Nagorno Karabaj: la resistencia armenia entre el temor a un nuevo genocidio
Mientras Bakú amenaza con tomar el control del enclave, crece el temor de que la intención azerí sea extender su invasión a todo el territorio armenio. Pero avisan: “No nos vamos a mover de aquí”
Ubicada en el sudeste de Armenia, en la provincia de Syunik, la ciudad de Goris es considerada la puerta de entrada a Artsaj, nombre oficial con el que se conoce a este estado independiente. Construida en una cuenca al pie de las colinas y montañas, con una altitud media de 1398 metros por encima del nivel del mar, su ubicación la convierte en un potencial objetivo cada vez que las tropas azeríes buscan llevar a cabo una nueva “provocación militar”. Como ocurrió en la madrugada del pasado 12 de septiembre, cuando la población fue víctima de un sorpresivo ataque azerí con artillería y drones.
Ese perturbador recuerdo todavía está latente entre las casi 20.000 personas que habitan la ciudad. Una ciudad que se caracteriza por sus casas bajas -de una o dos plantas-, construidas a base de piedra, con las ventanas y puertas arqueadas típicas de esta zona montañosa del Cáucaso Sur. Conserva, además, monumentos culturales y patrimoniales, heredados de su historia milenaria (está habitada desde la edad de piedra). Los más importantes están concentrados en el centro histórico, donde se ubican los principales edificios administrativos públicos y privados, y una plaza en el centro.
Allí, sentada en un banco, se encuentra Natalie, una joven maestra de la ONG “Teach for Armenia”, de 22 años. Pese a su corta edad, demuestra estar absolutamente conectada con la historia de su país y la situación actual en Nagorno Karabaj. “La situación me entristece mucho. Y algo que me entristece aún más es que nosotros, las personas civiles, no podemos hacer nada”.
“Hay mucha preocupación, no es una situación normal. La gente cada vez está más preocupada; no funcionan de la manera que deberían en situaciones normales. Hay muchos problemas. Además, y en especial aquellas personas que tienen hijos pequeños, están muy preocupadas por ellos, por su futuro. Es realmente triste”, agregó esta joven maestra que nació en Tegh, un pequeño pueblo ubicado en la montaña a pocos kilómetros de Goris. Más específicamente, el último pueblo de Armenia antes de entrar a Nagorno Karabaj.
Contó, además, que allí tiene muchos familiares y amigos, por lo que sabe de primera mano cómo está la situación ante el bloqueo impuesto por Azerbaiyán en el corredor de Lachin: “Hay escasez de casi todo. No viven de la misma manera que solían hacer. Hay escasez de alimentos, medicinas, comunicaciones, energía durante el invierno. Un amigo me contó que no tuvieron gas por más de un mes”.
La firmeza con la que empezó a hablar se fue desvaneciendo con el correr de los minutos y ya sobre el final de la entrevista sus ojos celestes empezaron a llenarse de lágrimas, y la voz a entrecortarse. Natalie reconoció que el riesgo de que el conflicto vuelva a escalar “es muy alto”. Consideró, además, que Azerbaiyán no sólo aspira a quedarse con Nagorno Karabaj: “Está el riesgo de que pretenda invadir el territorio armenio. No sería el primer caso; pasó muchas veces”.
Pero a pesar de la tristeza que le genera esta situación, sobre todo a pocos días de haberse conmemorado el 108 aniversario del genocidio armenio, la joven maestra aseguró que, si fuese necesario, “por supuesto” pelearía por defender a su pueblo. Aunque aclaró: “No tengo las capacidades para ir a la guerra”.
Quien sí estuvo en una guerra y conoce de primera mano lo que eso significa es Zuren, un hombre de 69 años que después de jubilarse empezó a trabajar de taxista. Se encuentra a muy pocos metros de Natalie, del otro lado de la plaza, junto a un grupo de personas, conversando en la sombra, debajo de un árbol.
En el año 1992, durante la primera guerra entre Armenia y Azerbaiyán, se desempeñó en el Ejército transportando a los soldados. Además de su experiencia bélica, también es una palabra autorizada ya que nació y vivió toda su vida en Goris. “La ciudad era un sueño antes, una belleza. Ahora la situación está mal, no podemos visitar Nagorno Karabaj, la carretera está cerrada”.
Si bien no tiene familia, “pero sí amigos”, contó que su primera mujer, que murió, era de Nagorno Karabaj. “La tierra que ella tenía la tomaron los azeríes, y su familia tuvo que relocalizarse”.
Zuren coincidió con Natalie, y con la mayoría de los armenios, sobre el alto riesgo de una escalada del conflicto. Señaló con su mano derecha hacia el horizonte, donde se observaba una enorme cadena montañosa a lo lejos, y afirmó: “Ellos están sobre esas montañas. Pero son nuestras tierras. Es la tierra de nuestros abuelos, de nuestros antepasados”.
