EUROLIGA | OLYMPIACOS 78-REAL MADRID 79 / ‘El Increíble’ Llull agarra la Undécima con la canasta de su vida
El Real Madrid es pasado y futuro, “historia que tú hiciste, historia por hacer...”. El presente vuela, siempre está de paso, se olvida rápido; pero este ahora es rabioso hasta que pase a formar parte de la leyenda del club, de un mito inacabable: el Madrid es campeón de Europa por undécima vez en su historia, indiscutible rey del balón naranja, tres trofeos más que el CSKA, cinco más que el Panathinaikos y el Maccabi… ocho por encima de su rival esta noche, el Olympiacos. Ahí está siempre, llueva, truene o haga sol. Ahí está de nuevo tras una travesía por el desierto que se alargó durante 35 años con el único oasis de Zaragoza en 1995. Una nueva edad de oro que recuperó Laso y quiere continuar Chus Mateo, el sexto entrenador merengue en levantar la Euroliga. Planteamiento perfecto el suyo y el del cuerpo técnico con los escasos recursos interiores disponibles, frente a un adversario sediento de éxito. Detrás, el club haciendo muchas cosas bien que antes hacía regular, de ahí que lo descabalgaran de la élite. Pero eso fue en décadas pasadas, porque el último decenio luce blanco radiante: tres trofeos y seis finales de diez posibles, “porque nadie resiste tus ganas de vencer”, ni la armada roja de El Pireo.
El salto entre dos se demoró por un problema en la mesa, así que la afición el Olympiacos arañó unos minutos para bramar a su antojo. El duelo comenzó con triple de Canaan (5 de 6) contestado por Ndiaye, otra vez titular para sujetar a Vezenkov, aunque el Real pronto enseñó su zona 2-3, eterna. Williams-Goss iba hacia dentro y Tavares era la boya, esta vez ante un reto de altura, Moustapha Fall, de su mismo tamaño, con talento y habilidad para sacar el balón de dentro a fuera, pero por debajo de Edy en intimidación, determinación y calidad. Pronto sumaba dos faltas y otras dos Bolomboy y otras dos Tarik Black, los tres cincos griegos. El Olympiacos acumulaba faltas y, a la vez, ventajas, la irrupción de Vezenkov le puso a otro nivel. Los blancos seguían con la zona, el adversario no venía de sus mejores porcentajes en el lanzamiento y, además, esa disposición frenaba algo la movilidad y los cortes continuos de los de Bartzokas. Les forzaba a jugar a otra cosa, aunque mantuvieran su alto ritmo de pase. Y a otra cosa era a lanzar más de fuera, moviendo la bolita como si fuera balonmano hasta encontrar el lanzamiento franco.
Vezenkov elevaba el +12 (24-12) y Chus Mateo ya había sacado a Hezonja, y a Sergio Rodríguez y Causeur. Con ellos algo hizo clic. Magnífico el Chacho en la gestión de los ataques, muy bien el francés atrás y del 5 de 13 en triples heleno en el primer acto se pasó al 3 de 9 en el segundo. Un poco como ante el Barça, se trataba de perseverar y aguardar que el porcentaje bajara. No lo hizo mucho; crecieron los blancos, con un fantástico Hezonja (10 tantos en ese tramo). El croata corría, aprovechaba desajustes, robaba y encestaba de tres. Parcial de 5-20 en cinco minutos. Las sensaciones eran buenas, el ritmo propio, se jugaba a lo que quería Mateo: 40-45 antes del 45 iguales del descanso porque McKissic (clave siempre) ya andaba en la escena. Vezenkov (20 de valoración al intermedio) apenas había descansado 25 segundos, Tavares cinco minutos.
En la reanudación, se repetían quintetos iniciales, solo cambiaba la presencia de Hezonja. El Olympiacos volvía a encontrar la vena anotadora, lo hacía Canaan con 9 puntos centelleantes al tiempo que en la otra trinchera se iba la luz, tres minutos y medio sin encestar, ni Rudy ni Hanga asomaban: 57-52. El Chacho a pista, a crear, pero por Hanga, no por Goss, que con un triple y un robo con falta empataba a 59. La goma, y nuevo estirón de la armada roja, de un imperial Vezenkov (71-64), le estaban cogiendo el aire a la zona parecía, al menos hasta que dejaron el balón en manos de Walkup y Fall para tiros importantes, muy importantes. Tres minutos a cero dentro de los últimos seis para el ya campeón parecían una condena de la antigua Grecia…
No tan rápido, era el Madrid del último recurso, el de las hazañas imposibles, asombrosas, el del último milagro. Y llegó de nuevo, de reacción en reacción hasta la victoria final. Es el club, es la vieja guardia, es un espíritu indomable e inexplicable, prodigioso, rodilla a tierra por estos campeones. A falta de 2:10, la desventaja era de 6 (78-72) con fatiga incluida, que parecía no darle el cambio de ritmo que necesitaba, con los héroes en pista desde hacía muchos minutos. Pero ¿saben, qué? Ocurrió de nuevo. Chachismo, primero. El tinerfeño se fue para dentro, luego una revisión le quitó la bola a Tavares y Vezenkov no lo aprovechó, Sergio Rodríguez la embocó de tres a 46 segundos. Restaban dos ataques, el del Oly terminó en tiro de Fall. Rebote de Tavares, falta de Walkup y 12 segundos para armar un ataque mundial, que dejó a Llull, tras los cambios de marcaje, en un uno contra uno con Fall, para dentro y tirito bombeadísimo de cinco metros… ¡¡¡Dentro!!! De un killer, a otro, Sloukas, que en tres segundos no replicó el milagro. El Madrid, otra vez campeón de Europa, qué leyenda de equipo.