SEVILLA 2 - JUVENTUS 1 / La 7ª espera en Budapest

Remontada a la Juve y sufrimiento del Sevilla, que alarga su epopeya y se enfrentará a la Roma de Mou por otro título continental. Acuña fue expulsado en la prórroga.

José A. Espina
As
Aquella noche de la semifinal ante el Schalke en 2006, el tifo de los Biris Norte representaba a Astérix y Obélix bebiendo en la marmita la pócima mágica que traería la Primera a Nervión unos pocos días después, en Eindhoven. 17 años y 6 Europa Leagues después, surfeando sobre una leyenda europea memorable como las que se escribirán muy pocas cuando se extinga el fútbol, la pancarta gigante de los ultras volvía a dibujar a los dos galos irreductibles, inmortales, pero esta vez mientras besaban uno de los trofeos que han cambiado la vida al Sevilla, que se la seguirán cambiado al menos durante dos semanas más. Después de una noche de remontada, prórroga y mucho sufrimiento, y después de dejar la estacada a otro grande entre los grandes del Continente como la Juventus, Nervión tomará el próximo 31 de mayo Budapest, en busca de la Séptima. Allí esperan Mourinho y su Roma.

Allí esperará la tropa de Don José Luis Mendilibar, el hombre que no ha cambiado la vida aún del todo, pero que le ha dado la vuelta a una temporada que iba para siniestro y se puede convertir en gloria pura. Apoyado como apoyan pocas gradas en el mundo, vestida esta vez de rojo infernal, se sobrepuso el Sevilla a un gol de Vlahovic, a la falta de piernas, a una expulsión de Acuña (que no podrá jugar la final, por cierto) y al efectivo catenaccio bianconero. Viendo la mandanga con la que se le habían desenvuelto algunos de los veteranos en Turín, Allegri quiso darle aire fresco a su equipo con hasta cuatro inclusiones jóvenes y sorprendentes en su once: Gatti, Fagioli, Iling y Kean. De la cabeza de Gatti, autor por cierto del 1-1 en la ida, salió la primera ocasión clara del encuentro, al cuarto de hora. Bono evitó el gol juventino y Szczesny conseguiría minutos después que la pelota no traspasase por centímetros la línea de gol en otro testarazo pícaro de Ocampos.

Di María se echaba los ataques bianconeri a la espalda y en dos minutos volvió a meter el miedo en el cuerpo al sevillismo con dos chuts que se marcharon a la izquierda de la meta local. Szczesny se estiró en el tiro lejano de otro campeón del Mundo, Acuña, y Kean la mandó al palo tras madrugar a Baldé. El partido discurría sin estridencias hasta que Cuadrado derribó a Óliver sobre la línea del área cuando se llegaba al descuento. Como no se escuchan las conversaciones del VAR no se puede saber por qué no se pitó ese pedazo de pena máxima: se supone, no puede suponerse otra cosa, que había fuera de juego previo del propio Óliver.

El neerlandés Makkelie, de grato recuerdo (es el árbitro de la Sexta) para el Sevilla, no señaló nada y de ahí se pasó a una segunda parte bastante menos animada en acercamientos pero mucho más efectiva. Recién entrado al campo, Vlahovic hizo valer su condición de delantero de quilates para madrugar a Badé primero y superar a Bono en la salida después (0-1, 64′). Tampoco le faltó mucho tiempo a Suso para tirar de su prodigiosa zurda en un zambombazo desde la frontal del área que empató el encuentro. (1-1, 71′). Sobre los siguientes 20 minutos no cabe mucho por reseñar, salvo un estéril asedio sevillista del que lo más potable a sacar fue un cabezazo de En-Nesyri llegando al descuento. Szczesny se estiró para que se llegara a la prórroga.

Esa prórroga con el Sevilla tieso como una mojama, pero durante la que Bryan Gil dejó en herencia, justo antes de salir, un centro precioso y preciso que Lamela cabeceó con más precisión todavía, a la red (2-1, 95′). Y en la que los nervionenses supieron sufrir disfrazados de equipo italiano, incluso con 10 cuando una tonta pérdida de tiempo provocó que Makkelie mandara a Acuña a la ducha para la recta final. Las lágrimas rabiosas del argentino saliendo del campo precedieron a las de Rakitic, de Navas, de todo el sevilismo en el pitido final para certificar otra gesta epopéyica a la que sólo le queda un paso más: Budapest.


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