San Lorenzo, sobre el final: le ganó 1 a 0 a sigue al acecho de River
En la última jugada del partido y con el corazón en la mano, derrotó al Calamar en el Nuevo Gasómetro, encendido por la energía de la gente
San Lorenzo tiene la piel curtida dentro de un fútbol argentino que puede ser despiadado cuando se trata de resultados. A Rubén Darío Insua se lo vio hasta incómodo en varios tramos del juego, ya que algunos hinchas le cuestionaban algunas determinaciones. Por eso, con el gol de Rafael Pérez y el desenlance finalmente favorable, el entrenador, lejos de celebrar, se limitó a mirar hacia el sector de plateas que lo hostigó. Entonces, sólo sacudió su cabeza como invitando a sus detractores a reflexionar por tan poca paciencia, para un grupo que es protagonista como hace tiempo no lo era el conjunto de Boedo.
Atesorados los tres puntos, la ilusión de San Lorenzo permanece intacta, más allá de saber que tiene un calendario que lo exige al máximo a la hora de buscar variantes de peso y asumir los distintos frentes con la mismas chances. Pero este equipo dejó en claro que tiene un entrenador que sabe gestionar, administrar energías y cualidades y que cuenta con un grupo de futbolistas encolumnado detrás de una idea, más allá de estilos y gustos. Con ese guiño se explica lo que pasó en el Nuevo Gasómetro. Es más, en los actores que participaron del gol de la victoria se resume todo: Jalil Elías comenzó la acción, Federico Gattoni la bajó de cabeza y el colombiano Pérez fue a buscar convencido al corazón del área para sacar un derechazo poderoso a la red, como para certificar que no solo se trata de un buen momento aislado del equipo de Insua.
Luce cansado San Lorenzo, menos agitado pareció Platense. Quizá la vorágine de estar en la lucha de todo provoca que el Ciclón se pase de revoluciones y sienta que deba responder a todo sin resignarse. El equipo del Gallego no es un derroche de virtudes, pero sí se contituye como un grupo rocoso, que tiene muy claro qué pretende. Una particularidad que cotiza en un fútbol argentino en el que no abundan este tipo de atributos colectivos.
Se le nota el trajín entre la Liga Profesional y la Copa Sudamericana, pero ese cansancio no dejó sin deseo de victoria a San Lorenzo. El contexto lo empujó: un estadio caliente le puso temperatura a un corazón azulgrana que latió con ritmo. Siempre pretendió darle un golpe a Platense para no dejar que River se le escape en la carrera por la corona del fútbol doméstico.
El Calamar de Martín Palermo siempre intenta jugar, no le tiembla el pulso y no lo intimida ni el marco ni la historia. Pero no pudo contra el envión del Ciclón, que cuando advierte que le falta juego, que no tiene la posibilidad de correr a campo abierto, no teme apelar al músculo y se ensucia. Siente que la tarea está bien ejecutada porque encuentra eco en las tribunas. Desde allí baja con furia un grito de guerra que acompaña la búsqueda del objetivo.
No era un encuentro en el que alguno podía ufanarse de merecer más. Los dos intentaron, es cierto, pero con pocas luces. Y en ese juego de voluntades, terminó por inclinar la balanza la necesidad de querer ganar. Aunque parezca increíble, San Lorenzo se alimenta de la euforia de las tribunas y así no dejó de buscar. Cuando los hinchas azulgranas advirtieron que se esfumaba la chance de seguir de cerca a River, comenzaron a gritar con una furia que contagió a los de adentro. El ejemplo más perfecto fue ese gol agónico de Pérez, con más desesperación que juego asociado.
El gesto del DT Palermo, fastidioso y molesto por ese punto que dejó escapar a pocos segundos del final, fue la imagen más clara de lo que sucedió en el Nuevo Gasómtero. Y la locura de todo el Ciclón por esas valiosísimas tres unidades completaron la escena para explicar lo conseguido. San Lorenzo fue aplicado, ordenado y tuvo esa inspiración necesaria para ser protagonista. Así ganó y sigue ilusionándose desde el segundo lugar de la tabla.