CR7 termina la temporada sin pena ni gloria en Al Nassr
Después de haber contratado a Cristiano Ronaldo para dos temporadas y media y con un contrato cuyo cuantía ascendería -según informaciones no confirmadas- a 400 millones de dólares, el Al Nassr terminó segundo en la liga saudita, sin trofeo pero con el consuelo de una clasificación para la Copa de Campeones asiática. Y el portugués tan solo ha anotado 14 goles, 5 de ellos de penal.
Pese a los resultados deportivos, la llegada del jugador de 38 años, ex de Manchester United, Real Madrid y Juventus, sigue siendo una buenísima operación de marketing para el fútbol saudita, que quiere dar el gran salto en el panorama internacional, buscando además ser considerado un destino atractivo para inversores extranjeros y turistas.
Según varios medios de comunicación, el siete veces Balón de Oro Lionel Messi, actualmente en el París Saint-Germain y que en diciembre condujo a Argentina a su tercer título mundial, habría recibido una oferta faraónica de 400 millones de euros por año para aterrizar también en el reino. Y, desde el martes, la prensa española habla de una oferta del Al-Ittihad al atacante francés del Real Madrid y último Balón de Oro Karim Benzema.
Los inmensos recursos del fondo de inversión público saudita podrían permitirlo. Financian ya la liga disidente de golf LIV y han permitido la adquisición del club inglés Newcastle United.
Arabia Saudita sueña también con organizar en el futuro el Mundial de fútbol, siguiendo el ejemplo del vecino Catar y asociándose eventualmente para ello con Egipto y Grecia en una candidatura conjunta.
“Los hinchas quieren trofeos”
Los esfuerzos de las autoridades sauditas para hacerse un lugar en el mundo del deporte son señalados a menudo como un intento de enmascarar el balance del país sobre Derechos Humanos. El año pasado, 81 personas llegaron a ser ejecutadas en un mismo día y la homosexualidad sigue siendo perseguida.
El asesinato del periodista Jamal Khashoggi en las instalaciones del consulado de Arabia Saudita en Estambul en 2018 provocó una ola de indignación internacional.