Como
en su primer título, tras la victoria de Argentina en el Mundial, llega
el scudetto napolitano. El tercero, único sin Diego, llegó tras un
empate a uno ante el Udinese.
Mirko Calemme
As
Cuando
Maradona falleció, el 25 de noviembre de 2020, dos ciudades lloraron
más lágrimas que todo el mundo junto: Buenos Aires y Nápoles. Hoy
podemos afirmar que ambas superaron el duelo, porque lo que ha ocurrido
en los últimos meses solo tiene una explicación: Diego nunca se ha ido.
En 1986 Argentina ganó su segundo Mundial y, un año después, el Nápoles
su primer scudetto. La profecía se ha vuelto a cumplir: tras la tercera en Qatar, llegó el tercer scudetto, el primero y único sin el Pelusa 33 años después del segundo.
El alirón llegó ante el Udinese, en una Dacia Arena más azzurra que
nunca. Hubo otro susto en una primera parte gris para los sureños, que
encajaron el 1-0 con una rosca de Lovric en el 13′. En el comienzo de la
reanudación tuvo lugar la reacción que les entregó el punto que faltaba
y el título con cinco jornadas de antelación. Osimhen, tras una melé en el área, anotó su tanto número 22. Ya es leyenda.
De
Laurentiis en 2004 tomó las riendas de un club que, tras el adiós de
Maradona, había descendido a los infiernos, desde sufrir para salvarse
en la Serie B a la quiebra. Empezó desde la Serie C y, poco a poco, ha
llegado hasta la cima. Lo hizo a su manera, dejando siempre las cuentas
limpias y chocando con los deseos de su hinchada, que le pedían “volver a
ser campeones”. Levantó tres Copas de Italia, una Supercopa, suma 14
años seguidos en competiciones europeas (récord italiano), pero ese
triangulito tricolor en la camiseta era lo que su gente añoraba. En mayo de 2022, sorprendiendo a todos, afirmó por primera vez que haría “todo lo posible para que el scudetto regresara”.
Tardó menos de un año en cumplir, tras una liga dominada gracias al
trabajo táctico de Spalletti y de un grupo único. Las banderas de Korea,
Camerún, Eslovaquia, Macedonia, Georgia y Nigeria empezaron a aparecer
en un Maradona que disfrutó de un equipo extraordinario por su
colectivo, más allá de la magia de Osimhen y Kvaratskhelia. El punta y
el extremo fueron imparables, pero esta liga llegó también a las
actuaciones de los que empezaban en el banquillo. Simeone, Raspadori y
Elmas son tres ejemplos perfectos.
Nápoles
abandonó la superstición desde principios de marzo, cuando entendió que
este equipo era inalcanzable, y su fiesta promete durar al menos hasta
el 4 de junio, día en el que el capitán Di Lorenzo levantará el trofeo. El scudetto, por primera vez en 22 años, no aparecerá en las camisetas de Juve, Inter o Milan y será del Nápoles
que, desde 2010, había acabado ocho veces entre los tres primeros de la
Serie A. Siempre le faltó algo para cantar el tercer alirón de su
historia, y ahora sabemos lo que era: hacía falta también una ayuda
desde arriba. Una mano de D10S.