¿Crianza amable o límites estrictos?: cuál es la mejor forma de educar a los hijos
Existe una corriente de especialistas que celebran al niño que cuestiona a la autoridad y sugieren replantearse los “no” que coartan su libertad. De la vereda de enfrente, se ubican quienes pregonan métodos más estrictos. ¿Existe un punto medio? Qué opinan los expertos
Pero ¿límites y respeto son conceptos tan contradictorios? ¿No puede la crianza ser respetuosa y al mismo tiempo establecer normas claras acerca de lo que está bien y está mal?
“La crianza respetuosa no es un ‘tipo de crianza’ que uno pueda buscar y seguir al pie de la letra en función de algunas indicaciones. La crianza debe ser siempre respetuosa, tanto por parte de los padres como de los chicos”. Para la médica psiquiatra Juliana Nieva (MN 107.028), “se trata más bien de un concepto ético en el que se plantea que la crianza no se trata de cumplir determinados mandatos, de tener que encajar en determinados colegios, cuestiones sociales, deportes, etcétera, sino que se le debe poder dar a los chicos el espacio para que elijan lo que les gusta y lo que no, y que los adultos los acompañen en ello”.
Para abrir el debate sobre un tema siempre polémico Infobae consultó a la especialista del Departamento Infanto Juvenil de INECO, para quien “es importante aclarar que el hecho de intentar llevar adelante una crianza respetuosa no significa que no haya límites ni tampoco implica que se deba cumplir con todas las expectativas del chico”. “Eso no es respetar, lo que sí implica es tener en cuenta las necesidades del chico y que el adulto pueda tener funciones de sostén, de autoridad, y de estar atento a todas las cuestiones que necesita el niño, como también poner un límite cuando resulte necesario”, agregó.
Para el doctor en Psicología, docente, tallerista y autor Flavio Calvo (MN 66.869), “es posible criar de manera amable y respetuosa mientras se establecen límites claros. La clave en esto es encontrar un equilibrio entre lo que se espera y el respeto por las necesidades y emociones del niño. Al hacerlo, se le puede enseñar las habilidades necesarias mientras que al mismo tiempo se busca que se sienta visto, escuchado y valorado. Es importante validar lo que ese niño siente. Algunas formas de lograr esto son hablar con el niño en lugar de gritarle, explicar el razonamiento detrás de las directivas, siempre acorde a su edad, y escuchar y validar sus sentimientos mientras se establecen los límites claramente”.
Entonces, ¿el límite es bueno o malo?
En opinión de la médica psiquiatra infantojuvenil Gisela Rotblat (MN 111.628), “los niños necesitan para su desarrollo psíquico y emocional la presencia de un adulto que guíe, que eduque y muestre qué cosas están bien y cuáles no”.
“Los límites son necesarios”, resumió la jefa del Servicio de Salud Mental Pediátrica del Hospital Italiano de Buenos Aires, quien ejemplificó: “Imaginemos ir por una ruta que no tiene señales de tránsito, ni carteles que indiquen hacia dónde ir y no está delimitado si es mano o contramano. La sensación interna es de desorientación, miedo, temor a perderse o bien a tener algún accidente”. En ese sentido, puede establecerse -según la especialista- “una analogía con los límites, que son una muestra de amor, cuidado y guía que brinda seguridad e introduce valores como respeto, empatía, solidaridad a su vez que prepara a los individuos para vivir en la sociedad de manera respetuosa y responsable para con uno mismo y con los demás”.
En la misma línea, Nieva aportó: “Es importante aclarar que los límites son necesarios para todos, y más para los chicos. Suele asociarse a los límites con autoritarismo o imposición, pero en realidad muchas veces brindan seguridad a los chicos y son necesarios para su crecimiento. Poner un límite no quiere decir que no se lo pueda hacer de una manera empática, hablando y explicando las consecuencias de por qué uno pone un límite o por qué no lo pone”.
