Los múltiples riesgos para Brasil que se esconden en el viaje de Lula da Silva a China
Los acuerdos que el mandatario brasileño firmará con Xi Jinping podrían poner en peligro la seguridad y la economía del gigante sudamericano
Pero la “neumonía leve” de Lula fue providencial sobre todo porque le evitó polémicas en su viaje a China, donde iba a estar acompañado por la mayor delegación de la historia de Brasil, unas 240 personas, entre políticos y exponentes del agronegocio. En cambio, esta nueva misión en abril, la cuarta internacional de su tercer mandato tras Argentina, Uruguay y Estados Unidos, es pequeña. Durará cuatro días en lugar de una semana y Lula estará acompañado por el presidente del Senado, Rodrigo Pacheco, una treintena de parlamentarios y el ministro de Economía, Fernando Haddad.
Entre los posibles temas de la agenda en la reunión con su homólogo Xi Jinping estará, según la prensa brasileña, el proyecto de Lula de crear un club de paz al margen de la OTAN y las Naciones Unidas para mediar en una solución pacífica en el conflicto entre Ucrania y Rusia.
También hay mucha expectativa sobre la posibilidad de que Lula firme la adhesión de Brasil a la “Belt and Road Initiative”. Se trata de la tan discutida “Nueva Ruta de la Seda”, el gran proyecto estratégico chino que, con la promesa de inversiones para la construcción de nuevas infraestructuras en los países firmantes, permite de hecho a China una expansión geopolítica y económica sin precedentes en esta visión del nuevo orden mundial multipolar que, junto con Rusia, Beijing impulsa.
Esto explica también la iniciativa aceptada sin ninguna evaluación crítica por Brasil de quitar el dólar en las transacciones comerciales con China. Los dos países abandonarán de hecho el dólar estadounidense como intermediario a partir del próximo mes de julio para comerciar en sus propias monedas cambiando yuanes por reales y viceversa.
Desde 2009, China se ha convertido en el principal socio económico del país, que en 2022 registró un superávit en el comercio con Beijing de 157.000 millones de reales, unos 30.000 millones de dólares, casi la mitad de toda la balanza comercial del país latinoamericano. Entre los principales bienes exportados por Brasil están la soja, la carne y los productos extractivos. A finales de marzo, el Banco Central de Brasil anunció que el yuan había superado al euro en las reservas internacionales de divisas de Brasil, convirtiéndose en la segunda moneda después del dólar.
John Cassara, ex oficial de la CIA, agente especial del Departamento del Tesoro de Estados Unidos y autor del reciente libro “China - Actividades ilícitas específicas: CCP Inc., delincuencia transnacional y blanqueo de dinero”, explicó a Infobae que “el uso del yuan en lugar del dólar dará a China un control aún mayor. Muchos países del mundo que han sucumbido a las propuestas de ‘desarrollo’ de China se han arrepentido desde entonces. Sus acuerdos están envueltos en el secretismo y la delincuencia transnacional, la corrupción y el blanqueo de dinero por parte de China son fenómenos habituales que van juntos. Algunos países incluso están perdiendo su soberanía a manos de China”.
Los riesgos del acuerdo por la Amazonia
El gobierno de Lula, sin embargo, no parece preocupado por la posible injerencia de un país de partido único, que, recordemos, es una dictadura. Tanto es así que firmará en Beijing un acuerdo para el CBERS-6, un satélite conjunto con China para monitorizar la deforestación en la Amazonia. La idea de “reducir a cero la deforestación” con la ayuda de China es sorprendente.
Es cierto que Beijing es el mayor contaminador mundial de gases de efecto invernadero y por ello quiere crear un comercio de créditos de carbono con Brasil que probablemente se firmará en este viaje. Pero hay que ver en detalle el plan al que parece querer adherirse Lula para comprender cómo Brasil se arriesga a un suicidio económico. La idea del presidente es confiar a Beijing el proyecto de recuperación de zonas degradadas de la Amazonia, o de pastos abandonados o poco productivos, unos 40 millones de hectáreas, para transformarlas en zonas de cultivo de alimentos como el trigo y la soja. Brasil ha pedido a los chinos un préstamo de 100.000 millones de dólares para llevar a cabo esta transformación. A cambio, los agricultores brasileños tendrán que pagar su deuda directamente al gobierno de Xi Jinping en productos básicos como soja, maíz y trigo, todos ellos necesarios para la supervivencia de China, especialmente en el escenario nada improbable de un conflicto con Taiwán y un posible embargo internacional.
COFCO, la empresa agroalimentaria estatal china, está claramente interesada en el acuerdo que, sin embargo, corre el riesgo de estrangular a los productores rurales brasileños y “embargar” sus tierras en favor de Beijing.
De hecho, los chinos, con su fuerte crédito, podrán presionarles y decidir el precio de las materias primas con un enorme impacto en Brasil si se piensa que China compra cerca del 68% de las exportaciones brasileñas.
Antes de aceptar un acuerdo de este tipo, Lula debería recordar lo ocurrido en la vecina Venezuela, donde en 2008 el entonces presidente Hugo Chávez firmó con Beijing la creación de un Fondo Conjunto Chino Venezolano (FCCV). Con un préstamo de unos 4.000 millones de dólares Chávez gastó a diestro y siniestro, construyendo incluso el primer satélite “venezolano”, hasta el punto de elevar la deuda a 60.000 millones de dólares. Dio como garantía de pago el petróleo, principal recurso de Venezuela -como la tierra lo es para Brasil- y también gracias a este acuerdo llevó la economía venezolana al colapso.