ATHLETIC-OSASUNA / Chupinazo de Ibáñez

La perla de Osasuna marca en el 116′gol que otorga el pase a la final de La Cartuja. El Athletic fue mejor, pero falló lo indecible, especialmente dos ocasiones de Nico Williams

Alfonso Herrán
As
La Cartuja esperaba al de siempre, al Athletic, que se sabe el camino Bilbao-Sevilla mejor que el que va a Lezama. De tanto viaje al estadio con inspiración olímpica parece un equipo tan vasco como andaluz. Pero la insistencia en las finales de Copa saltó por los aires en el minuto 116 cuando un chaval pamplonica, Pablo Ibáñez, demostró que por muchos navarros que vaya captando el Athletic allí aún queda futuro. Y de Mutilvera, cerca de Tajonar, para más simbología. Metió un gol de bandera que envía a Osasuna a su segunda final en 102 años de historia. Adiós a un silencio de casi dos décadas. Ahora desafiará al que triunfe en el Clásico. Los leones, con Nico Williams aciago, fueron acreedores del 2-0 que les otorgaba el pase, pero fallaron lo indecible y su rival encontró el momento adecuado para asestar el golpe de gracia.

El partido rebosaba expectación, espuma de deseo y ambición. Ya vino enturbiado por el retraso en el comienzo por culpa de los vándalos que entorpecieron la llegada del equipo visitante. Muchos podían pensar: ¿a quién perjudicaría esa estupidez? ¿A los que iban a bordo del autocar bajo la incertidumbre y la tensión por un camino obstruido? ¿O a los que ya estaban el estadio sin saber si calentar o seguir planificando la noche? No pareció mover mucho el guion con el pitido inicial. Porque se dio lo esperado: un Athletic al abordaje y Osasuna contenido, protegiendo su exigua ventaja, jugando en largo, buscando diagonales hacia Kike o los extremos. Un plan copiado a los que asaltan los bancos: robo y correr.

El choque era pura adrenalina. Y a Herrera le encanta ser la salsa de ambientes tan dinamiteros. Se hizo enorme saliendo del área pequeña ante Guruzeta, al que paró con el rostro en el minuto 7 la primera ocasión clara. Lo celebró con tal ímpetu que por poco se desprenden los brazos del cuerpo. Luego empezó con el ritual de pérdidas de tiempo, bajo la música de viento. Y se hizo el lesionado en un choque con Iñaki Williams. Protagonista absoluto. Acaparó todo el foco durante unos instantes de un partido vibrante.

El Athletic tenía un problema porque su brújula Muniain no encontraba el balón. Sí lo hacía Sancet, más participativo, pero estaba un punto ansioso y no acertaba con el pase adecuado. Guruzeta bajaba la medular a mezclarse con el juego y ponía en duda a los centrales rojillos. Nico andaba punzante por la izquierda, pero no tuvo su noche en la definición, pasó un calvario en esta faceta. Un tiro suyo se marchó fuera por poco en el minuto 26. Los leones se mostraban con muchas ganas ante la presión de Osaauna. A éste le costaba mucho tener el balón. Todo parecía cambiar en el minuto 33, cuando los extremos rojiblancos se aliaron para rozar el 1-0. Yuri centró a De Marcos, que entró como un cohete por su banda derecha y el cabezazo permitió una nueva foto de lucimiento de Herrera. Fue el preámbulo del tanto que equilibraba la eliminatoria. Muniain puso en juego el saque de esquina posterior, peinó Vesga y cazó un balón complicado Iñaki Williams para romper el gafe bilbaíno en ese tipo de jugadas que arrancan desde el banderín de córner. Llevaban casi 200 sin convertir. Se quitó un buen peso de encima el ‘9′, que arrastraba como una pesada bola de preso nada menos que 24 partidos sin marcar (18 con el Athletic y 6 con Ghana).

La eliminatoria volvía a la casilla de salida. Empezaba de nuevo con 57 minutos para decidir el primer finalista de este año, más el suplemento que finalmente se contrató en La Catedral. Los navarros trataron de disimular que ese golpe no les había afectado y Oroz filtró un gran pase a Kike García, que aprovechó un fallo en la marca de Yeray para disparar, algo escorado, eso sí, ante Agirrezabala, que la atajó con maestría. El equipo de Arrasate tenía muy poca profundidad, era Oroz el que más criterio plasmaba, y Herrera estaba a su nivel esperando a la presión local para buscar en largo a los atacantes. Pero Moi Gómez no existía y el plan de enfriar el juego con el balón en los pies saltó por los aires.


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