Por otra parte, para ella, “marcar un límite no siempre significa imponer una acción, sino que muchas veces está relacionado con proteger a los chicos, un aspecto sobre el cual los adultos deben ser muy estrictos. Asimismo, los niños necesitan que se les señalen algunos límites en situaciones tales como la de, por ejemplo, apagar la televisión a la noche. En ese caso, ellos no van a hacerlo por su cuenta porque se van a querer quedar mirando por más tiempo, por lo cual los adultos tienen que explicarles por qué deberían apagarla, justificando que ya es tarde y que al día siguiente van a estar cansados si no lo hacen”.
“Es importante poder plantear estas cuestiones de manera clara, sin un tono de violencia, explicando por qué uno considera que eso es lo mejor para ellos, y pudiendo tolerar además que al chico no le guste el límite, dado que puede que le genere cierta frustración por no poder hacer lo que quiera -enfatizó-. Ese punto se presenta como un desafío para los padres, dado que es parte de poder asumir el rol de crianza respetuosa”.
Para Calvo, “el límite puede ser un tema delicado en la crianza de los hijos”. “Es importante establecer límites claros y consistentes para enseñar a los niños sobre responsabilidad, respeto y autocontrol -reconoció el especialista-. Sin embargo, es igualmente importante evitar establecer límites que sean demasiado estrictos o que limiten demasiado la libertad de los niños. Conviene que esos límites estén en línea con las necesidades y habilidades de cada niño, y se pueden ajustar con el tiempo a medida que los niños maduran y aprenden a tomar buenas decisiones por sí mismos”.
Y tras asegurar que “los padres y cuidadores deben ser considerados en la forma en que establecen y hacen cumplir los límites, utilizando más la aprobación de lo bueno, que el castigo de lo malo como herramientas de motivación constructivas”, Calvo consideró que “la clave para encontrar el equilibrio adecuado es tener una comunicación abierta, continua y honesta con los niños sobre los límites, explicando por qué son necesarios y cómo pueden ayudarles a crecer y desarrollarse de manera saludable y positiva”.
- Suele decirse que un niño que cuestiona la autoridad y discute a sus padres cuando una norma no le gusta será un adulto que se haga respetar en todos los ámbitos de su vida. ¿Es posible como padres marcarles el camino pero a la vez no restringir su mirada de algunas cuestiones?
- Rotblat: La crianza debe ser amable y respetuosa a las necesidades y singularidades de cada niño. Es importante estar atentos a las emociones, pensamientos y necesidades de cada niño de una manera respetuosa, validando la expresión de las mismas y por sobre todo con la apertura, libre de juicios de poder escuchar. Luego, uno como adulto, los guiará .
Los límites no tienen que ver con obstaculizar la libertad, no tienen que ver con violencia, ni con descuido. Por el contrario es la mayor muestra de cariño que puede brindar ese adulto hacia quien tiene a su cargo.
- Nieva: Desde mi punto de vista, lo que va a generar que una persona adulta pueda poner límites y no dejarse avasallar, tiene que ver con poder crecer de manera libre, con espacios para poder opinar, enseñarles y ayudarlos a asumir las consecuencias de sus actos. Es importante poder cuestionar desde un punto de vista respetuoso, asumiendo las respuestas del otro y teniendo la libertad de poder manifestar lo que a uno le gusta y lo que no, así como también registrando qué consecuencias tiene en el otro lo que se dice. Esto hace que en el futuro sea un adulto que pueda contar con más herramientas para tolerar las distintas situaciones que se impongan en su ámbito laboral, personal, etcétera.
Pensar que solamente se nos va a respetar si nos colocamos en un lugar de cuestionador o de retrucar al otro, es incorrecto. Uno se hace respetar en la medida en que respeta al otro, escuchando lo que tiene para decir y contestando de manera apropiada en esa situación.
- Calvo: Marcar límites y al mismo tiempo fomentar el pensamiento crítico no es una contradicción. La clave está en que no se dicten reglas autoritarias que el niño no comprenda. Para esto, un recurso es involucrar a los niños en discusiones sobre para qué se establecen ciertos límites y ayudarlos a que puedan entender los motivos detrás de esas reglas. Es importante escuchar sus ideas y comentarios, dejando que se expresen en un ambiente que les brinde confianza y respeto. De esta manera, los niños pueden desarrollar habilidades en la toma de decisiones, aprenden a ejercer su propio juicio y se sienten más empoderados. Además, los niños son más propensos a seguir las reglas y límites cuando comprenden la lógica detrás de ellas.
