Camavinga cree en la Liga
El equipo de Ancelotti gana con comodidad al Celta en una exhibición del francés, acompañado por Vinicius. Goles de Asensio y Militao. Benzema jugó todo el partido, pero se fue de vacío.
El partido arrojó también noticias del estado de la cuestión: a Tchouameni le falta la gracia que les sobra a Militao y Camavinga, dos de esas fieras que tanto gustan al Bernabéu y que tanto le recuerdan a Ramos; Ceballos sigue al borde de la titularidad; Asensio debería tenerla ya si Rodrygo no hubiera elevado la altura del muro; Nacho sigue guardando la viña; Vinicius repite como número uno del ránking, y Benzema anda en marea baja.
Al Madrid le esperan diez partidos en menos de un mes. Lo dice el calendario y lo denuncia a ceja alzada Ancelotti, que hace tiempo decidió hacer un equipo para lo que importa y otro para lo que hay que jugar. Benzema está en los dos.
El francés ha cursado dos carreras en el Madrid. Le fue regular tirando a bien como asistente de Cristiano y le ha ido de lujo sin el portugués. Ahora se ha vuelto codicioso en la cuestión del gol y a Ancelotti le cuesta pararle en lo menos trascendente aunque sabe que no hay relevo para él en los partidos de la verdad. También es momento de recordar que esa codicia ha llenado las vitrinas del Bernabéu en los últimos cinco años. El italiano le dio los noventa minutos, pero no fue su noche.
La ocurrencia de Ceballos
El Madrid se mueve en esta Liga en ese punto medio que existe entre desatarse y abandonarse. Así que al Celta le aplicó de salida un dominio poco emocionante, con mucha pelota al pie, muy poca al espacio y ninguna intención cerca del área. Nada que ver con el carnaval de Cádiz de hace una semana. Hasta el Bernabéu guardó un respetuoso silencio, roto únicamente por el de siempre, Vinicius, el verdadero reactor de la plantilla, con esas arrancadas persistentes que son pimientos de Padrón. Unas pican y otras no.
El Celta también puso de su parte en ese partido sedado. Le convenía un pleito servido en frío, largo, de baja intensidad, y eso es lo que encontró. De esa contención general escapó Gabri Veiga, que posaba para el Bernabéu en su condición de jugador ultramoderno, que no es otra cosa que una navaja suiza al servicio del equipo. Dejó detalles de todo el repertorio: construcción, reparación, cierta llegada y una personalidad adulta. No pasó de ahí por falta de acompañamiento. Incluso Javi Galán,el lateral más alborotador de la Liga, no pudo permitirse un lujo.
Por justificarse, el Madrid solo lo intentó en el inicio a balón parado, sin que nadie acudiese al remate de media docena de centros laterales, o desde muy lejos. Para mandar pelotazos que no olieron puerta en ese tramo fueron turnándose Benzema, Asensio, Ceballos y Nacho. El que más se acercó al objetivo fue el balear. No se esperaba otra cosa. Todas esas balas silbaron sobre la cabeza de Iván Villar. Sus guantes quedaron inéditos.
En el otro extremo del campo se aburría soberanamente Iago Aspas, un artesano obligado a ser tapón.
Y así, a partido adormilado y casi por inercia, acabó el Madrid marcando al filo del descanso. Se colgaron la medalla los dos que más lo merecían: Vinicius, que puso el balón en el corazón del área, y Asensio, que lo remató de zurda según la costumbre, imparablemente. Pero el nudo lo deshizo Ceballos, un gran futbolista que será aún mejor cuando le pierda apego al balón y se lo empiece a tener al espacio. Esta vez sí se lo tuvo. Fue él quien urdió la jugada del tanto con un pase de ruptura a Vinicius entre las piernas de Solari. Una de esas ocurrencias que abren casi todas las puertas. Incluso la de la renovación.
Y a los postres, Courtois
A vuelta de vestuario, Asensio sacó un córner que era una cornada de doble trayectoria, con rosca y tensión, y Militao empotró de cabeza el balón en la red. Uno de esos remates de rompe y rasga. El segundo sopapo que se encontraba un Celta mudo, muy alejado de esa reputación de equipo que le da al fútbol más de lo que recibe en la tabla. Quiso entonces empezar el partido cuando ya no había partido, pero no le dio ni para inquietar. Carvalhal quiso cambiar la dinámica con los cambios, pero la depresión se había extendido ya a todo el equipo.
El Bernabéu disfrutaba de la feliz insistencia de Vinicius y del despliegue de medios de Camavinga. Un esprint para birlarle un balón a Aspas fue celebrado como un gol de rabona. El que se le negaba a Benzema, que estaba aquí casi exclusivamente para eso: Iván Villar le sacó con los pies un cabezazo cercano. Faltaba por lucirse Courtois y llegó su momento. Se vio frente a Aspas en desventaja y le adivinó el amago. Modric entró para desmonterarse y el Madrid echó la calculadora al bolsillo, que nunca se sabe si hará falta.