Lula celebra sus 100 días en China

El presidente de Brasil se reunió con su homólogo chino en Beijing. Las implicancias de esa visita

Ricardo Israel, Infobae

Lula y Xi Jinping se reunieron en Beijing durante 50 minutos, cumbre donde se estrecharon relaciones y se firmaron 14 acuerdos. Las sonrisas son habituales en estos encuentros, pero lo que ha trascendido de su visita de Estado son malas noticias para Washington, partiendo por el deseo de alejarse de la “dolarización”.

Lula dijo que su gobierno desea trabajar para que los vínculos bilaterales “no sean solo de interés comercial”. Xi le manifestó que China buscaba “un nuevo paradigma de desarrollo” y que postulaba una “Iniciativa Global de Seguridad”, un mundo sin sanciones unilaterales, del cual deseaba que Brasil fuera parte.

Indudablemente, el viaje y los acuerdos podrían haber ocurrido de todas maneras, toda vez que el 2009 en periodo presidencial anterior de Lula, EEUU fue superada por China como el principal social comercial de Brasil. Desde ese año, el comercio bilateral se ha multiplicado por 21. Es la situación de Sudamérica y solo México la hace retroceder al segundo lugar a nivel regional.

Impresionante por donde se le mire. Y no solo solo porque alguna vez Lula compartió su admiración por el Partido Comunista chino, a quien le atribuye el milagro, agregando que esperaba aprender de la experiencia de un país que ya ha visitado 5 veces, 3 como presidente.

Muchas y muy diversas naciones se sienten cómodas con una China que sostiene que se compromete a no interferir en la vida interna de otros países (que no sean Taiwán o el Tíbet), no comentar públicamente sobre ellos como tampoco imponerles un esquema, sea Brasil o Afganistán, en relación con el cual acaban de repetir lo mismo en una reunión de países vecinos, en momentos que Beijing camina presuroso a reemplazar a Estados Unidos con los talibanes.

No es eso, o no es solo eso en el caso de Lula, quien lo necesita por razones personales y vinculadas al momento en que gobierna por tercera vez.

Lula da Silva mantuvo distintas reuniones en China (Ken Ishii/Pool via REUTERS)
Lula da Silva mantuvo distintas reuniones en China (Ken Ishii/Pool via REUTERS)

Esta vez es presidente por poco, por demasiado poco, en un contexto nacional e internacional distinto. A diferencia de los dos gobiernos anteriores, la situación económica ha variado, y no parece tener plata para cumplir, aunque sea en parte, con el listado de promesas que se hicieron, y 100 días después, no es mucho lo que ha ingresado al Congreso para revertir esa situación.

Lula necesita inversiones y China parece ser la esperanza, dada su presencia en sectores económicos muy diversos. Mas o menos 30% de los agronegocios brasileños van allá y desde hace algunos años Brasil es un destacado destino, desde la red eléctrica a la extracción petrolera.

La delegación que acompaña a Lula tiene 300 miembros del sector negocios, 90 de ellos en el área agrícola, además de la lectura política, al ser uno de los más fuertes apoyos a Bolsonaro.

La verdad es que no debiera sorprender la firma de acuerdos de cooperación, toda vez que antes de abandonar Brasil, ya se hablaba de que irían desde ciencia y tecnología a finanzas. El punto es que representan algo que difícilmente se les va a proporcionar desde Europa o Estados Unidos, sin que se añaden los versos habituales de la superioridad moral, que tanto irritan en el tercer mundo.

Hoy, occidente no tiene un equivalente a la Ruta de la Seda y otras obras de infraestructura que permiten hacer promesas, sin mencionar siquiera la trampa de la deuda en que han caído tantos países que no descubren el problema hasta que les llega el momento de pagar. Las consecuencias en inestabilidad pueden ser incluso peores a las de las deudas financieras de las últimas décadas, como lo han descubierto con tardanza Sri Lanka y otros países.

China le ofrece también a Lula un rol internacional privilegiado en los BRICS, como aperitivo para cuando una próxima presidencia del Grupo de los 20 le pueda entregar una vitrina como la que no disponía el país desde hace tiempo, sobre todo, si su muy profesional diplomacia desea jugar la carta de China contra Estados Unidos.

Se agrega algo importante para Lula, con la resurrección de Dilma Rousseff en la presidencia del Banco de Fomento de los BRICS, saldando vía China una deuda que Lula sentía que tenía, ya que salió por una acusación constitucional, sin que mediara una situación de corrupción, contrario a la sensación que trajo su caída.

Estas no son las malas noticias para EEUU, aquellas que seguramente van a ser confirmadas en fecha próxima, no tanto por la visita de Xi a Brasilia, sino por la próxima de Lula a Putin. El viaje de Lula va a ser una demostración que Putin no está del todo aislado y que hay muchos sectores y países, fuera de Europa y EEUU, donde más bien existe una lamentable indiferencia hacia la invasión de Ucrania.

Además, un elemento importante de la visita de Lula tiene que ver con el apoyo al plan chino para Ucrania, y ojo, que el estancamiento de la guerra europea y la división interna de EEUU, pueden darle oxígeno a un grupo de países mediadores, donde la rehabilitación que China ha hecho de los países BRICS (China, Rusia, India, Brasil, Sudáfrica) puede aportar el instrumento.

El Foro de los BRICS nació como un grupo de iguales, pero en pocos años China se ha distanciado tanto del resto, que hoy es un grupo desigual. Además, ahora con su clara dirección, parece rescatar una idea de Kissinger de los 70, de tener un grupo de países con ambiciones protagónicas, en distintas partes del mundo. Entonces eran países como el Irán del Shah de Persia y el Brasil de la dictadura militar. Ahora, lo único seguro es que USA aquí no va a pertenecer.

