MANCHESTER CITY-REAL MADRID / Siniestro total en Mánchester
El City, abrumadoramente superior, acaba con el sueño de la Decimoquinta sin necesitar siquiera a Haaland. Courtois evitó un mal mayor. Benzema, desaparecido.
Y es que falló todo en el campeón. El plan. Vinicius, ensombrecido por Walker. Benzema, sin musas ni participación. Rodrygo, Valverde, los veteranos, los jugadores a pie de calle y hasta esa resistencia genética a la derrota. En el atestado figurará Courtois como único superviviente del desastre.
El fútbol, cosas de nadar en la abundancia, es cuestión de prioridades, de abrigar para desvestir. Con eso se encontró Ancelotti en Mánchester y decidió que eran preferibles su mejor central (Militao), pese a sus despistes recientes, y el que mejor salida de pelota le ofrece (Alaba) ante una presión intensa que un exitoso marcador circunstancial que se metió bajo el sobaco de Haaland para impedirle volar hace una semana (Rüdiger). Ancelotti siempre será un clásico. Pero esta vez todos fueron otra cosa: Haaland, el City y, sobre todo, el Madrid.
Hasta donde llegó Courtois
El equipo de Guardiola prologó el partido como en el Bernabéu. Se quedó la pelota sin que lo discutiera el desorientado oponente y fue cocinando a fuego lento su presencia en el área. Es, definitivamente, un equipo más persistente que feroz, y saquen de la afirmación a Haaland. Pero esta vez el Madrid no salió de las emboscadas como hace una semana. El inicio se llenó de perdidas rápidas del equipo blanco, de balones cruzados con imprudencia y de alguna desatención de riesgo extremo. En una de ellas Haaland llegó incluso a desbordar a Courtois antes de quedarse sin ángulo y sin gol. El segundo intento precisó del primer milagro del belga, cuando a tres metros de la línea de gol le cabeceó el noruego un centro de Grealish. Courtois evitó el desastre con el abdomen. Entre lo uno y lo otro llegaron dos remates lejanos y venenosos de Rodri y Stones, que aquí son de pierna larga hasta los mediocentros de quite. La invasión alcanzaba ya el área del Madrid, que aceptaba pasivamente aquella lluvia de metralla.
El City era mejor en todo. Recuperaba abrumadoramente, se desplegaba por fuera con Bernardo Silva y Grealish, empujaba con sus mediocentros y a De Bruyne se lo encontraba el Madrid allí donde mirara. El equipo de Ancelotti era un pelele sostenido por un ángel de la guarda, Courtois, que le volvió a quitar un gol seguro a Haaland, en otro remate de cabeza sin oposición. El campeón no existía en ataque; solo defendía mucho y mal. Así que el gol de Bernardo Silva no resultó una sorpresa, ni en el fondo ni en la forma. Llegó en una acción insólitamente sencilla a estas alturas de una Champions. De Bruyne filtró un balón por dentro a Bernardo Silva, al que le sobraron tiempo y espacio para controlar y elegir palo. Lo puso donde no podía llegar Courtois, que era mucho decir. Kroos no perdió detalle de la acción con la vista.
Autogol y fin de la historia
El Madrid tardó media hora en levantar la mano, pero lo hizo fugazmente: un esprint fallido de Vinicius, un desmarque de Benzema... y un zapatazo de empeine de Kroos que sacaron entre Ederson y el larguero. Un principio que no tuvo fin, porque casi de inmediato repitió Bernardo Silva, que encontró en su cabeza un rechace de Militao y no perdonó el 2-0. Un gol imprevisto pero merecidísimo ya muy cerca del descanso.
A eliminatoria perdida, el Madrid, tarde, recordó la letra del himno, todo nervio y corazón. Así se enganchó brevemente al partido. Primero con una primera presión más agresiva, después con posesiones más largas, más tarde con un zapatazo lejano de Alaba que salvó Ederson. Pero no es fácil recuperar tanto tiempo perdido ante el líder de la Premier y, probablemente, del fútbol mundial.
Para ese nuevo plan, más vigoroso, sobraba la vieja guardia, Modric y Kroos. Ahí entró en funcionamiento el plan B: Rüdiger central, Alaba lateral, Camavinga mediocentro, Asensio cuarto delantero. El City, para entonces, había declarado el alto el fuego. Se protegía bien, a ratos con la pelota y a ratos sin ella. Tenía la seguridad de que el trabajo ya estaba hecho, de que el Madrid de las resurrecciones no estaba ya enfrente porque era incapaz de traducir su mejoría en verdaderas oportunidades. A cambio, Courtois y el larguero volvían a frustrar a Haaland, el único insatisfecho de los citizens, antes de que un autogol de Militao y el tanto de postre de Julián Álvarez echasen el cierre al partido, a la eliminatoria y al curso del Madrid. Queda un ratito aburrido de Liga y un debate amplio sobre el futuro. Todo vuelve a estar bajo investigación. Incluido Ancelotti.