Sampdoria descendió a la Serie B: amenazas de muerte, riesgo de quiebra y oprobio deportivo de un club que alguna vez fue el orgullo de Italia
Auge y caída del equipo genovés, que corre riesgo de desaparecer de la mano de un excéntrico propietario
El 2023 empezó con una muy mala noticia. El 3 de enero fallecía Gianluca Vialli, máximo ídolo y estandarte de la época más gloriosa de la institución. Entre 1988 y 1992 los blucerchiati (por la camiseta azul rodeada por un círculo de cuatro franjas) ganaron su único scudetto, levantaron dos Copas de Italia y llegaron a tres finales europeas: una Recopa que se ganó, otra que se perdió y la de la Copa de Campeones (actual Champions) de 1992, que Barcelona le arrebató con un gol de tiro libre de Ronald Koeman en el alargue.
El 30 de enero, una vez reanudado el torneo y luego de otras cuatro caídas, llegaba a la sede del club genovés un sobre con una bala de fogueo y un breve mensaje en su interior: “La próxima será de verdad”. Un mes más tarde, el 27 de febrero, la escena se repetía con una leve variante. Esa vez el “obsequio”, destinado a los principales directivos de la sociedad, fue una caja con una cabeza de cerdo. La misiva continuaba la línea temática de la bala: “Las próximas cabezas serán las suyas”. Por fin, el 22 de abril los hinchas hicieron sentir su descontento de manera evidente interrumpiendo durante siete minutos el partido contra el Spezia en el estadio Luigi Ferraris, mediante el lanzamiento de bengalas y bombas de humo.
Nada ni nadie logró frenar la caída. El pasado lunes, luego de perder 2-0 ante el Udinese, se consumó el quinto descenso de la historia de la Sampdoria a la Serie B, en la que no jugaba desde 2012. Pero si esto ya es malo, lo peor quizás todavía esté por venir. Con una deuda que supera los 150 millones de euros -el actual dueño, Massimo Ferraro, la reduce a 110 millones-, el horizonte amenaza con la quiebra. Y en Italia, como en buena parte de Europa, esto significaría la desaparición del club tal como se lo conoce hasta hoy, obligando a una refundación con otro nombre y un nuevo comienzo desde la modesta Serie D.
Fundada en 1946 cuando se fusionaron dos pequeños clubes de la ciudad, el Sampierdarenese y el Andrea Doria, la Samp ocupa el décimo lugar en la tabla acumulada del Calcio, una posición alcanzada, entre otros méritos, gracias a la colaboración de muchos jugadores argentinos. Desde Juan Carlos “Toto” Lorenzo en los años 40 a Ignacio Pussetto en el actual plantel, pasaron por el elenco genovés nombres tan célebres como Ariel Ortega, Juan Sebastián Verón o Sergio Romero, al que habría que sumar el de César Luis Menotti, fugaz director técnico en 1997.
Determinar de manera precisa el momento en el que se inició el imparable tobogán al que permanece subido Sampdoria resulta difícil, aunque algunos hinchas sitúan el inicio de las desgracias con llamativa exactitud: el 12 de junio de 2014. Ese día, Edoardo Garrone, presidente de la poderosa empresa de energías renovables ERG y por entonces dueño del club, cedió gratis sus acciones al actor, productor cinematográfico y empresario Massimo Ferrero, una llamativa jugada que nunca tuvo una explicación convincente.
Polémico, extrovertido, exhibicionista y audaz, Ferrero señaló en su momento: “A mí no me han regalado la Sampdoria. Tenía demasiados jugadores y necesitaban que lo arreglara”, dijo, como para aclarar que recibía una entidad cuyo descarrilamiento había comenzado bastante tiempo antes, hipótesis que secunda buena parte de los simpatizantes blucerchiati.
Para Ferrero, sin embargo, las cosas comenzaron a torcerse desde el primer instante. El mismo día en el que asumió la presidencia un juez lo consideró culpable del delito de quiebra fraudulenta de la aerolínea Livingstone Energy Flight y estableció una sentencia de un año y diez meses de prisión. La pena no llegó a cumplirse, pero Ferrero nunca pudo enderezar este arranque conflictivo y su mandato estuvo lejos de ser exitoso.
Ya en la temporada 2015/16 el equipo empezó a coquetear con el descenso y, por ejemplo, el camerunés Samuel Eto’o -que durante los primeros seis meses de 2015 vistió la casaca de la Samp- denunciaba que jamás le habían pagado su contrato. “Nosotros somos los que perdimos dinero, porque sacarlo del Everton nos costó cien mil euros”, le respondió Ferrero.
La aparente estabilidad deportiva de los años siguientes en realidad solo valió para disimular el crecimiento de un pasivo financiero que seguía incrementándose, tanto como la preocupación y la indignación de los simpatizantes.
En 2020, una vez que el fútbol volvió a escena tras la pandemia, los hinchas comenzaron a hacer escuchar sus quejas cada vez con más fuerza, pero nada cambiaría. En definitiva, en los países donde las instituciones futbolísticas son sociedades anónimas la gente que se identifica con los colores de un equipo puede tener voz aunque en ningún caso voto. “La familia Garrone-Mondini le entregó la Sampdoria a un criminal, el mismo mafioso que hoy la tiene como rehén”, manifestaron por entonces los ultras de la Gradinata Sud. “¿Que la afición me odia? Me importan cero los aficionados, se sienten dueños del club. Seré presidente de por vida”, desafiaba el controvertido dirigente.
Cualquier opción de futuro para Ferrero empezaría sin embargo a desmoronarse en diciembre de 2021, cuando él, su hija y su yerno fueron detenidos, acusados de crímenes corporativos y bancarrota. Ferrero mantuvo las acciones en su poder, pero se vio obligado a dejar la presidencia. El exjugador Marco Lanna se convirtió en nuevo mandatario, mientras la sangría del club ya era inocultable. El plantel perdía a sus mejores jugadores y los reemplazaba por otros de menor valoración, las deudas se acumulaban y los nubarrones eran cada vez más gruesos y oscuros. La necesidad de encontrar una oferta de compra pasó a ser el último salvavidas al que aferrarse.
A pesar de arrastrar el cáncer de páncreas que acabaría con su vida, Vialli motorizó durante 2022 la posibilidad de encontrar interesados en hacerse con el club y sanear las cuentas. El fondo de inversión estadounidense Merlyn Advisors, dueño del Lille francés desde 2020, realizó la oferta más concreta en diciembre pasado, 50 millones de euros para solventar el pasivo más urgente y quedarse con la histórica Samp. Ferrero ni siquiera admitió que algún representante suyo se reuniera para evaluar la posibilidad.
“Giù le mani dalla Sampdoria” [Quiten las manos de la Sampdoria] podía leerse en una bandera desplegada en uno de los fondos del Luigi Ferraris durante el encuentro ante Torino, el último jugado por el equipo como local el 3 de mayo. Todos entendieron quiénes eran los destinatarios del mensaje, pero por el momento nadie se hizo cargo.
El próximo martes 16 el club debe efectivizar el pago de los sueldos del primer trimestre del año a jugadores y cuerpo técnico, 11 millones de euros que se vislumbran como un auténtico match-point. La vieja Samp se balancea sobre una cornisa cada día más fina. El descenso a la Serie B ya es una realidad, el derrumbe todavía puede ser mucho más profundo.