REAL MADRID-GETAFE / Hasta que disparó Asensio

Un zurdazo del balear, desviado por Maksimovic, decidió un partido para el olvido. Hazard fue titular y volvió a resultar invisible. Se lesionó Camavinga.

Luis Nieto
As
Esta es la crónica de un tostón anunciado, a beneficio de Eurovisión, Blanca Paloma y esas votaciones finales que tanto recuerdan a las decisiones del VAR. La audiencia debió huir espantada y cargada de razón hacia el festival. Mejor escuchar cuando nada hay que ver. Los suplentes del Madrid mortificaron a los fieles del Bernabéu, que solo sacaron las manos del bolsillo para aplaudir la ofrenda de la Copa previa al partido y el gol de Asensio que decidió el choque y dejó en casa tres puntos inútiles. Ni siquiera pudo celebrar la hinchada que todos salieran sanos: muy cerca del final se lesionó Camavinga, lo que degradó a pírrica la victoria. Un Getafe arrugadísimo solo recibió dos buenas noticias: las derrotas previas de Cádiz y Almería.

Guardiola puede ahorrarse este vídeo en su investigación sobre cómo ganarle el miércoles al Madrid, equipo que ya no atiende a la ventanilla de la Liga. Fueron todo pistas falsas. Entre tres y cuatro titulares en el once y el resto, una mezcla poco armónica (Mendy y Ceballos recién recuperados de una lesión, Asensio de nueve, Camavinga en el centro, Valverde en la banda) de la unidad B y la C, que agrupa a aquellos que han pasado el año en paradero desconocido. Hazard es la bandera de los invisibles, la representación de un fracaso inesperado, de un sueño imposible. Lo peor no es que haya jugado solo diez partidos en otro curso perdido, sino que lo haya hecho ante Celtic, Shakhtar, Leipzig, Almería, Celta, Mallorca, Valladolid, Cádiz, Getafe y Cacereño. Todo servido en ratitos. Nada en lo que de verdad importa. Los minutos de un canterano para quien hace cinco años era el tercer futbolista del mundo. No se le esperaba y no estuvo. Ese marrón se lo tendrá que comer el Madrid hasta el último segundo de su contrato. La entrada de Vinicius ahogó el oprobio del pitos en su retirada.

Frente a este Madrid inédito, Bordalás mantuvo el dibujo y cambió los papeles. En la concentración de Oliva debió ocurrírsele colocar a Djené, central de cuna, como segundo mediocentro junto a Maksimovic, con Portu y Mata en las bandas y Aleñá y Borja Mayoral en punta. Un 4-4-2 habitual con un once muy poco común, en el que fueron mayoría futbolistas con los que el técnico ya trató en los cinco años de su primera etapa en el Getafe.

Pinchazo de los suplentes

El Madrid, con muchos pendientes de juicio y algún condenado, no supo disimular su desinterés en el partido. A Maksimovic le dejaron llegar al corazón del área casi andando para meter un disparo raso y desviado a los 2 minutos. La misma cortesía tuvieron con Aleñá diez después. Todo dentro del guión: ponía más intención quien más lo necesitaba, pero no se anda en la cola sin evidenciar una alarmante falta de gol.

Ese Madrid zen creó poco en la primera mitad. Lo mejor, un magnífico centro raso de Lucas Vázquez en el que a Asensio le falló el timing para meter su pie izquierdo. Eso lo tienen mecanizado los nueves de carrera y les cuesta a los interinos. En la empanada blanca tenía su parte ese Getafe en modo erizo, al que no hay por dónde agarrar: presión alta, fútbol sin retórica, defensa a fuego lejos del área, pulsaciones bajas, buena lectura de la letra pequeña del reglamento. Ese incordio que durante cinco años le sirvió al equipo para no meterse en un lío como en el que se encuentra ahora. La belleza de un mercancías, la eficacia de un alta velocidad.

Solo Asensio puso empeño en salir de aquella trampa repartiendo su talento por todo el campo, en el centro, en las bandas, entrando y saliendo del área, con ese sentido de la responsabilidad tan de Benzema, siempre un ordenador del frente ofensivo. Camavinga estuvo como es, atrevido e imprudente. También Tchouameni, encogido e irrelevante. El tercer hombre, Ceballos, florecido en enero, ha perdido ese encanto que llevó al Bernabéu a clamar por su renovación.

Un gol en el desierto

Como el público no merecía ese maltrato, Ancelotti metió a Kroos para mejorar la arquitectura del equipo, pero el tedio se había instalado definitivamente. Sin locuras, el Getafe incluso se había vuelto más aventurero. Militao desvió un buen remate de Gastón Álvarez y Borja Mayoral metió mal su cabeza en un lanzamiento de córner al que no acudió nadie del Madrid.

El pelmazo se había vuelto crónico y el técnico italiano mandó refuerzos: Mariano, Modric y Vinicius, de una tacada. Un nueve donde no lo había y dos jugadores monumentales para poner a salvo el orgullo de un campeón que se va a marchar de esta Liga por la gatera.

Los cambios de Bordalás fueron a la inversa. Salieron tres delanteros y entró uno, más un centrocampista y un lateral. Otro, Iglesias, obligó de inmediato a Courtois a una parada a la altura de su prestigio. El partido iba tiñéndose de azul hasta que Asensio hizo un gol tantas veces visto. Tomó una pelota en el pasillo del ocho, le metió la carga explosiva de su zurda y, previo toque envenenado en Maksimovic, la mandó a la red. Un gol en medio de la nada del que podría decirse que ni el Madrid lo buscaba. Asensio sí, porque había sido el mejor dentro de la desgana general. Luego Soria le quitó otro tanto en remate en plancha. Antes del final Camavinga se marchó tocado en una rodilla por un planchazo de Iglesias. Definitivamente, al Madrid, al Getafe y al fútbol en general les sobró el partido.

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