Esto va a ser largo
Madrid y City empatan en un partido de rachas pero igualado. Vinicius y De Bruyne, con dos zapatazos, firmaron las tablas. Rüdiger se comió a Haaland.
La primera escena del partido fue un pelotazo a Haaland, esa especie invasora que se ha apoderado del City y probablemente de la próxima década del fútbol mundial. Una falsa impresión. Es el noruego quien ha entrado en el universo Guardiola y, por tanto, lo que vino después resultó más convencional y menos conveniente para él, que tuvo una presentación fantasma en Madrid. El balón se lo quedó sin paliativos el campeón inglés, al que gusta anular la voluntad del rival con una recuperación rápida y un juego envolvente. Una sedación lenta que aleja al oponente del partido y del público. Le sobran jugadores para ejecutar esa maniobra: Rodri, Gündogan, De Bruyne, Bernardo Silva…
Así que el Madrid se vio aculado en las tablas de Courtois sin que pudiese determinarse si aquello fue por imposición o por vocación. Resultó lo segundo, aunque pareció más lo primero cuando empezó a llover plomo sobre la meta del belga, que tuvo que sacar dos remates lejanos pero con guasa de De Bruyne y Rodri y otros dos menos intencionados de Haaland. De aquel abusivo dominio del City era incapaz de escapar el Madrid porque Guardiola había envuelto a Modric y Kroos en su tela de araña y nadie era capaz de lanzar a Vinicius ni a Rodrygo. El equipo de Ancelotti vivía encarcelado en un tercio de campo ante un Bernabéu inquieto por aquella sumisión. El estadio silbaba con desesperación los macrorrondos ingleses. Un 75% de posesión citizen en el primer cuarto de partido definía bien el estado de la cuestión.
Y de repente, Vinicius
Al público no le inquietaba tanto aquella tenencia abrumadora de pelota del City como la falta de amenaza del Madrid, que tardó 25 minutos en llegar. Sucedió en un robo de pelota de Vinicius, quien metió un centro raso que cruzó frente a Ederson camino de Benzema hasta que Rubén Días se entrometió providencialmente. Una ocasión frustrada que anunció un cambio de viento.
El Madrid se convenció de que el City es la mitad en defensa que en ataque, inició una presión selectiva, lanzó alguna contra, metió dos balones al área y empezó otro baile, el que mejor practica el Madrid: hacerse el muerto y andar muy vivo. En esa dinámica, Camavinga se echó una carrera de 60 metros que dejó muy atrás a Bernardo Silva, le entregó la pelota a Vinicius y el brasileño, en posición de diez y desde tres metros fuera del área, metió un derechazo propio de Valverde que se tragó Ederson. En cada partido amplía su catálogo. Aquella revolera imprecisa que llegó del Flamengo va camino de convertirse en jugador total. El gol reveló también que aún hay cosas del Bernabéu que al City (y a cualquiera) le resultan indescifrables.
La reacción inglesa antes del descanso no tuvo contundencia: un buen centro de De Bruyne desaprovechado, un par de córners y una pelea barriobajera entre Carvajal y Grealish, el combate de la noche, con Guardiola como narrador interesado en la oreja del cuarto árbitro.
Las dos caras de Camavinga
Para corregir la inferioridad numérica del Madrid en el centro del campo, Ancelotti le dio un doble papel a Camavinga: cuarto centrocampista con la pelota, lateral sin ella. Una maniobra astuta que le daba una dimensión diferente al choque. El Madrid encadenó un buen tramo de posesiones largas y fabricó una gran ocasión, en disparo de Benzema. Aquella vuelta a la calma le iba bien a él y no tanto al City, que ahora buscaba un partido más abierto, de idas y venidas. Nadie se sentía a salvo. Courtois metió una mano mágica ante De Bruyne en jugada previamente invalidada por fuera de juego y Alaba le quitó un gol seguro a Haaland, esa bala de cañón hasta entonces oculta. Al otro lado, el Madrid esta vez sí pisaba el área de verdad e intimidaba con disparos bien dirigidos de Rodrygo y Valverde. El equipo entendía que era su momento frente a un City aparentemente menos entero en lo físico y lo anímico, pero el fútbol es caprichoso. Ocurrió en la primera mitad, con el tanto de Vinicius, y se repitió en la segunda, con un zapatazo del mismo estilo de De Bruyne tras una imprudencia de Camavinga. El belga nunca abandona al equipo.
Al Madrid le costó volver, pero lo hizo. Ederson le sacó un cabezazo a Benzema, en la segunda acción notable del francés, y un trallazo a Tchouameni mientras el City firmaba las tablas protegiéndose con la pelota, si no pidiendo la hora. El final dejó cierta acidez en el Madrid, pero estaba escrito que esto acabará en Mánchester y así será.