VALLADOLID 2 - ATLÉTICO 5 / En Zorrilla, qué dulce es el sufrir rojiblanco

El Atleti apunta a la goleada en una primera parte que el Valladolid casi iguala en la segunda. Marcaron primero Nahuel, Giménez y Morata. Acercó Larín. Inquietó Escudero. Alejaron un autogol de Joaquín y Memphis con un golazo.

Patricia Cazón
As
Los gritos. La primera diferencia fue esa. Que Zorrilla esta vez estaba llena de público y no era como aquel día de hace casi dos años, un océano de asientos morados. El Atleti regresaba por primera vez al estadio en el que se proclamó campeón por última vez y, cuando pisó la hierba, ese grito ensordecía. Como los recuerdos. Aunque del pasado no se vive y, además de la primera nostalgia, pasaría en la tarde varios estados de ánimo. Entre nervios, muchos, como entonces.

Los dos equipos saltaron dibujados 5-3-2. Pezzolano cubría la baja de Amallah con Aguado y cambiaba a Fresneda de banda. Simeone confiaba en los mismos que una semana antes. Solo tres del once de aquel Atleti que había sido campeón en Zorrilla hace dos años estaban: Giménez, Hermoso y Koke. El partido comenzó sin dominador claro pero con el Valladolid mejor, que se juega la vida y nada espolea igual. Algunos quizá demasiado. Algunos como Monchu que empujó y pisó a Lemar en el suelo nada más comenzar el partido y en el 9′ ya tenía amarilla. El Atleti no terminaba de encontrarse.

Incapaz de dar tres pases seguidos, con las líneas demasiado arriba, buscando el fuera de juego de los delanteros del Valladolid, solo cuando la pelota pasaba por Grizi se hacía el silencio. Algo podía pasar. La verdad es que emociona verle jugar. Cómo pide la pelota, la madura, la toca, mejora. Siempre dispuesto, siempre entregado, siempre en grande. Saltó a Zorrilla inspirando fuerte, porque aquella Liga del párking le tocó verla en la tele cuando ya era consciente de que solo quería volver al Atleti. Saludó al partido pronto: se introdujo en el área y buscó a Nahuel pero el peligro murió en Fresneda. El francés, sin embargo, ahí dejaba ya su capa a modo de bandera. Durante unos minutos, Zorrilla volvería a ser un jardín rojiblanco.

Y eso que el Valladolid estaba en el partido. Plata muy activo, todos buscando la rapidez de Larin. Hasta que Giménez recibió un balón, condujo hasta el círculo central y levantó la cabeza para enviarlo al desmarque de un Nahuel que ya corría como con un ejército en las botas. Pinchó la pelota con el interior en el área y, pataplán, soltó un derechazo ante la salida de Masip. 0-1. Cuatro minutos después, el propio Giménez cabeceaba a la red una falta botada por Grizi. Masip había salido de puños muy tarde y, cuando lo hizo, ya tenía sobre su cabeza un armario charrúa. Esa era la 11ª asistencia del francés esta Liga en la que nadie ha repartido más, su bota es una fuente de la que brota generosidad a raudales. Antes del descanso llegaría la 12ª, para un Morata que, si unos minutos antes había visto como Hongla le sacaba en la línea una pelota, ahora marcaría a placer una pelota de Grizi. El Cholo se emocionaba porque ante sus ojos, su equipo, cómodo, ejercía la contundencia que le gusta, de martillo pilón. Pero entonces Grbic salió de puños y Plata caía en el área tras un un leve toque de Hermoso para que se acabara el recital. Mateu pitó penalti, que en ese área sí se podía. Larin lo metió.

El casi del Valladolid, el regreso de la fiesta en Correa

La segunda parte comenzó con el Valladolid en tromba, que si moría sólo lo haría de pie. El Atleti le cedió el balón. Comenzaba su resiliencia entre un juego romo, su jugar a que no se juegue. El Valladolid no dejaba de dar pasos hacia Grbic llevando el cuento del Lobo en las botas. Que viene, que viene. Iván mandó un balón a la cruceta, Hongla, a la red, pero en fuera de juego. A la hora Pezzolano introducía a Escudero y el lobo se hizo carne en Zorrilla. Asomó de fauces abiertas para llenar el banco del Cholo de nervios, como aquella tarde de hace dos mayos. El propio Escudero acortaba distancia con un cabezazo por la escuadra a la salida de un córner. 2-3. Y ansiedad, miradas inquietas al reloj y al marcador después de que Sergio León enviara otro balón a la cruceta. Pero entonces uno de los héroes de aquellas, Correa, dijo: “Se acabó el sufrir”, y regresó la fiesta. Si nada más aparecer en el partido envió un balón al palo, ahora buscaba a Memphis con un pase que Joaquín interceptó para enviar a su red. Simeone lo celebró, casi, como el puntín. O esa carrera de Memphis para el 2-5. Maradoniano, dribló a tres rivales y lo marcó para que, el único grito que se oyera en la noche de Zorrilla fuera el mismo que el de aquella tarde en el párking: el rojiblanco.

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