EUROPA LEAGUE | JUVENTUS 1 - SEVILLA 1 / Fino alla fine

Gatti, cuando ya se había cumplido el descuento, pone sordina y más suspense para la vuelta, ante un Sevilla que completó un partido de mucha categoría en Turín.

José A. Espina
As
Un gol de Gatti cuando el tiempo de descuento ya se había cumplido apretó una eliminatoria que el Sevilla se llevaba a la vuelta de Nervión con la victoria, resultado que sin duda pondría las cosas algo más fáciles para un equipo, el de Mendilibar, capaz de cuajar un partido gigante al que tan sólo ese tanto postrero fue capaz de poner algo de sordina. Se trataba en todo caso de marcharse vivos del Juventus Stadium y el 1-1 lo habrían firmado todos y cada uno de los casi 1.500 aficionados blanquirrojos que, aunque con algo mosqueo, vivieron otra noche europea que seguro recordarán. Más aún, si el embrujo de Nervión hace el resto dentro de una semana para meter al Sevilla en la que sería su séptima final de Europa League.

Fue maravillosa la puesta en escena del Sevilla, capaz de dominar los tiempos del partido comandado por un Ivan Rakitic que en Turín recordó a aquel todocampista que hace ya casi una década sedujo y luego triunfó en uno de los mejores Barcelonas de la historia.

Bajo la batuta del croata y protegidos por una defensa en la que Badé y Gudelj supieron contener a Vlahovic y Di María y casi siempre a Kostic, el equipo de Mendilibar se movió a su antojo por el campo como lo que es, porque seis títulos de este torneo (y los que vengan) no las gana cualquiera. Ocampos había avisado ante Szczęsny con dos cabezazos peligrosos y un disparo cercano pero que le vino demasiado encima cuando Óliver Torres, certero entre líneas, despejó la jugada para que el extremo argentino avanzara solo y su centro lo rematase en el segundo palo En-Nesyri (0-1, 26′). Contragolpe de libro, resultado letal.

Poco después de su regalo, Ocampos se vería obligado a retirarse por unos problemas musculares que le llevaban avisando durante la semana. Tampoco eso despistó al Sevilla. Los nervionenses contemporizaron los suficientemente bien como para alcanzar el ecuador sin sobresaltos, apenas alguna internada con chispa de Kostic por la banda izquierda juventina.

Incomprensiblemente para propios y extraños, Allegri decidió convertir al serbio en uno de los sacrificados para la segunda mitad. En su lugar entró Iling, un inglés que la Juventus ‘robó’ de la cantera de Chelsea y que se ha ganado en los últimos un papel de revulsivo que volvió a justificar. De sus botas salió un caño a maravilloso a Badé tras el que Acuña tuvo que pagar un peligroso fuego y poco después pondría a prueba a Bono con un disparo seco que el marroquí convirtió en parada más o menos fácil por su buen posicionamiento.

Chiesa, que también había saltado al campo tras el descanso, no podía con Acuña, magistral otra vez en su posicionamiento el lateral argentino y capaz de desquiciar y desactivar a su compatriota Di María. Salvo algún esprint de Cuadrado y los arabescos de Paul Pogba, que salió por detrás del punta pero parecía que no iba con él (como con algunos juventinos más) el partido, la Juve inquietó poco más a un Sevilla que había sabido sufrir cuando el partido más lo necesitaba.

Pero a esta Juve de mínimos le queda el escudo, la historia, y ramalazos que recuerdan a otros gigantes continentales que el Real Madrid: Fino alla fine (hasta el final) dice su eslógan, igual que el del equipo blanco. En el final, ya se había cumplido de hecho el sexto minuto de alargue, Chiesa botó un córner al segundo palo, Pogba la devolvió al primero y Gatti certificó el empate que obligará a los de Mendilibar a sufrir algo más en el Sánchez-Pizjuán.


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