FINAL COPA DEL REY | REAL MADRID 2 - OSASUNA 1 / La Copa que vino de Brasil
Dos goles de Rodrygo y otro partido espectacular de Vinicius le dan su vigésimo título al Madrid. Osasuna, siempre a contracorriente, luchó hasta el final y anduvo cerca de la campanada.
El partido pareció saltar por los aires antes de que se cumplieran dos minutos por el flanco más previsible. Las posibilidades de supervivencia de Osasuna pasaban por alargar el pleito, así que el Madrid tomó un atajo habitual: Vinicius. Hay circunstancias que no por conocidas son evitables. Arrasate quiso tapiarle la banda con Moncayola y Rubén Peña, un mediocentro de carácter y un lateral alegre, pero en fútbol tampoco se venden puertas para el campo. Vinicius tomó el primer balón que cayó en sus pies, liquidó a Moncayola como a un juvenil y después despachó a Rubén Peña con un acelerón sobre la línea de fondo. La parte fácil fue para Rodrygo, que esperó el envío en el segundo palo para adelantar al Madrid.
El aire fue rojillo
Ancelotti, que jugaba dos partidos en uno, decidió no arriesgar con Modric. Y menos aún con Ceballos, su relevo natural, que en la víspera sintió molestias en los isquiotibiales. Lo uno y lo otro llevaron a Tchouameni, que ha rodado cuesta abajo en el escalafón. De estos meses aquí ya ha aprendido algo: el Madrid no espera a nadie. Eso restó al equipo salida de pelota y permitió a Osasuna una primera reacción muy en lo suyo. Antes del primer cuarto de hora había metido ya cuatro cabezazos (Aridane, Budimir, Oroz y Torró) en el área de Courtois, ninguno especialmente inquietante. Más que peligro, marcaban tendencia. La fuerza aérea era de Osasuna, pero mandaba la caballería ligera: Vinicius.
A los 22′ le había sacado ya la amarilla a Moncayola, desbordado, advertido e indefenso. Tuvo que dejarle marchar tres minutos después para no inmolarse y casi le cuesta el segundo tanto a su equipo. Benzema acabó encontrándose con un balón franco en el borde del área. Una estirada al límite de Sergio Herrera evitó el tanto. Osasuna también tuvo la suya, de Abde, ese verso libre. Le limpió un balón a Militao, afectado por un apagón general, y picó la pelota ante la salida de Courtois. Una picardía sin la potencia precisa. Carvajal llegó para sacar la pelota a un metro de una línea de meta.
El partido vivía una aparente igualdad que no era real. La pelota se repartía, las oportunidades no. En un golpe franco Alaba estrelló su izquierdazo en el larguero. La enésima correría de Vinicius culminaba con una rosca que caminó hacia la escuadra sin dar con ella. Una aparición estupenda de Camavinga quedó estropeada con un remate sin puntería con la izquierda. Con el marcador en contra, Osasuna precisaba del buen pie de Moi Gómez y Oroz, pero el partido apenas pasaba por ellos.
Después llegó el calentón habitual de Vinicius, descontroladísimo por culpa de un mal gesto de David García y algún cántico censurable de la grada. El duelo se vio enrarecido cerca del descanso. Medio Madrid, en el campo y en el banquillo, intentaba sin éxito enfriar al brasileño, el jefe del partido siempre metido en líos. Lucas Vázquez quiso ser el valium que necesitaba su compañero, pero no funcionó. Dentro de túnel de vestuarios continuó la bronca, a la que se apuntó el suplente Chimy Ávila.
Otra vez Vinicius
En el inicio de la segunda parte Osasuna cambió la dinámica sin que Arrasate modificase ninguna pieza. Empezó a robar más arriba y a dificultar el primer pase del Madrid, que empezaba a jugar el partido del martes sin rematar el del sábado. Eso es el equipo navarro: se siente a gusto fastidiando al rival. Y lo hizo de verdad hasta llegar al empate con justicia. Fue en un derechazo lejano, raso, seco, imparable para Courtois, de Lucas Torró. El entusiasmo rojillo derivó en una avalancha en la grada que pudo acabar en una desgracia.
Al Madrid no solo se le escapó la ventaja sino la posibilidad de contragolpear, porque Osasuna bajó su bloque y volvió a la casilla de salida. Vinicius se mantenía oculto, pero su reaparición volvió a resultar decisiva. Dejó atrás a Rubén Peña por enésima vez a la velocidad del sonido para ceder el balón atrás. Lo despejó mal David García, la pelota le quedó a Kroos, cuyo disparo, desviado por el propio central rojillo, fue a parar a Rodrygo, imán de balones perdidos, y este firmó el doblete. Para entonces, Camavinga ya era el jugador más entero del Madrid y a Ancelotti le pareció un desperdicio como lateral. Así que entró Rüdiger para facilitar su ingreso en el centro del campo. Arrasate cambió sus dos bandas buscando por ahí la redención. También metió a Chimy Ávila. Nada resultó, pese a que el equipo navarro murió en área blanca. Solo hay un Vinicius, la poción mágica, y lo tiene el Madrid.