A Londres, de punta en blanco
Gran partido de un Madrid con muchos suplentes ante un Cádiz al que su portero salvó de una goleada de época. Rodrygo fue la figura de un duelo que resolvieron Nacho y Asensio.
El Madrid no tiene en cuenta todo lo que no le lleva a Cibeles. No es de hoy, es de siempre. Así que, como ante el Villarreal, Ancelotti llenó el equipo de suplentes en el Nuevo Mirandilla. Previamente había dejado en casa a Kroos y a Vinicius, que es dar permiso de fin de semana a un batallón. Estaba escrito: la cabeza del grupo anda ya en Londres, no en la clasificación de la Liga. Ahí ya no mira hacia delante ni hacia atrás, pero conoce la diferencia entre perder la fe y perder la compostura. Su salida en Cádiz estuvo plena de convicción. Hundió al equipo amarillo en su medio campo con una participación de todos: Rodrygo en la izquierda, donde mejor suena, aunque Vinicius le cierra esa puerta; Benzema en su salsa, en la construcción y la definición; Asensio, afinado; Valverde y Ceballos, patrullando el borde del área. Un Madrid con prisas por acabar pronto y bien.
Pero el Cádiz tiene su guasa. Sabe salir de casi todas sin la pelota y con muy pocos goles. La cuestión está en hacerlos cuando conviene o que los ajenos los evite el portero. A su modo, es el Madrid de la planta baja. Le gusta vivir sobre la bocina. Nadie se salva con tanto arte. Sometido, pudo tomar ventaja en un remate cruzado de Espino que devolvió el palo. Una bandera amarilla sobre el manto blanco que se extendió luego sobre el encuentro.
Un portero heroico
Porque casi todo lo puso el Madrid, con buen gusto y poca puntería. Descontado el tanteo inicial, David Gil rechazó un pelotazo sin colocación a Asensio, le quitó luego un gol a Benzema tras una doble pared de fantasía con el balear y sacó con ciertos apuros una volea forzada y elíptica de Rodrygo, que sin Vinicius se suelta, y no solo en la banda izquierda. Su última barrera es el atrevimiento, que nadie le reprochará. Pasada la media hora entró como un cohete sorteando defensas para regalarle el gol a Ceballos. Pifió el sevillano a la primera y Benzema, a la segunda. El francés mandó su disparo al larguero a portería semidesnuda. La pelota botó sobre la línea y el gol no llegó ni a fantasma. Después pedaleó a lo grande en una bicicleta estupenda para acabar estrellando su disparo en el cuerpo de David Gil, muralla en la bahía. Antes del descanso, el meta todavía tuvo tiempo de sacarle a Ceballos una volea tremenda. El Madrid ponía el arte y el Cádiz, el portero. Y lo uno valía tanto como lo otro.
Donde más corto se quedaba el equipo de Ancelotti era en los laterales. A Nacho le cuesta la izquierda; en la derecha, no es el momento de Lucas Vázquez, que ha ido perdiendo sus habilidades como extremo de cuna. Todo lo potable sucedió por dentro y sin la participación de Tchouameni, del que se espera un mayor empuje. Todavía no es carne ni pescado.
El Cádiz vivía de resistir y mandar balones a la banda de Bongonda, hombre bala. Lo poco que llegaba al área blanca lo barría Militao, que se siente capaz de llegar a todo y de cortarlo todo. Chris Ramos, un delantero muy físico, fue a esa pelea y sacó muy poco en limpio.
Y apareció Nacho
No bajó el volumen en la segunda mitad, y menos para Rodrygo, que mató un pase de 70 metros lanzado por Militao y definió mal. Ese control mereció otro final. Casi de inmediato se le fue un remate a puerta vacía. Un leve toque previo de Meré le birló el premio.
Al Madrid le costaba explicarse por qué un partido tan bien jugado no se ponía de su parte. La respuesta estaba en la falta de sutileza en el remate. Cada posesión blanca acababa en el área del Cádiz. La cosa andaba entre la parada milagrosa y el susto de muerte para el equipo de Sergio. El público, la única nota de arte del equipo amarillo, procuraba aliviar el asedio. Los jugadores no parecían escucharle, aunque se batían extraordinariamente atrás. Fali, más que nadie.
La riada de ocasiones era imparable: un zurdazo de Benzema al palo, dos remates demasiado cruzados de Valverde y Rodrygo... Ancelotti metió a Camavinga para darle vuelo a la izquierda, pero el finiquito estaba en la derecha. Nacho, que se había ido a esa banda, acababa cazando un disparo desde el borde del área que abría la lata. Eso es el fútbol. Lo inesperado cuando había fallado todo lo que se esperaba. Luego llegó otro tanto de Asensio, que ese sí estaba en todas las previsiones, con un toque de interior de zurda de altísima precisión. Y ahí se acabó el Cádiz, que dejó claro que es de otra Liga aunque resistiera 70 minutos en la del Madrid. También tuvo un ratito Hazard, otro que no es de esta guerra.