Un bochorno que más bien tiene nombres y apellidos
No se da cuenta hasta ahora que el fútbol boliviano no avanza ni crece porque tenemos una mala formación de futbolistas, y el núcleo de esa falencia es la falta de competencia en la fase preprofesional. De las asociaciones ya no surgen talentos porque la competencia en esa categoría es deficiente.
Bolivia no tiene divisiones inferiores. Hay un montón de escuelas de fútbol y miles de niños, y niñas también, que se entrenan y juegan con mucho entusiasmo. Pero es un fútbol recreativo, no es competitivo. Y no está mal, es una actividad sana para el desarrollo físico de nuestra niñez.
Lo triste es que eso se replique en las divisiones menores. Varios clubes tienen futbolistas adolescentes y jóvenes a quienes los reclutan de distintas regiones para darles una formación básica con proyección de llegar a la división profesional. Pero falta competencia. Estos chicos no compiten.
Igual que el torneo nacional, los jóvenes deberían tener otro, que jueguen con otros clubes, viajen, duerman, aunque sea en hoteles de dos estrellas, pero que empiecen a meterse en la cabeza lo que es el fútbol grande poco a poco. Eso es proceso. Sin embargo, esa figura no existe en Bolivia.
Jugar el torneo juvenil de Francia no hubiera sido la solución al problema que tenemos, pero hubiese servido para dar competencia internacional a muchachos que tienen sueños en el fútbol. Vimos en el último Sudamericano Sub-20 que había algunos jugadores de gran talento y futuro. Lástima, sueños rotos otra vez.
Y las excusas de Costa y la Federación son frágiles. Están cuidando centavos cuando deberían invertir en una categoría que mañana podría darnos algunas satisfacciones. Pena. Sólo pasa en Bolivia. Más bien hoy tenemos nombres y apellidos de responsables de un nuevo fracaso de gestión.