Boca pareció un equipo

Lo empató en la última pero lo más interesante es que mostró una idea y jugó mucho mejor. Se nota que ahora tiene un técnico.

Ahora sí, vayamos de lleno a Boca. Por segunda vez en el incipiente ciclo Almirón, el equipo cambia una historia negativa en el último minuto, en la última jugada de un partido. Lo hizo en la Libertadores contra el Pereira -con la Bombonera al borde del incendio-, lo repitió en Rosario contra Central, un partido que parecía irremediablemente perdido. Es un buen indicio. Pelear hasta el último segundo, buscar y encontrar es una señal positiva. De tozudez bien entendida, de no darse por vencido, de vergüenza. Más: Figal fue a buscar la pelota para sacar del medio sin detenerse en el festejo. Eso es Boca: ni empatar se puede. Aunque pueda haber excepciones por contexto, como ésta.

No da para ir al Obelisco, pero una primera conclusión de lo que se vio en el Pequeño de Arroyito es que Boca tiene técnico, y se nota. Tanto se nota que es para putear a los que nos tuvieron tanto tiempo a la deriva. Uno que lo quiere bien al Negro Ibarra, que gozó con sus actuaciones fantásticas como lateral, no puede menos que aconsejarle que vaya a ver un entrenamiento de Almirón -o de cualquier DT medianamente preparado. Lo que él logró en diez días, el tridente Ibarra-Gracián-Pompei no lo consiguió en ocho, nueve meses. Y ojo: no es que este Boca sea una máquina. Sigue teniendo muchos defectos, algunos futbolísticos, otros de carácter. Pero parece un equipo de fútbol, no un rejuntado. Tiene una idea de lo que quiere y de cómo quiere hacerlo, y eso ya es un montón comparado con lo que teníamos.

En Rosario se vieron sucesiones de pases, tenencias más o menos consistentes y con una búsqueda, prohibición de pelotazos sin sentido, alternativas de pase cuando la primera opción (generalmente Varela) está tapada, jugadores agrupados, líneas más juntas, menos espacio entre el último defensor y el delantero más alejado, un juego más rápido con menos traslado y más toque de primera a favor de un juego más veloz, triangulaciones, asociaciones... Esto es todo de Almirón. Y si bien no se festejan los empates, el hecho de que el nuevo técnico tenga una semana entera de trabajo por delante, por primera vez desde que llegó, ilusiona con ver algo distinto, con profundizar lo que se insinuó. Y está bueno que trabaje luego de haber cortado una seguidilla nefasta de derrotas por el torneo local de cara a un tramo importante que se viene, Racing de local y dos seguidos de visitante: Colo Colo -el principal rival en el grupo de la Copa- y River.

Una mirada más general indica que Boca no puede estar donde está en la tabla. Los números son horrorosos y apenas jugó un clásico en 13 fechas. O sea: se supone que aún no llegaron los rivales difíciles. Aunque el torneo no interese, es un papelón haber quedado tan lejos de River con más de medio torneo por jugar, deambular sin chances, comprometer el futuro (estamos lejos de todas las copas 2024, al menos por esta vía). Por suerte está Unión, que pierde más.

Lamentablemente, Almirón hereda todo lo que se hizo mal con anterioridad. Lo bueno para él es que retoques sencillos como los que se vieron (inculcar conceptos, marcar caminos) pueden resultar en mejorías notorias. Tendrá que lograr mayor profundidad, que el equipo juegue más para sus delanteros, que no sea tan verde (aguantó apenas seis minutos el 1-1). Los referentes no se fabrican, y Boca no los tiene (salvo Rojo, aún recuperándose). Los arqueros ganadores, ésos que hacen que sus compañeros se sientan poco menos que invencibles, tampoco son fáciles de conseguir y Romero no es -al menos hoy- uno de ellos. La jerarquía se paga con dólares, y en el plantel no sobra.

Como sea, el partido del otro día en la Bombonera estaba llamado a ser un punto de quiebre y habría sido un desperdicio que el hilo se cortara. Lo de Rosario se pareció bastante a una confirmación cuando no a un verdadero paso hacia adelante, pero hay que seguir con lo que hay. Se vienen lindos partidos como para terminar de cambiar la imagen

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