ESPANYOL 3-ATLÉTICO 3 / El Espanyol sale aún vivo del caos

Montes, Joselu y Vinicius empatan en quince minutos el 0-3 con el que el Atlético llegó a ganar en Cornellá. La salvación para los pericos, a tres puntos.

Patricia Cazón
As
Los últimos diez minutos fueron de desfibrilador, de un caos del que el Espanyol emerge aún vivo, con esperanza y pulso, aunque sea mínimo, cuando estuvo muerto una hora. Que se jugaba la vida ante el Atleti estuvo en todas partes desde el inicio. No habían pasado ni noventa segundos y, por dos veces, Melamed y Puado habían testado ya los guantes de Grbic. La grada casi llena un miércoles a las diez. Las carreras de los futbolistas de Luis García que no corrían solo por ellos, lo hacían por todos. El aire, irrespirable que pasó por todos los estados de ánimo. Porque si acabó con un “Sí se puede”, hubo un momento que lo atravesó uno de esos silencios que pesan y duelen solo roto por algún grito al palco: “Diles que se vayan”.

Había salido Luis García con un cambio respecto a Vallecas (Montes por Gómez), a defender con el balón, de ahí Calero de nuevo en el pivote, y a correr. Corrían bajo el percutir de corazones histéricos al mirar la clasificación y verse penúltimos. Pero el Atleti no está ya de vacaciones. Cuando el partido comenzó, el Madrid le había arrebatado esa segunda plaza que va y viene desde hace dos semanas y que para los rojiblancos es la consolación que maquille una temporada en la que no se luchó por nada. Con casi más en la enfermería (siete) que a disposición, Simeone se presentó con los once futbolistas del domingo, salvo Correa por Morata, y un banquillo de chavales. Pasado el comienzo urgente perico, equilibró el duelo cerrando espacios, sostenido sobre la salida de balón de Hermoso y ese todocampista apellidado Griezmann y que es Simply... The Best.

El chico del pelo rosa fue el primero que se lo hizo saber a Pacheco, que estaban en Cornellà para jugar y no pensando en la playa, con un disparo por alto. Correa erró después a bocajarro. Entre medias, el Espanyol se lanzaba en estampida hacia Grbic cada vez que seguía arañando un balón. Pero sin tino. Y en el minuto Jarque, precisamente en este, Saúl caería como una guillotina sobre Cornellà al arrancarle el papel celofán a una pelota de Hermoso que fue caramelo. El defensa intuyó su desmarque al espacio y allá que le envió el balón, largo y raso. Y Saúl lo mandó a la red a su estilo: apellido azo. Controló escorado y definió con la zurda. La pelota besó la madera, como con tristeza, antes de irse adentro. El Espanyol se levantó, tambaleante, pero a lo suyo: irse hacia Grbic en cada balón o en cada córner. Pero el portero detendría primero, salvaje, ante Puado y Cabrera en una jugada en la que los pericos pidieron mano de Hermoso y, después, ante Joselu. Cada tiro de los de Luis García era al aire mientras que, los del Cholo, ante Pacheco tiraban a matar. Antes del descanso, repelía el portero un disparo de Saúl como la madera el rechace de Carrasco y el portero, por tercera vez, con el cuerpo, una pelota en la línea. Era de Grizi y detuvo el juego con suspense de VAR: un plano cenital descubría que había rebasado la cal por completo. Ahí fue cuando en Cornellà empezó a escucharse el silencio. En ese minuto. El último antes del descuento.

El resurgir del Espanyol

Los gritos al palco comenzaron a los quince segundos de regresar el partido. Ni tiempo le había dado a Vinicius, que entraba por Calero, a asentarse cuando Correa disparaba, Pacheco no blocaba y Carrasco embocaba. Pero cuando el Espanyol parecía muerto, virtualmente en Segunda, se levantó, emocionante... Y definitivo. Corriendo hacia Grbic, lanzando córners, agarrado a ese hálito de vida que le daba el reloj a pecho descubierto. Y entonces llegó Montes en el 64′ y se lo gritó a la grada, para que se volvieran a levantar las bufandas y espantar el silencio, con un testarazo inapelable. Y en el 72′, la cruceta repelía un disparo de Nahuel pero dos más tarde Grbic derribaba a Puado en un penalti que sonó a pura vida en Cornellà. Lo lanzó Joselu, lo marcó. El silencio ya no existía, tampoco el miedo, los dedos al palco guardados. Y en el 79′, Vinicius lo convertiría en el 3-3, la locura, el nunca dejar de creer perico, al cabecear como si fuera la última pelota en la tierra un centro de Aleix Vidal a la red. Y así amarrar un punto al menos. Ese punto para afrontar las últimas dos jornadas aún con vida. Después del caos. Y un 0-3. 


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