Boca, a contramano: tiró a la basura el torneo local, que alimentó la gestión Riquelme, y ahora apunta sólo a la Libertadores

El equipo no da buenas señales y el incipiente ciclo Almirón transita su peor momento

Las desilusiones coperas de Sebastián Battaglia, primero, y de Hugo Benjamín Ibarra, después, fueron maquilladas con títulos en Copa Argentina, Copa de la Liga y torneos locales. Eran dos alumnos aventajados de la escuela Riquelme, que habían hecho sus primeras armas en la Reserva. El vicepresidente de Boca creyó que estaban maduros para el equipo principal. Debió rendirse ante las evidencias (ni uno ni otro quedarán en la historia de Boca por sus etapas como entrenador) y contrató a un DT de afuera, sin el gen azul y oro. Jorge Almirón, aquel que alguna vez, como presidente de la Nación, Mauricio Macri postuló para la Selección Argentina. El experimento, por ahora, sale mal.

El partido en Mendoza mostró a un Boca descoordinado, con horrores defensivos y varios bloopers. Valentín Barco y Pol Fernández no se hablaron en una jugada de ataque y se chocaron al intentar rematar al arco. Un despeje de Marcelo Weigandt terminó... en la cara de Alan Varela. Por momentos, el equipo xeneize fue una caricatura en el Malvinas Argentinas. Es cierto, Almirón (y quienes lo eligieron) recurrirán a una excusa: los lesionados. En Cuyo se sumó a la enfermería Darío Benedetto, reemplazado en el entretiempo “por una molestia”. Pero el de Boca es uno de los planteles más largos del fútbol argentino. Según el portal Transfermarkt, el valor de mercado de los futbolistas xeneizes es de 75,73 millones de euros. Sólo por detrás de River, cuyo plantel están cotizados en 93,7 millones de la moneda europea.

Villa, otro dolor de cabeza

Para colmo, a Boca tampoco le salen bien sus movidas extrafutbolísticas. Después de su condena en primera instancia por violencia de género, había acordado con Sebastián Villa que se volviera a Colombia a la espera de una oferta concreta por su pase. Se suponía que la historia del extremo cafetero se resolvería en estos días. Pero nunca llegaron a las oficinas de la Bombonera propuestas formales por el futbolista, que fue pretendido en su momento por Brujas (Bélgica) y Atlético Mineiro (Brasil). Por más que la decisión de hacer caja con su pase esté tomada, hasta que esto no ocurra Villa será jugador de Boca. Con contrato vigente hasta diciembre de 2024. Este viernes, los abogados del jugador intimaron al club para que le permitan volver a los entrenamientos. Si la entidad de la Ribera no lo hace en los próximos cinco días, el futbolista podría pedir la libertad de acción. Y en lugar de hacer caja, el club no vería un solo dólar. Lo único concreto es que no volverá a vestir la camiseta azul y oro.

Romero, Figal y Pol Fernández, impotentes tras uno de los cuatro goles de Godoy Cruz
Romero, Figal y Pol Fernández, impotentes tras uno de los cuatro goles de Godoy CruzLA NACION/Marcelo Aguilar

Si el Departamento de Fútbol de Boca mantiene su confianza en Almirón, le quedará una bala de plata: el próximo mercado de pases. Más que nunca en los últimos meses, el club está obligado a contratar jerarquía. Los últimos refuerzos no dieron la talla y hay varios puestos que no tienen nombre propio. Se salvan el arco (bien cubierto por Sergio Romero y su lugarteniente, Javier García), el lateral izquierdo, los centrales titulares (Marcos Rojo y Jorge Figal), dos lugares en el mediocampo (Alan Varela y Christian Medina) y poco más. La única gestión adelantada es el intento por renovar el préstamo de Martín Payero, cuyo pase pertenece a Middlesbrough, de la Championship inglesa. Y la compra efectiva del pase del delantero uruguayo Miguel Merentiel a Palmeiras, de Brasil. El resto, poco y nada.

Por más que Almirón reconoció el “desconcierto” después de la derrota en Mendoza, la pregunta que se impone es a qué juega Boca. El último equipo xeneize con cierta identidad fue el de los primeros meses de Battaglia como entrenador. Después, los genes de ese conjunto ganador, que dominaba los partidos a partir de su juego en la mitad de la cancha dejaron de expresarse. Se perdieron, en sintonía con los bajones individuales y...las lesiones de algunos juveniles que pedían pista y se convertían, de a poco, en piezas importantes. Como Luca Langoni o Exequiel Zeballos, por citar apenas dos casos.

El Boca de Almirón es irregular (siete partidos ganados, seis perdidos y dos empatados). En sus seis caídas fue superado por el rival, aunque nunca como con Godoy Cruz en el Malvinas Argentinas. Y esa es la principal alarma de cara al futuro. La Liga Profesional ya está perdida (quedó a ¡22 puntos! de River y ya no podrá alcanzarlo porque quedan 18 en juego) y la Libertadores es, más que nunca, la obsesión. Al menos, este fin de semana el hincha xeneize tendrá un motivo de alegría con el postergado partido despedida de Riquelme. Una vez colgados los botines, ahora para siempre, el ya ex futbolista deberá calzarse el traje de vicepresidente. Y resolver los problemas que tiene Boca, su Boca. Y que cada semana se hacen más explícitos.


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