Boca y Sebastián Villa: la respuesta del club a la intimación del delantero, y las secuelas del día a día de una relación tóxica
La entidad de la Ribera obliga al colombiano a regresar de inmediato de su país, a donde viajó sin la autorización correspondiente y lo acusa de incumplir su contrato profesional
El partido, hace tiempo, se juega en la Justicia. Según pudo averiguar LA NACION, Boca le exigió a Villa que su regreso a la Argentina sea de inmediato, para que vuelva a entrenarse dentro de las instalaciones del club, con el cual tiene un contrato firmado hasta diciembre de 2024. Aunque, al mismo tiempo, le deja en claro que continuará separado del plantel profesional, “algo que es decisión del cuerpo técnico”. En la carta documento también expone que cometió un acto de indisciplina al irse a Colombia sin pedir la debida autorización, y que con su postura está incumpliendo su contrato profesional.
El contexto legal es complejo, y cada movimiento de un lado y de otro de los escritorios, se piensa como si fuera una partida de ajedrez. De hecho, las reuniones del equipo de legales del club de la Ribera son constantes por estas horas, y es allí en donde se determinan los pasos a seguir para evitar que Villa se considere futbolista libre. Como estaba planeado desde antes del veredicto judicial en contra del delantero, el objetivo de Boca sigue siendo negociar el pase del colombiano para conseguir un ingreso económico a cambio de su ficha, de la que Boca es propietario de un 70%, mientras que el 30% restante es de Deportes Tolima de Colombia.
El malestar en Boca es gigantesco. Sobre todo porque consideran haberlo ayudado muchísimo, hasta más de lo aconsejable durante todo el proceso judicial. Más claro: Boca se expuso a demasiadas críticas por no tomar una decisión más firme en relación a un empleado que recibió una acusación firme de violencia de género.
A la vez, no es la primera vez que Villa destrata a Boca, y tiene una actitud poco profesional. El 29 de julio de 2021, apenas unos pocos días antes de un partido frente a River por la Copa Argentina, el delantero colombiano tomó la decisión unilateral de irse de Boca. Ofendido y enojado porque el Consejo de Fútbol rechazó una oferta de Brujas, de Bélgica, tomó todas sus pertenencias, saludó a sus compañeros y se fue. Nadie se lo impidió. Ni sus representantes, ni sus compañeros, ni el cuerpo técnico (entonces liderado por Miguel Ángel Russo), ni los integrantes del propio Consejo de Fútbol xeneize.
El tira y afloja derivó en que el futbolista estuviera casi 50 días sin entrenarse. Después de explicar que acompañó a su madre en una operación y promocionar un shampoo a través de sus redes sociales, recién volvió a pisar el Predio de Ezeiza el 9 de septiembre. “Está claro: le faltó el respeto al club, a la camiseta, a sus compañeros y a los hinchas. Es algo que sabemos todos. Somos un club serio y cumpliremos nuestras obligaciones como hacemos con todos los empleados del club”, declaró Juan Román Riquelme en ESPN. “Riquelme no me atiende el teléfono”, se quejó entonces el colombiano apenas pisó el Aeropuerto de Ezeiza.
Nadie tiene claro a ciencia cierta cómo terminará esta historia. Sobre todo porque en todos estos años quedó muy en evidencia lo mal asesorado que está el futbolista. Intentos de desvinculación de manera unilateral, viajes a Colombia sin permiso, declaraciones inadecuadas, graves denuncias judiciales y, tal vez el detalle más pequeño, una considerable baja en su nivel como profesional.
Del lado de Boca se sorprenden por tener que soportar actitudes que les cuesta comprender, y frente a las cuales deben reaccionar de una forma lo más tranquila posible para no comprometer económicamente al club. Seguramente, todavía le quedarán más capítulos a esta novela que, por reiterativa, dejó de estar en la agenda primordial. Pero que igual incomoda.