También se refirió al papel que están cumpliendo las tropas de paz desplegadas por Rusia, una pregunta recurrente y obligatoria para tratar de entender la situación: “No están controlando como debieran, pero en sus vehículos a veces llevan alimentos y medicamentos. Está claro que Rusia está del lado de Azerbaiyán. Para todos eso está claro”.
Asimismo, envió un mensaje a la comunidad internacional, a la que exigió mayor compromiso para evitar un nuevo genocidio armenio: “El mundo tiene que entender la situación. Somos la primera nación cristiana, una nación con mucha historia… Nos están negando”.
Después de un par de minutos se despide para volver a su trabajo, pero antes accede a tomarse una foto.
A los pocos metros está Vazgen, un trabajador de aberturas, ventanas y puertas. Tiene 36 años. Está recién saliendo de hacer un trabajo, pasado el mediodía en Goris y acepta hablar unos minutos. Sus respuestas no difieren en casi nada a las de Natalie, Zuren y tantos otros armenios. “La situación no está bien; estamos en una situación de guerra. En cualquier momento puede explotar todo de nuevo”.
Según su opinión, los mayores responsables de esta “situación de guerra” son “Azerbaiyán y Turquía, y luego los rusos”. Aseguró que no es descabellado pensar que Bakú quiera invadir todo el territorio armenio, más allá de Nagorno Karabaj, pero dejó una contundente advertencia: “Nosotros de acá no nos vamos a mover. No les tengo miedo. Definitivamente, hay riesgo de que quieran invadir territorio armenio. Pero de aquí no nos movemos”.
Sobre los rusos, opinó: “No hacen nada, no sé para qué están”.
Lili también es una jubilada que sigue trabajando. Es personal de limpieza en el Ayuntamiento, cuyo edificio está a escasos metros, también en la plaza central de Goris. Al igual que Natalie aseguró que, aunque no tiene la formación ni la capacidad militar, no dudaría en luchar por su país: “Estamos preocupados, pero si hay que ir a la guerra iremos”.
En medio de este preocupante contexto y el temor a una nueva escalada, la población armenia trata de seguir una vida normal, pero siempre mirando de reojo lo que sucede a pocos kilómetros.
Lo que declararon Natalie, Zuren, Vazgen y Lili es un sentir generalizado en el país: pese a la preocupación y al miedo a que escale el conflicto, la gente no piensa en irse. Prueba de ello es que en los últimos tiempos no se han registrado movilizaciones o éxodos.
“No quieren dejar sus casas. Muchos piensan que protegen su lugar viviendo ahí, si lo dejan es como regalarlo”, explicó Ani, una joven guía turística, que conoce de primera mano la situación por la historia de su padre y abuelo, ambos oriundos de Artsaj. Sostuvo, además, que los del sur son “gente dura”, difícil de doblegar.
Más al norte, a unos 300 kilómetros, se encuentra el pueblo de Khachardzan, en la provincia de Tavush, ubicado a unos escasos 40 kilómetros de la frontera con Azerbaiyán.
Pese a su inhóspita ubicación en medio de la montaña y a contar con poco más de 400 habitantes, el flagelo de la guerra también alcanzó a este pueblo remoto, cuya calle principal lleva el nombre de “Argentina” en reconocimiento a las cuatro familias de la diáspora que colaboraron para reconstruir esta localidad. El 80% de los hombres participó del conflicto armado.
En medio de las casas humildes y las pequeñas huertas con las que trabajan los lugareños sobresale una escuela en la que estudian 65 alumnos del pueblo y de zonas aledañas. Lo primero que uno encuentra al ingresar al establecimiento son las fotos de dos jóvenes que murieron durante la guerra de 2020. Dos “héroes” para la gente del pueblo.
Gagik Shahnazaryan es el alcalde. En todo momento destaca a los jóvenes que han luchado para defender sus tierras, así como a los que hoy están a pocos kilómetros, en la frontera, conteniendo el asedio azerí: “Siempre estamos listos para proteger nuestro pueblo. Tenemos dos muertos y dos quedaron inválidos. Algunos de los residentes están ahora en la frontera de manera voluntaria y otros cumpliendo el servicio militar”.
“Durante toda nuestra historia siempre hemos estado en peligro, pero siempre lo hemos superado y superaremos esto también”, aseveró.
En el marco del viaje que hizo Infobae a Armenia, el Patriarca Supremo Karekin II recibió a la delegación argentina y española en una audiencia privada en la catedral de Echmiadzin. El líder religioso se refirió al conflicto con Azerbaiyán, al que acusó de querer “dejar sin armenios Artsaj” y perpetrar “un nuevo genocidio”.
Aunque aclaró que el escenario ideal sería hallar una solución pacífica, advirtió: “El pueblo está preparado para defender sus casas”.