FINAL CHAMPIONS | M. CITY 1- INTER 0 / Manchester City alcanzó la gloria

Un gol del madrileño en el segundo tiempo hace campeón de Champions al City por primera vez. Haaland, discretísimo. Lesiones de De Bruyne y Dzeko.


Aritz Gabilondo
As
El City acabó con la pesadilla, Guardiola con su particular drama. El equipo mancuniano es campeón de Europa. Un hombre por encima de todos tiene la culpa, Rodri, el faro del equipo y el autor del tanto que supone el título, el primero en la historia ‘citizen’, el que le consagra como el mejor mediocentro del mundo.

Sin equipos españoles en la final, fue él, el nuevo capitán de La Roja, el líder incuestionable de esta generación, el que llevó a la gloria a un nuevo dominador de Europa, cimentado desde el dinero y cincelado sobre el modelo intachable de Guardiola. No fue la mejor final ni la mejor versión del City. Eso también le faltaba a este equipo: ganar jugando mal. Aprender a ser feo. Disfrutar de la imperfección.

Inzaghi hizo una lectura extraordinaria del partido y del rival. Para evitar la presión alta del City, dejó plantado a Dumfries como extremo derecho, a la misma altura de Dzeko y Lautaro, con lo que fijó a Aké y así a todo el City. El central zurdo no pudo saltar al mediocampo a presionar y nadie del mediocampo tampoco al borde del área como acompañamiento.

A Guardiola el atosigamiento de su equipo le nubló. Además de tibio con balón, el City dio síntomas de congoja. La grada tampoco acompañó. Si a alguien se escuchó en Estambul fue a los del Inter. Había miedo entre los citizen. Miedo a la decepción. Miedo al riesgo. Miedo a ser el City frágil de mente de otras veces.

Con un Inter bien plantado, a los centrales ingleses les fue imposible encontrar a Rodri con facilidad. El primer salvavidas, el jugador que abre los caminos, no encontró las vías como de costumbre. Además, el hombre liberado tampoco aparecía. Stones, que acapara esa figura este año, estaba bien tapado y Bernardo y Grealish recibían demasiado abiertos y aislados. Algo parecido a lo del Bernabéu en semifinales, más que a lo del Etihad.

Aún así, la magia del portugués estuvo a punto de abrir el marcador nada más comenzar el choque. Hubiera cambiado por completo la película. No fue la realidad del partido, en cualquier caso, Al City le costaba horrores desprenderse de la marca a campo completo de sus rivales y además fue dando sustos atras que tuvieron casi siempre a Ederson como protagonista. Una cosa es la sangre fría en un portero y otra los fallos por pura relajación que casi le cuestan el gol a su equipo. Guardiola no podía creer lo que veía.

Entre tanta nebulosa, Haaland tampoco salió demasiado en la foto y cuando lo hizo fue para demostrar que las disputas le cuestan más de lo debido. A menudo llega tarde ante los centrales. Lo corregirá. En el sudoku de partido en el que se encontraba el City las malas noticias se focalizaron en De Bruyne, lesionado antes del descanso como ocurrió en la final de 2021. El belga es tan bueno como desafortunado. No merecía esta saña de nuevo.

De entre todos los faros, el belga había sido el único capaz de combinar con Haaland en un pase interior que el noruego convirtió en un remate cruzado in extremis. Onana, firme en su sitio, salvó el gol. Ni aún así se arrugó el Inter, que logró su objetivo de mandar un mensaje al City: estaba a gusto en la final, era el plan de partido que le hacía feliz. Su salón.

Rodri, en el momento de marcar el gol de la Champions.
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Rodri, en el momento de marcar el gol de la Champions.MATTHEW CHILDSAFP

Detalles mínimos

Foden, reemplazo de De Bruyne, revoloteó más que el belga entre líneas, aunque el City seguía en una versión reducidísima de sí mismo. Ni tenía el balón de manera que pudiera hacer daño ni daba sensación de robustez sin él. El GPS no encontraba rumbo. La cobertura brillante de otros días, la del mejor equipo de Europa, no existía. El tembleque se hizo palpable en un malentendido entre Akanji y Ederson que Lautaro no aprovechó. Un regalo que en finales no se conceden ni se desperdician.

Al City sólo le quedaba apelar a aquello que tantas veces le faltó en Europa, el destino, la mística del que pretende derribar lo que nunca pudo. Akanji condujo hasta el borde del área por primera vez, Bernardo se filtró y su centro quedó muerto en el punto de penalti para que Rodri lo empalara con clase más que con rabia, con sentido en vez de a romper.

Era el gol del trabajo, de la constancia. Era el gol del chico que un día salió de Villanueva del Pardillo para ser el mejor mediocentro del mundo. Un tanto que desafía al fútbol y a sus iconos, pues un tipo normal, un chico sencillo, humilde, serio, logró abrir la puerta de una final que parecía indescifrable. El lado celeste de Manchester explotó y en parte España también debe hacerlo, pues no siempre uno de los nuestros logra goles de la trascendencia de este.

Por increíble que parezca, ni con la ventaja estuvo cómodo el City. La presencia de Lukaku, que entró por el lesionado Dzeko, le complicó la existencia en cada balón directo hacia él. En una montonera en torno a él en el área pudo empatar Dimarco, pero su remate lo salvó in extremis Ederson con colaboración del larguero.

La gloria aguardaba al City, incapaz, eso sí, de quitarse los nervios con un segundo gol. Foden lo rozó, pero apareció Onana. Haaland insistió sin éxito y a la final sólo le puso broche la emoción de los últimos minutos, en los que un nuevo milagro salvó al City. Lukaku remató de cabeza y entre Ederson, Stones y la provinencia divina salió la pelota fuera para respiro ‘citizen’. Igual que luego con una mano de Ederson en la última jugada. Europa tiene nuevo campeón. Guardiola ya tiene su tercera Champions. La gloria, eso sí, es para Rodri.

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