Por qué Riquelme tiene el desafío más grande de su gestión en la Libertadores 2023

Boca tuvo fortuna en el sorteo en medio de un momento difícil del equipo y del DT, y en un año político. Román quiere paga su deuda continental.

Olé

"Una Copa Libertadores vale diez campeonatos argentinos. Jugando en Boca ganar un campeonato local es importante, pero ganar la Copa es ser un buen jugador de fútbol”.


Fue el 1° de octubre del 2015, en una entrevista con el Pollo Vignolo desde el VIP del el boliche La Noche Disco, del que era dueño su hermano Cristian, hoy integrante del Consejo de Fútbol. 57 días atrás, el River de Marcelo Gallardo había conquistado la tercera Copa para el club y Juan Román Riquelme, máximo ídolo de la historia de Boca, mostraba su preocupación por el presente del equipo y por la imposibilidad, después de ocho años, de volver a levantar la Séptima.

Soñaba, el 10, con volver a hacerlo como presidente. Porque en esa misma nota que se hizo viral, el hoy vice del club y referente máximo del fútbol de Boca anunciaba por primera vez su intención de presentarse a elecciones. “Tengo una ventaja grande, y es que el hincha me cree...”, decía entonces Román.

Este lunes, Riquelme fue el representante xeneize en el sorteo de la fase de grupos de la Libertadores, trofeo que él mismo alzó por última vez allá por el 20 de junio del 2007 y que aún no pudo volver a lograr en su etapa como dirigente. En diciembre habrá elecciones en Boca y él, pese a confiar en ganar “95 a 5”, sabe que la campaña del equipo en la Copa será, quizás, el principal condicionante a la hora de competir en las urnas. Con un entrenador cuestionado y uno de los peores momentos futbolísticos de los últimos años, Boca y Román van por la última Copa de la gestión Ameal-Riquelme, con todo lo que eso significa.

Si la Libertadores empieza a ganarse en el bolillero, entonces bien podría decirse que Boca arrancó la Copa con el pie derecho. Sus rivales serán Colo Colo (campeón del torneo chileno 2022), Monagas (subcampeón del certamen venezolano) y Deportivo Pereira (campeón del Torneo Finalización de Colombia). Una zona accesible que Boca no debería tener mayores complicaciones para superar, por más que los partidos, claro, haya que jugarlos. No hay altura, no hay brasileños, no hay cucos. Es, por lejos, el grupo más débil de los que le tocaron a Boca en los últimos años. El único tema serán los viajes, sobre todo a Maturín, la casa de Monagas, y en Pereira, a unos 200 kilómetros de Medellín. Y el historial picante y parejo con Colo Colo.

Con Román como cabeza del fútbol, Boca jugó tres Copas Libertadores, de las cuales peleó una: la primera. En 2020, con Miguel Russo como DT, el Xeneize pasó al tranco la zona de grupos y luego eliminó a Inter de Brasil y Racing, hasta caer sin atenuantes frente a Santos, que tras el 0 a 0 en la Bombonera, lo derrotó 3 a 0 en Vila Belmiro. En 2021, también con Miguel al frente del plantel, se clasificó en la última fecha de la fase inicial y quedó afuera por penales con Atlético Mineiro. Boca fue más en los 180’ y le anularon un gol válido en cada uno de los partidos: uno al Pulpo González, en el Templo, y otro al Chelo Weigandt, en la revancha. Y en el 2022, ya con público en las tribunas y Sebastián Battaglia como DT, volvió a tropezar en octavos: empató los dos juegos con Corinthians y también cayó por penales, la noche en que Benedetto falló uno en los 90’ y otro en la definición.

El arranque de esta Copa encuentra a Boca en medio de un momento adverso en lo deportivo y con Hugo Ibarra en la cuerda floja a pesar del triunfo del último sábado en la Copa Argentina. El DT, elegido por el propio Román, no logró imprimirle su sello al equipo y, pese a los títulos ganados, Riquelme y compañía prefieren afrontar la última Copa de la gestión con un DT con mayores pergaminos, experiencia y roce internacional.

Aun así, Boca siempre es Boca. Y más, después de conocerse los rivales que le tocaron en el grupo. Si para Boca será complicado, ni hablar para el resto de los equipos que conforman el grupo. El Xeneize, además, tiene muchas chances de terminar entre los mejores primeros, por lo que también tendría ventaja a la hora de definir de local a partir de los octavos.

Para Boca será -con o sin Ibarra- la oportunidad de volver a pelear un título internacional después de las dos ligas y las cuatro copas nacionales cosechadas durante la gestión Riquelme. La oportunidad de volver a cumplir el sueño de tantos años, aunque Boca no tenga hoy la calidad de jugadores de otras épocas y la diferencia presupuestaria con los conjuntos brasileños se siga agigantando copa tras copa. La historia juega. Y soñar no cuesta nada.


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