El papel de los “no”, “quedate quieto”, “hacé silencio” en los primeros años de vida
De boca de los especialistas que critican la mirada adultocéntrica (caracterizada por la descalificación de las necesidades y sentimientos del niño, que no suele ser escuchado ni se le permite expresarse) con que muchas madres y padres crían a sus hijos suele escucharse que el hecho de que las palabras que más escuchen los niños en sus primeros años sean “no”, “quedate quiero”, “callate” puede condicionar de alguna manera su percepción del mundo o de ellos mismos a futuro.
Consultada al respecto, Nieva no consideró que decir mucho “no” o “quédate quieto” condicione el futuro de un niño. “Pero sí creo que marcar permanentemente lo negativo de una persona, sin hacer mención a lo positivo, puede ‘condicionar’ el autoestima para el día de mañana”.
“Hay ocasiones en donde marcar un ‘no’ o decir ‘quédate quieto’ es asertivo y protege al niño, pero hay otras en las cuales este tipo de frases terminan resultando todo lo contrario”, sostuvo la psiquiatra, quien consideró que “hay que hacer foco en no marcar siempre lo negativo de un niño, sino también poder marcar lo positivo. De esa manera, se cuidará mucho su autoestima y, cuanto mejor esté su autoestima, menos condicionado va a estar en el futuro”.
En opinión de Calvo, “repetir constantemente palabras negativas como estas (por ‘no’, ‘quedate quieto’ o ‘callate’) puede tener efectos a largo plazo en la percepción que los niños tienen de sí mismos y del mundo”. “Los niños que reciben una gran cantidad de comentarios negativos pueden desarrollar una imagen distorsionada y poco saludable de sí mismos, lo que puede afectar su autoestima y su capacidad para hacer frente a los desafíos en el futuro -señaló-. Además, es posible que los niños que están acostumbrados a ser reprimidos constantemente tengan más dificultades para expresar sus necesidades y sentimientos de manera asertiva en la edad adulta”.
En cambio, el experto insistió en que “lo importante es fomentar un enfoque positivo y alentador en la crianza de los niños. Esto significa ofrecer comentarios positivos y constructivos cuando hacen algo bien, y ayudarles a aprender de sus errores de manera respetuosa en lugar de criticarlos, no ponerles etiquetas. Al practicar una comunicación más positiva desde una edad temprana, los niños pueden desarrollar una percepción más saludable de sí mismos y del mundo que les rodea”.
Una reflexión final sobre premios y castigos: ¿sí, no, en qué situaciones?
Casi a modo de conclusión, Nieva invitó a pensar que “cuando se habla de castigos se está iniciando ya la conversación desde un punto de vista negativo. Parecería ser que como algo no sucedió de la manera que debería haberlo hecho, se da un castigo”.
“Se conoce que lo que funciona, y con muy buenos resultados, es marcar aquello que sea positivo y reforzarlo a través de un premio -propuso en cambio-. Probablemente, esa situación generó un esfuerzo en un chico para poder realizarlo, entonces es mejor tratar de anticipar las expectativas que uno tiene con respecto a que ocurra un determinado hecho y establecer un pacto de que, si eso ocurre de determinada manera, el premio será un reconocimiento que se le pueda otorgar al niño y que lo tiente”.
Para ella, “es recomendable poner en práctica los premios, en lugar de esperar que ocurra lo negativo para generar un castigo. En general, a través del refuerzo positivo, se logran mejores resultados”.
Al parecer, no existe una mejor forma de educar a los hijos. No hay una única o inamovible manera de hacerlo. Cada adulto deberá hallar cuál es la forma a través de la cual se siente más cómodo, o la que le sale intuitivamente. Lo crucial es que siempre se tenga en cuenta la felicidad, el respeto, los tiempos y las necesidades de los niños, así como también poder escucharlos, manejar sus frustraciones, y poner límites cuando sea necesario. Ese podría ser un buen camino.