala de valores en ruinas. El fútbol argentino está repleto de maldades, y como acá se saluda a los alumnos aventajados, la picardía prestigia por encima de la nobleza.

Los promedios son una trampa/blindaje necesarios que los dirigentes no piensan desactivar. Y el Frankenstein de 28 cabezas que es la Liga Profesional, un ‘producto’ impresentable que a varios les asegura un dinero que por su propia gestión jamás podrían recaudar. Llevar el cargo de dirigente con prudencia, capacidad y coherencia parece irrelevante. Había una ilusión: que aparecieran por la Asamblea dirigentes avergonzados, con franqueza para asumir los riesgos de su sinceridad. No hubo ni uno. Los dirigentes actúan con la impunidad de los que se saben protegidos por un sistema que acepta como natural lo inadmisible. Hace tiempo que lo inexplicable se volvió rutina en el fútbol argentino.

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