En las condiciones distintas del 2023, la visita de Lula no es solo Ucrania, sino que es una ayuda más para ese gran objetivo que hasta tiene fecha, el 1 de octubre de 2049, cuando se cumpla el centenario de fundación de la República Popular de Mao, China quiere substituir a EEUU como la superpotencia del mundo.

Aunque EEUU parece no reaccionar todavía al nivel de la amenaza, el gran garrote que tiene China no es tanto que sea el país que posee el mayor porcentaje de la deuda pública de EEUU, sino el reemplazo del dólar estadounidense como la única gran divisa del mundo.

La visita de Lula es otra ayuda y una importante para China, toda vez que el 29 de marzo, ambos países ya habían anunciado que el intercambio entre ambos países también será expresado en sus respectivas monedas.

Es otro avance después del notable éxito diplomático chino al mediar el acercamiento de Arabia Saudita con Irán, considerado al menos improbable o casi imposible, dado el nivel de confrontación entre ambos por el liderazgo del mundo musulmán.

El saludo entre Xi y Lula (Ricardo Stuckert/Handout via REUTERS)
El saludo entre Xi y Lula (Ricardo Stuckert/Handout via REUTERS)

Sin embargo, el mayor golpe para Washington no es ese, sino que China y Arabia Saudita están explorando seriamente que el yuan pueda pagar por el petróleo, mercado de la energía, en que desde 1945 solo el dólar estadounidense se usaba a nivel mundial como moneda de intercambio, ni siquiera el euro o antes la libra esterlina lograron ser considerados rivales.

Ese asalto al dólar es hoy por hoy el principal peligro para la seguridad nacional de EEUU. Muchos pueden decir que el porcentaje es todavía pequeño, pero la salud económica y el poder de EEUU están directamente relacionados con el dólar, que al ser la única moneda de reserva del mundo permite junto con su estabilidad y la profundidad de su mercado de capitales, que los depósitos del mundo se dirijan allá y que todavía el gobierno federal pueda endeudarse irresponsablemente, dado el respaldo que encuentra el dólar en el resto del mundo.

Este es el principal desafío que ha surgido en mucho tiempo, y solo hay que observar como China ha logrado acercarse a EEUU, en todas las áreas que se ha propuesto. Todavía le falta mucho, incluyendo lo económico y lo militar, pero cualquier estudio muestra lo mismo, que las distancias se han reducido y se siguen reduciendo. Por ello, China es distinta a lo que fue la desaparecida Unión Soviética, que nunca dispuso del formidable poder económico que tiene hoy China, y que la transforma en un rival diferente a cualquier experiencia anterior.

Por cierto, no ayuda que el Departamento de Estado no reaccione a lo que ha pasado con un Macron que busca distanciarse con ropajes gaullistas de EEUU y China, y que todavía no se da por enterado de cuanto ha desplazado a EEUU en América Latina. Tampoco ayuda el Pentágono que no sabe cómo reaccionar con una disuasión creíble, cuando China bloquea militarmente a Taiwán como respuesta a simples reuniones de sus lideres con portavoces del Congreso.

Aun menos, cuando este viaje de Lula se da en condiciones en que la Casa Blanca tuvo una permanente y clara posición de apoyo a su persona y de distanciamiento con Bolsonaro en la interna brasileña, seguido por una rápida visita de Lula a Washington después de su triunfo, y con Lula siendo presentando como una especie de “socio” latinoamericano.

¿Qué ocurrió? Aparentemente adquiere crédito el trascendido de la opinión de un embajador brasileño, que, em relación con las expectativas de Lula, simplemente nada hubo. Es decir, que solo hubo “palabras” y “peanuts” en la Casa Blanca, nada con relación a lo que se esperaba, ni siquiera para el medio ambiente. Algo de eso puede haber habido en la visita de Lula a la empresa Huwei en China, una provocación que no la hubiese hecho ni el Lula 1 ni el 2, que también calza con el Lula actual, que invita a navíos iranies, un hombre más bien enojado con la independencia del Banco Central, que se aleja del centro que le permitió ganar la segunda vuelta, y al parecer deseoso de marcar su terreno con la historia y sin prestar demasiada atención a las limitaciones objetivas del cargo y del país.

Brasil puede pagar una cuenta abultada si algo sale mal, si es que Lula lo conduce por un camino diferente a su historia y geografía.

Lula se reunió con Xi después de 100 días de gobierno, un periodo donde a diferencia del pasado, no ha habido luna de miel, sino altibajos, con la sombra de Bolsonaro, que además fue crítico de China, sin éxito, por cierto.

Brasil sigue fuertemente dividido y con el evidente sinceramiento de una votación que en la segunda vuelta permitió su elección por un grupo de brasileños que consideraron a Lula el mal menor, que no son votos habituales. Fueron votos prestados, en un país, que muchas décadas después se encuentra en la situación que postularon (y fracasaron en los 80s) los teóricos de la dictadura que quisieron forzar el bipartidismo en Brasil. Curiosamente, se ha cumplido, y hoy existe una derecha fuerte, como alternativa ideológica y politica real.

Reya para la suma es que no se ha detenido la rueda de la historia, y solo hay que recordar a propósito de la Corte Suprema, que esta no absolvió a Lula, sino que solo resolvió que debía ser juzgado en Brasilia y no en Curitiba, anulando por esa vía lo obrado por el juez (actual senador) Moro, juicio que podría regresar si es que corren otros vientos políticos.

Quizás sea similar a los últimos mundiales de futbol, donde Brasil ha llegado siempre de favorito para desvanecerse en el camino, y al igual que con el Brasil Potencia, desde hace tiempo sin acercarse siquiera a las finales.  


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