El Madrid estaba en Sevilla
La intensidad de la Real y la sabiduría de Silva se comen al equipo de Ancelotti, con la cabeza en la Copa. Militao le regaló el primer gol a Kubo. Carvajal fue expulsado.
Siempre es mejor poner un nueve que ninguno. Eso debió ocurrírsele a Ancelotti sobre la marcha en Anoeta para sacar de la trastienda a Mariano, al que los datos se han llevado por delante: siete goles, 19 lesiones, una amigdalitis y el COVID en cinco años. Ocurrencia también fue darle el 7 de Cristiano en su regreso. Pronto se perdieron el dorsal y la esperanza. Lo cierto es que Ancelotti convenció a Benzema de que el pichichi puede esperar, le dejó en Madrid y tiró de su delantero fantasma. Una decisión fácilmente explicable: a su equipo no se la ha perdido nada ya en esta Liga. Lo que pasa es que a Mariano tampoco se le ha perdido ya nada en el Madrid. Tardó demasiado Ancelotti en meter a Álvaro, que por ahí sí puede haber futuro.
Frente ese Madrid híbrido, con seis titulares y cinco suplentes, Imanol vistió a la Real con traje de luces. Silva, Kubo y Oyarzabal, cuadrilla de arte, más Sorloth, uno de esos delanteros más apreciados por su números que por su elegancia. Su visión del partido, con la Champions por rematar, era claramente diferente. También su actitud de salida, con una presión imperativa a toda cancha. Para vacunarse contra ello salió Kroos, que le marcó al Madrid una puerta de servicio para aquellas emboscadas.
Con paciencia artesana el equipo de Ancelotti fue escapándose de la trampa y creó las dos primeras ocasiones. La primera, de esmerada elaboración, abrochada con un remate de Tchouameni que obligó mucho a Remiro. La segunda fue un clásico: cabezazo de Militao a la salida de un córner con desenlace en los guantes del meta realista.
Manda Silva
Un buen inicio del Madrid que comenzó pronto a torcerse por la esperada aparición de Silva. Es difícil encontrar a alguien que haya jugado mejor a esto en los últimos quince años. Ese cambio de aires trajo ocasiones estupendas de la Real. Zubimendi, casi sobre la línea, obró el milagro de no meterla. La pelota se encaprichó del larguero. Poco después fue el propio Silva el que dejó pasar un buen tren. Sorloth le dejó frente a Courtois y, como a tantos, el belga le pareció demasiado grande. En plena efervescencia, Anoeta reclamó un posible penalti de Militao a Oyarzabal. Jugada de apreciación arbitral ante la que el VAR, esta vez con razón, hizo la estatua.
El Madrid, para entonces, solo encontraba la salida de Rodrygo, desbordante, emprendedor, rápido y muy poco acompañado. Asensio apenas profundizaba en la derecha y Mariano era una casilla en blanco. Es un delantero de poca autonomía, muy dependiente del equipo. Y el equipo no tenía gobierno sobre el partido. Tampoco demasiados apuros. En ello tenía mucho que ver Tchouameni, con mejor tono que en las últimas semanas. El Madrid espera que tenga las mismas propiedades curativas que Casemiro, que tampoco cayó en el equipo llovido del cielo. Esta vez sí dio la impresión de estar a la altura de su precio.
En la Real, la alta intensidad no era capaz de justificarlo todo. Había más sudor que verticalidad, más kilómetros que llegadas, más Silva que Kubo y Oyarzabal, incapaces de superar a un Carvajal al alza y al siempre fiable Nacho. Sin embargo, esa insistencia en perseguir le regaló un gol a la Real, que llegó por vía casi cómica. Militao se escurrió en la salida de balón y apurado y presionado intentó después una cesión suicida a Courtois. Kubo llegó antes para marcar. Quiso contener la celebración, pero no le salió. No se ve de vuelta en el Madrid.
La roja a Carvajal
A partir de ahí, el Madrid empezó a sentirse en Sevilla. Apenas tuvo reacción y pronto se vio con diez por doble amarilla a Carvajal en siete minutos. La primera, por protestar. La segunda, muy poco clara. Llegó al balón antes que Aihen Muñoz. Pulido Santana quiso perdonársela, pero Anoeta le hizo cambiar de opinión. Para eso están los públicos y para abstraerse de ellos, los buenos árbitros. Ahí tocó retirada. Se marchó Kroos ante lo irremediable y se quedó inexplicablemente Rodrygo, que ya no pintaba nada en el partido y sí para lo que resta.
Todo lo que ocurrió de ahí al final lo hicieron la Real y Courtois, con una parada excepcional a mano cambiada a lanzamiento de falta de Barrenetxea. A la colección de malas noticias para el Madrid hubo que añadir la salida de Asensio, con evidentes molestias físicas. Para entonces el equipo ya se había marchado del partido y lo aprovechó el propio Barrenetxea para dejárselo claro con un segundo gol. El equipo de Ancelotti queda licenciado de esta Liga con deshonor.