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Un postulado: fue el mejor partido del ciclo Almirón. Y hay argumentos de sobra para justificar la sentencia: dominio
total, dos goles de ventaja, triunfo que jamás estuvo en discusión,
actuaciones individuales en muy buen nivel, valla invicta. Hay más,
mucho más de hecho. Pero una jugada es el ejemplo más contundente. Una
jugada que no terminó en gol, como tantas otras, pero que marca que algo
cambió. Fue a los 39 minutos del segundo tiempo: una pared entre el Pulpo González y Rolón, llegando los dos a las puertas del área de Belgrano,
y una definición fallida (otra más) de Villa. Pulpo González (debut en
el torneo) y Rolón, que había jugado sus primeros minutos del año contra
River. Lo del colombiano no sorprende: la naturaleza le dio en el
físico todo lo que tiene -la velocidad, la técnica, la resistencia-. Si
los dones abarcaran otros aspectos (entendimiento del juego, frialdad
para definir) sería un jugador europeo. Pero ése es otro tema.
Que dos suplentes recontra postergados entren y jueguen, ingresen y no desentonen (además de Sández y de Briasco), habla de ese cambio radical. Esto sólo pasa cuando un equipo funciona como tal.
Algo que en Boca no pasaba desde hacía mucho tiempo. En los peores
tiempos de Ibarra y de Battaglia, de hecho, podía entrar Mbappé y jugar
mal. El gran aporte de Almirón, hasta el momento, ha sido ése:
transformar un rejuntado de individualidades en una estructura
coherente, con ideas claras, en donde hay funciones claras y
repartidas, un trabajo de la semana que se ve en algunas jugadas (los
córners rápidos con los que Boca estuvo dos veces muy cerca de marcar
ante la siesta de Belgrano), coberturas de espacio, agresividad ante la
pérdida de la pelota, una búsqueda de protagonismo que lamentablemente faltó hace una semana en el Changomás.
Sobresalen algunos aciertos de tipo que sabe, que tiene ojo: lo de
Advíncula, está dicho, es un hallazgo. Su posición es ésa, delante del
4. Ya había marcado un par de goles, esta vez fue clave con la
asistencia a Benedetto (dio la impresión de que Payero, que le pifia
a la pelota antes de la definición del Pipa, está apenas adelantado),
un desborde en el que recibe el pase de Weigandt, su compañero de
aventuras por la derecha. Que Boca tenga juego por las dos bandas, con el dúo de laterales derecho más el nexo de Payero, suma opciones de ataque para que el equipo no se vuelva tan previsible. Está
claro que el arma más determinante en el uno contra uno es Villa, y que
ninguna sociedad es superior a la que forma por izquierda con su
compadre Fabra (si Boca capitalizara todo lo que fabrican, sería realmente temible), pero no se puede martillar siempre el mismo clavo porque en un momento se hunde.