Rodrygo hace magia; Karim, caja
El brasileño firma la jugada de la Liga y Benzema se apunta un hat-trick que le mete en la pelea por el pichichi. El Almería, con muchos suplentes, no fue amenaza.
Lo demás tuvo mucho arte y muy poca emoción. El Bernabéu merecía una disculpa por el despendole de Montilivi y se la ofreció el equipo con un envoltorio de lujo ante un Almería entregado desde el principio. Vinicius y Rodrygo hicieron magia y Benzema, caja. Tres goles más para disputarle el pichichi a Lewandowski. Un consuelo individual en medio del desconsuelo colectivo.
También tuvo un partido completo Tchouameni, ese presunto tesoro aún por encontrar. Cumplió sin más. Para consolidar la titularidad en el Madrid resulta imprescindible ser el mejor de la plantilla en algo: el carácter, el quite, la salida de pelota, la lectura del juego, la velocidad, el desborde o el remate. En cualquiera de esos campos encuentra Ancelotti (y el público en general) alguien más dotado que Tchouameni. Y es que no es fácil sobrevivir a la grandeza de un club de este tamaño; no todos lo consiguen. Al francés, hasta ahora, el Madrid le ha caído encima y empieza a urgir que levante esa losa. La solución está en su cabeza y el ejemplo, en Camavinga.
Vinicius no descansa
Las jornadas finales desfiguran mucho el campeonato. Más si se aprieta el calendario a martillazo limpio. Quien más y quien menos se vuelve selectivo. El Madrid, por grande, pone la vista y el once en torneos donde tiene más posibilidades, Copa y Champions. El Almería, por modesto, le imita. El martes recibe al Elche y esos son los puntos que debe amarrar. Así que faltaron titulares a uno y otro lado. Más notables los del Almería porque se quedó en el banquillo su nueve de cabecera, Luis Suárez, para cederle el puesto a Lázaro, jugador residual (tres titularidades en toda la temporada). Tampoco salieron de inicio ni Robertone ni Melero, los siguientes en el orden jerárquico. Rubi aceptaba la condena antes de que se abriera el juicio.
No tuvo que esperar mucho para escuchar la sentencia. Cinco minutos exactamente. Eso es lo que le llevó a Vinicius evaporar a Mendes y regalarle el gol que lo inició todo a Benzema. No hay días valle para el brasileño. Ni se los concede Ancelotti ni se los toma él. Cuando al fútbol le cayó el meteorito del colectivismo, él decidió sobrevivir. Es un jugador en desuso que entusiasma por inédito en estos tiempos. Hace jugadas que solo están en la imaginación de la gente. También algunas que son inimaginables incluso para los más románticos. Tan extraordinarias son sus maniobras como la regularidad con que las practica. Increíblemente, se puede ser genial todos los días y en todos los campos.
Al gol siguió una combinación de fantasía entre Benzema y Vinicius en la que el remate del francés no estuvo a la altura de la jugada y la maravilla de Rodrygo que echaba el cierre al encuentro.
La intromisión de Cuadra
Aquello era Disneylandia hasta que se entrometió Cuadra en un partido sin nada que pitar. Vinicius recibió junto a la banda, superó a Mendes (un milagro que acabara el partido tras un pisotón posterior a Ceballos) y este se agarró a él como un náufrago a una tabla. Amarilla incluso a vista de pájaro que el balear obvió. Aquello sacó otra vez lo peor del brasileño, que enloqueció teatralmente hasta forzar la amonestación que le evita el viaje a San Sebastián. Luego Cuadra se hizo el distraído cuando le aplaudió irrespetuosamente la tarjeta. Segundo pecado por omisión.
Antes del descanso Ramazani fue diablo y ángel, por ese orden. Le hizo un penalti de alevines a Lucas Vázquez, solo comprensible por su condición de delantero, que en área propia meten la pata cuando meten el pie, y luego le regaló el 3-1 a Lázaro cuando el Madrid comenzó a ¿defender? como en Girona.
Como la tarde era una ofrenda floral, Rodrygo volvió del vestuario, se fue al borde del área y metió un misil en la escuadra sin preaviso para adornar aún más su faena. Como se sospechaba, el gol del Almería al filo del descanso fue ornamental, como el que vino después, en cabezazo de Robertone, recién aterrizado en el partido. El Madrid andaba tan ensimismado en su dominio que defendía con la mirada. Ancelotti tiene trabajo de aquí a la final de Copa porque esa epidemia no está erradicada.
Después el italiano relevó a Rodrygo, que mereció confeti en su salida, y siguió la fiesta. El VAR corrigió a Cuadra, que pitó un penalti a Benzema, tras falta previa a Ely, y el poste le negó el póquer al nueve del Madrid, en otra jugada de fantasía, y también a Asensio. De eso fue la tarde, de un arte intrascendente pero que se agradece.