FINAL EUROPA LEAGUE I SEVILLA 1 (4) - ROMA 1 (1) / ¡El Sevilla es inmortal!

El club de Nervión mantiene su leyenda y gana en los penaltis su Séptima Europa League de 7 finales. Bono y Montiel decidieron en la tanda ante una Roma de Mou que se adelantó con gol de Dybala.


José A. Espina
As
Este Sevilla es inmortal. En la que iba a ser su peor temporada de los últimos 20 años, siete meses coqueteando con el descenso en Liga, el club de Nervión alargó su relación con la Europa League y levantó la Séptima, lo que le permite además entrar en la Champions de la próxima temporada como cabeza de serie. Los de Mendilibar, un entrenador que ha tardado 62 años en condecorarse para la máxima elite, sufrieron lo indecible, tuvieron que empatar un marcador adverso y llegaron hasta otra tanda de penaltis, la tercera en finales de este tipo. Pero como en Glasgow 2007 y Turín 2014, la Copa te eligió a ti Sevilla. Bono y Montiel, el portero que hizo a Marruecos semifinalista en Qatar y el argentino que metió el penalti decisivo para ganar la Copa Mundial, decidieron desde los 11 metros. No es tu competición fetiche, Sevilla. Tú, en realidad, eres el equipo fetiche de la Copa. Tu Copa.

Perder una final es como romper con una novia. Este Sevilla de los títulos había sucumbido últimamente en alguna Copa del Rey y también en varias Supercopas, torneo menor cuyo luto desaparece normalmente al cabo de las horas. Pero la Europa League, ay la Europa League. Amor adolescente junto al que el club de Nervión creció en la grandeza, con el que ha compartido años y años de idilio. Un amor que estuvo a punto de robarle ese maquiavélico villano portugués en la noche de Budapest, este último día de mayo de 2023. José Mourinho y su Roma amenazaban con cargarse una pasión que se resiste a morir. Que parece eterna.

En la alineación romana destacaba la titularidad de Dybala, al que Mourinho descartó en la previa para más “de 20 o 30 minutos y con el que ha estado en los últimos días apostando a pares y nones con el verdadero estado físico del argentino. Lo que no sorprendió, no sorprende ya nada, es este modus operandi del entrenador portugués, al que le encantan estos juegos mentales para tratar de despistar al rival. Uno intuye que a Mendilibar, tan simple, puro y sano como el plan de pueblo, le daba exactamente igual que le escondieran o no a un futbolista rival. Aunque sea el mejor.

Además de un órdago, la presencia de Dybala se convirtió en un declaración de intenciones: la Roma iba a salir valiente. Al menos, más valiente de lo habitual. Y eso descolocó al Sevilla, que aguardaba un rival aculado y expectante. Una buena jugada del argentino por la izquierda, donde percutían los italianos en busca de Telles, acabó con el primer disparo peligroso, de Spinazolla, dentro del área. Bono detuvo con algo de angustia. Sin exuberancias, pero con más o menos asiduidad, eran los giallorossi los que pisaban más el área de Bono. En ésta, Rakitic se lió en el control de un balón, Cristante le desplazó minímamente y Mancini habilitó a Dybala. El argentino definió con la calidad que le ilumina ante Bono (0-1, 35′).

El Sevilla no había carburado hasta entonces, incapaz de crear una mínima llegada de peligro, y la Roma mordía en el centro del campo, se imponía casi siempre en los duelos. Una versión desconocida durante esta corta pero intensa era Mendilibar. Rakitic, también, en el descuento de la primera mitad, creó la única ocasión clara hasta entonces para los nervionenses, pero vaya ocasión: su zurdazo desde fuera del área se estrelló en el palo de Rui Patricio.

Esa madera dio pasó tras la reanudación al más madera de Mendilibar. La inclusión de Lamela y sobre todo un gran Suso le dio otro aire a la ofensiva sevillista. El alboroto de ambos lo aprovechó Navas, con mejores socios en ataque. Después de una de esas combinaciones, el palaciego mandó un centro medido al corazón del área para que Mancini, con En Nesyri en la chepa, la introdujera en su propia portería (1-1, 54′). Sin alardes de uno y de otro al partido le quedaban un puñado de jugadas con papeletas para acabar dentro: una melé en el área sevillista que no fue gol de puro milagro; un penalti pitado por el inglés Oliver que desdijo el VAR; y un paradón de Bono a Belotti.

Y salió una prórroga jugada con pocos acercamientos y mucho miedo, marcada por varias tánganas y pérdidas de tiempo Made in Mourinho. En el último instante antes de los penaltis, Smalling la mandó de cabeza al larguero antes de que Superman Bono le detuviera un penalti a Mancini, que el palo, su mejor amigo, se encargara de Ibáñez y que Montiel, esta vez tras repetición por haberse adelantado Rui Patricio, trajera la Séptima a su hogar, su verdadero hogar: Sevilla.

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