Martín Demichelis volvió a meter a River en un laberinto táctico, en el que sufrió la pegada de noqueador de Talleres
Sorpresivamente, el técnico prescindió del equilibrio de Aliendro por un Rondón que no aportó nada en ataque; el líder perdió después de diez partidos; Garro hizo los dos goles de la T
No se adaptó bien River al cambio táctico dispuesto por Demichelis, que sumó a un delantero (Rondón) por un volante que cumple más de una función (Aliendro) y es una constante rueda de auxilio. Llamativa la variante porque Aliendro estuvo en el banco, no tenía ninguna limitación física. Quedó Enzo Pérez demasiado en soledad ante un adversario que mueve tan rápido la pelota como las piernas. Escenario agravado porque la defensa no achicó ni anticipó, y quedó expuesta ante rivales lanzados a campo abierto. Y el venezolano pasó en puntas de pie, convertido inevitablemente en el primer reemplazo cuando River quedó en desventaja y era perentorio buscar otra alternativa.
No es el primer partido que interpela un planteo de Demichelis. Ya una suma de decisiones que no dieron en el clavo ante Fluminense le costaron la derrota más amplia de River en la historia por la Copa Libertadores.
El líder sufrió en el primer tiempo con las veloces transiciones de Talleres, que enseguida ponía a correr a sus tres media-puntas (Valoyes, Garro y Sosa) y al goleador Santos. Casco se veía desbordado y González Pirez cometía errores de bulto.
"No jugó Aliendro porque quisimos repetir lo mismo que hicimos contra Huracán, debido a que Talleres juega parecido. Nosotros queríamos defender con seis futbolistas, robar y a partir de ahí poder hacer daño."
Martín Demichelis
Aunque River transmitiera sensación de dominio, con un mayor porcentaje de posesión, el desarrollo se ajustaba más a lo que quería Talleres. El que más hizo para sostener al puntero en el primer tiempo fue Armani, imponente en los mano a mano ante Sosa y Santos. Si el panorama no se complicó más para el equipo de Demichelis fue porque el VAR intervino con acierto para corregir el penal que Ramírez había cobrado por un supuesto foul de Barco, cuando en realidad había recibido un pisotón de Sosa.
Lo más destacado de Talleres 2 - River 1
A River le llevaba más tiempo y paciencia llegar hasta el área rival. Beltrán, con su generosidad habitual, volvía a mostrarse como descarga y no paraba de tirar desmarques, lo cual dejaba más en evidencia al desconectado Rondón.
Sin la claridad que había tenido Talleres, River contó con sus oportunidades en la primera etapa. Herrera estuvo firme ante González Pirez y Beltrán. En el remate que no llegó a despejar del todo, lo ayudó el travesaño para devolver un tiro libre de De la Cruz, el mejor de la visita en la primera etapa, por conducción y remate.
Por las intervenciones de los dos arqueros y algún atropello en la puntada final de los definidores, los primeros 45 minutos terminaron sin goles. Más allá del resultado, el desarrollo no le quedaba cómodo a River, flaqueaba atrás y la construcción del juego no era fluida. Talleres hacía el partido que planteó: apretó líneas para recuperar la pelota y lanzaba emboscadas ofensivas, sin dormir la pelota. Según las métricas de Opta, la expectativa de gol había sido favorable a Talleres.
El encuentro estaba abierto, con destino incierto, disputado a un ritmo alto, entre dos equipos ambiciosos, intensos, para nada conformistas. Motivados por un marco imponente, con más de 50.000 espectadores, entre los que estaban los 11 mil hinchas de River para sumar la postal visitante que tanto quedó en desuso en nuestro fútbol.
Pese al funcionamiento descompensado, Demichelis mantuvo a los titulares para el segundo período. Con un retoque posicional: De la Cruz pasó a la derecha, para asistir a un Casco que no siempre hacía pie. River fue un poco más prolijo y siguió generando tiros libres que no alcanzaba a aprovechar. Talleres ya no conseguía en ataque conexiones vertiginosas. O fallaba un pase o no encontraba al hombre libre. Por primera vez en la noche, sus hinchas bajaban los decibeles, al compás de un equipo con menos revoluciones.
River aumentaba el caudal de pases en campo contrario. Un mérito que lo condujo a un error que pagó caro: una pérdida en la zona media puso en carrera a Sosa, un galgo que en más de 60 metros se llevó a la rastra a Enzo Pérez y González Pirez; su centro se desvió en el repliegue de Enzo Pérez y le quedó a Garro para la definición frente al arco. Cuando más fuerte parecía hacerse River, Talleres lo golpeó con su arma más afilada y predilecta: la agresividad para apuntar al corazón del área rival.
Ahora sí Demichelis movió el banco: ingresaron Solari -surgido en Talleres- y Suárez. En la primera intervención, entre ambos tuvieron el empate. Los goles se habían demorado, pero estaban latentes, no podían faltar en dos equipos con estas propuestas. Y no goles cualesquiera, de casualidad. Si no golazos, como el que marcó Garro con un zurdazo desde fuera del área, que entro pegado al travesaño.
Hubo tufillo a historia resuelta, porque Talleres había quebrado a un rival que pensaba que tenía la sartén por el mango y de repente se quedaba con las manos vacías. Pero el partido tenía reservado un giro más, con el descuento de cabeza de Suárez, que se lo dedicó a los hinchas locales que le decían que “no era bienvenido” por su pasado en Belgrano.
River acarició el empate en la última jugada con un cabezazo del ingresado Borja. Acción y emociones hasta el final. Talleres, más que una sorpresa, fue la confirmación de que está para la discusión importante. Y más si enfrente hay un oponente con las tuercas tácticas flojas.