Franco Armani, el guardián de River que despejó con un par de atajadas frente a The Strongest los fantasmas que lo acosaron
El casildense resultó una de las figuras de la victoria y la clasificación para los octavos de final de la Copa Libertadores; recibió una ovación
Un par de jugadas resultó suficiente para que los fantasmas que sobrevolaron la figura del arquero en los últimos tiempos desaparecieran. El casildense, de 36 años, reafirmó el idilio con los hinchas, y recuperó esa confianza que el público descubrió en el guardavalla que se incorporó en 2018 y se bañó de gloria con la histórica consagración en la final contra Boca en Madrid, en la misma temporada.
Con más dominio que control, el arrollador ritmo de River no enseñó en el marcador la brecha que los millonarios mostraron en el juego. En ataque, las acciones de riesgo se multiplicaron frente a los ojos de Guillermo Viscarra, el arquero que estuvo en duda y que a pesar de ser exigido hasta algunos revolcones, tenía su mejor blindaje en la escasa puntería y la imprecisión en la puntada final de la ofensiva millonaria. El rival, con menor posesión de la pelota, descubrió los mecanismos para ser punzante, en particular después de la primera media hora. Hasta ese pasaje, The Strongest, que se movió en un bloque corto, soportó el asedio constante de un conjunto voraz. Y cuando el cuadro boliviano se animó y construyó un puñado de jugadas que encendieron las alarmas en el Monumental, Armani tomó el protagonismo que requiere ser el arquero de River.
Manejar los resortes del desarrollo sin ofrecer garantías es riesgoso. Un remate de Luciano Ursino que no hizo blanco resultó la advertencia que tuvo Armani de que la noche demandaría sus atajadas para que la fiesta y el apoyo de los hinchas en un estadio una vez más repleto no mutaran en preocupación y sufrimiento. El artillero argentino Enrique Triverio lo llamó a actuar. Un disparo del goleador desde fuera del área encontró al guardián en toda su dimensión: con una volada y la mano derecha desvió la pelota que tenía destino de red. El siguiente episodio lo encontró revolcándose, tras un desvío en Robert Rojas que envió el balón junto a un poste. Y luego rechazó un bombazo de Ursino.
“Fueron dos jugadas en el primer tiempo, pero hay que estar: cuando el equipo me necesita hay que estar ahí”, puntualizó Armani, que como todo River no se relaja, porque la agenda es apretada para el plantel, con el título de campeón de la Liga Profesional a tiro. Y los octavos de final de la Libertadores ya alcanzados. “Se logró el objetivo. Fue una fase de grupos difícil, en la que todos los equipos dieron pelea hasta el final. En casa, contra un gran rival, teníamos que ganar. Estoy contento, y ahora, a disfrutar, a seguir trabajando y a pensar en los objetivos. En la Liga tenemos que seguir ganando para mantener la diferencia de diez puntos, y después vendrán los octavos de final”, destacó el arquero. “Franco Armani tuvo una gran actuación y cuando tuvo que atajar, atajó”, lo respaldó el director técnico Martín Demichelis.
Compacto del triunfo y la clasificación de River
Las jugadas acorazaron a Armani, que en tiempos recientes recibió miradas de desconfianza después de errores que terminaron en goles y puntos perdidos. Por ellos River tuvo que definir en el último partido del grupo el pase a los playoffs. El estreno, frente a The Strongest, en La Paz, había tenido envuelto en polémicas al arquero con el árbitro Jesús Valenzuela, que sancionó un penal tras una falta del casildense contra Triverio. La jugada precisó una revisión del VAR y, mientras los árbitros observaban la acción, Armani cuestionó la decisión. “¿Qué penal cobrás?”, recriminó, mientras el referí evitó la discusión y lo intimidó con una amonestación.
Siempre asociado con el éxito, muchas veces decisivo para salvar triunfos, el santafesino quedó expuesto ahora en los partidos con Platense y Vélez por la Liga y ante Sporting Cristal por la Copa. Las fallas derivaron en goles y en preocupación en el cuerpo técnico. La pesadumbre se evidenciaba en sus gestos: la búsqueda pronta del vestuario y la cabeza hundida entre los hombros dieron una imagen de vulnerabilidad. “Las penas del fútbol se matan con fútbol. Es campeón del mundo y subcapitán en River. No la está pasando bien –no voy a ser hipócrita–, y lamentablemente sus desaciertos terminaron en goles”, manifestó Demichelis, que lo mantuvo siempre en la alineación titular.
Varias equivocaciones derrumbaban al 1 frente a los hinchas. Dos ante Platense: un pase que interceptó un adversario y que precisó de la reacción de sus compañeros para evitar la caída, y una salida en la que quedó a mitad de camino y permitió un gol de Ronaldo Martínez. Aquella falla garrafal ante Cristal en Lima: un despeje que explotó en el pecho de Yoshimar Yotún, que remató y anotó. Y la débil resistencia a un remate de Francisco Ortega en el empate con Vélez. A los errores se sumaba una situación incómoda, la de la ausencia en la gira de la Argentina por China e Indonesia, por más que Lionel Scaloni expuso la razón de la no convocatoria: “No tenía sentido llevarlo; sé muy bien lo que puede dar él. No está fuera de la selección. Los jugadores del fútbol argentino no vienen por una cuestión de fechas”, comentó el entrenador campeón del mundo.
Con la salida de Enzo Pérez a los 15 minutos del segundo tiempo en el éxito de este martes sobre The Strongest, el brazalete de capitán se ajustó en el brazo izquierdo del arquero. La confianza ya estaba reinstalada, sus compañeros tenían nuevamente ese respaldo que posibilitó 13 vallas invictas en el año entre Liga y Copa. Para completar la escena, los aplausos y la ovación que los hinchas le brindaron se constituyeron en otra señal de que Armani despejó las dudas y está de regreso para ser una bandera en el buen momento de River.