Independiente vs. Sarmiento, por la Liga Profesional: dos goles de Matías Giménez, uno de pelota parada, para que el Rojo vuelva a sonreír
El equipo de Zielinski regresó al triunfo luego de tres partidos; expulsaron a Guido Mainero en el conjunto de Junín
Para Ricardo Zielinski cada partido es una bola dando vueltas por la ruleta. Busca y cambia el Ruso, no pierde el optimismo cada vez que se sienta a hablar frente a un micrófono, sin importarle si la última actuación de los suyos brindó argumentos para sostener la ilusión o devolvió al equipo al punto de partida, tal como sucedió la semana pasada en Mendoza.
En esta ocasión, el técnico preparó una sorpresa. Rescató de su libreta de apuntes un recurso que llevaba mucho tiempo en desuso en el Rojo: las jugadas preparadas de pelota quieta. La prevista inferioridad por los aires ante el promedio de altura de la defensa visitante motivó que Independiente privilegiase desde el primer minuto la llegada por abajo. En las acciones de juego, con Martín Sarrafiore como el volante más incisivo, y Baltasar Barcia junto a Braian Martínez percutiendo por derecha; pero también en córners o tiros libres laterales.
Lo mejor del partido
Durante un rato se notó que se trata de una herramienta novedosa y poco ensayada, porque las dos primeras ocasiones terminaron con remates pifiados, forzados, muy alejados del arco. Pero la tercera tuvo mejor final y, sobre todo, una consecuencia inmediata. El disparo de Sergio Ortiz desde fuera del área tropezó con uno de los siete u ocho jugadores que Sarmiento amontonaba alrededor de Sebastián Meza en cada ataque local. Pero habituado a la salida por abajo del local se durmió el visitante en el córner, el centro pasado de Sarrafiore (el primero por arriba) superó a todos, lo bajó Matías Giménez y su derechazo cruzado se convirtió en el 1 a 0.
Antes del gol, el partido había sido de una chatura insufrible. Al fútbol primitivo, casi prehistórico del conjunto de Israel Damonte, cuya única intención fue tirar pelotazos largos para que Javier Toledo los peine o los baje buscando a alguien que lo acompañara desde la segunda línea, se le sumó el exceso de confianza en la racha de cinco partidos sin recibir goles. El resultado fueron 45 minutos difíciles de entender, se mire desde donde se mire.
Independiente se vio invitado a ir hacia adelante y ahí se dio de bruces con la impericia técnica de muchos de sus jugadores que casi nunca supieron conjugar el fútbol de manera correcta. Pases con destino imperfecto y controles de eficacia indefinida eran la antesala de decisiones sin ningún futuro concreto.
Para completar el panorama, el árbitro Pablo Dóvalo, después de pensar y dudar, le frenó al Rojo una contra de tres contra uno para cobrar una falta a favor dentro del área chica de Rodrigo Rey.
Pero en medio del aburrimiento apareció el gol y mejoró al local. Lo tranquilizó a la hora de mover la pelota en el medio, a partir de la puntada inicial de Iván Marcone y el toque simple y eficaz del pibe Sergio Ortiz. El buen hacer se prolongó hasta el comienzo de la segunda mitad. Sergio Quioga, uno de los tres cambios que introdujo Damonte en el vestuario, había perdido el empate con un zurdazo que se fue alto a los 2 minutos, y en la respuesta, a los 6, Independiente amplió la ventaja. Ayrton Costa abrió a Sarrafiore por izquierda, su primer centro rebotó en un defensor, pero el segundo fue directo a la cabeza de Giménez, que se agachó para ponerla abajo. 2-0.
El resultado, que alguna vez Carlos Bilardo sentenció como “el peor”, se ha trasformado en un estigma para Independiente esta temporada. Ha desperdiciado ventajas iguales o parecidas más de una vez. Y durante un buen rato, el temor a repetir la experiencia sobrevoló el estadio, sobre el césped y en las tribunas.
Por primera vez en la noche Sarmiento logró cabecear en un par de oportunidades en el área local (una materia aplazada desde hace años por el Rojo que esta vez logró controlar) y en uno de ellos Emiliano Martínez hizo encoger las almas de los hinchas locales. La paz llegaría de una manera insólita. Guido Mainero se hizo expulsar por un codazo a Edgar Elizalde a los 37 y liquidó cualquier posibilidad de reacción visitante.
Volvió al triunfo el Rojo después de tres partidos fallidos. Lo festejó su gente, que sabe mejor que nadie lo que le cuesta sumar de a tres a su equipo, y respiró Zielinski. Esta vez, la bola de la ruleta cayó en un número al que le había puesto todas las fichas.