Osimhen, un campeón con 18 tornillos en la cara

Osimhen es el nuevo héroe del Nápoles: tras una temporada extraordinaria, también anotó el gol del scudetto. Llegar a la gloria necesitó un camino larguísimo…

Mirko Calemme
As
El gol que le entregó el scudetto al estupendo Nápoles de Spalletti con cinco jornadas de antelación fue de Victor Osimhen. Y no podía ser de otra manera. El potente disparo del nigeriano fue el tanto número 27 en 34 presencias de su espectacular temporada, 22 de los cuales llegaron en la Serie A, de la que es capocannoniere. Su movimiento constante, su fuerza, su generosidad le convierten en un factor único, más allá de los goles.

Spalletti, en los últimos dos años, supo gestionar su ímpetu y Victor aprendió con él a ser todavía más decisivo. Porque muchos lo olvidan, pero el punta marcó la diferencia desde el día de su llegada bajo el Vesubio. Antes de este curso, sumó 62 presencias, 4180 minutos y 28 goles: uno cada 149′ en el verde. Esta fue la temporada de su explosión, pero nunca hubo dudas sobre su talento. O, al menos, así fue en los últimos tres años.

Porque el camino de Osimhen a la gloria fue larguísimo. Perdió a su madre con tres años y, en Lagos, intentaba ayudar a su familia vendiendo agua en los semáforos. La victoria del Mundial sub-17 le cambió la vida. Llegó al Wolfsburg, donde las cosas no funcionaron bien como se esperaba y, como afirmó él a ‘L’Equipe’, pasó “de ser el máximo goleador del Mundial 2015 a un tío al que el teléfono nunca le suena”.

La malaria...

En 2018 le tocó sufrir malaria, enfermedad que no le hizo superar el reconocimiento médico con el Zulte-Waregem. Renació en el Charleroi, con 20 goles en 36 partidos, y se ganó la llamada del Lille, donde anotó 18 más. Tras su único curso en la Ligue1, el Nápoles decidió ir a por él, gastando en torno a 50 millones de euros por su traspaso. Lo hizo en 2020, en plena pandemia, porque tanto el director deportivo Giuntoli como el técnico Gattuso creían demasiado en él. De Laurentiis aceptó la apuesta, que fue ganadora.

Bajo el Vesubio también le tocó sufrir. En su primer curso le pararon una lesión en el hombro y el covid, en el segundo se destrozó totalmente la cara durante un Inter-Nápoles. “Con Skriniar fue como recibir un mazazo y el médico me preguntó cómo podía seguir de pie”, afirmó Victor. Hicieron faltas seis placas y 18 tornillos para reconstruirle la cabeza, y allí nació la legendaria máscara que no volvió a quitarse más y que, ya aparece en tartas, copas, pizzas y cada rincón de Nápoles.

Ahora, con 24 años, es un líder técnico y del vestuario del Nápoles campeón. En el vestuario le adoran y los tifosi se identifican con su espontaneidad. Tras la última victoria sobre la Juventus en Turín, por ejemplo, fue el primero en subirse al techo del bus que llevaba al equipo para salir del aeropuerto de Capodichino. El rey de la fiesta del scudetto, sin embargo, no tiene todavía claro su futuro.

Nunca escondió el deseo de jugar en la Premier y el Nápoles, si no consigue renovar su contrato (que caduca en 2025) tendrá que escuchar ofertas. De Laurentiis pedirá 150 millones de euros, aunque para los tifosi el nueve no tiene precio: su sonrisa será eterna en los muros de la ciudad. “Napoli like Lagos”, dijo Osimhen nada más llegar. Pase lo que pase, será su casa para siempre. 


Entradas populares