Independiente y la enésima frustración: otra vez silbidos al final, porque Instituto le empató un partido que ganaba 2-0
El Rojo se puso en ventaja con goles de Cauteruccio, pero sufrió con los centros y necesitó que el arquero Rey fuera la figura para evitar la derrota; malestar de los hinchas
No es sencillo el clima en el Bochini. La comprensión de la gente por el momento que vive el club depende de cómo sople el viento. Parece ser amplia antes de empezar o si el juego (y el resultado) acompañan para desfigurarse en silbidos y protestas en cuanto las cosas se tuercen.
La semana había sido especialmente compleja para el Rey de Copas. A la muy deficiente actuación ante Banfield la fecha pasada le sucedieron noticias económicas muy preocupantes, como una demanda perdida en la FIFA por una deuda con Fernando Gaibor por valor de 2,4 millones de dólares y un conflicto en puerta por el impago a Juan Cazares, quien se suponía que había llegado libre desde el Metalist Jarkov ucraniano, pero por el que se había firmado un pase por 1,35 millones de la moneda norteamericana. Y esas dificultades en los despachos tuvieron efectos diversos sobre el equipo.
Leandro Stillitano volvió a cambiar de sistema táctico, colocando por primera vez dos delanteros en punta; y los jugadores entraron a la cancha decididos a lavar la imagen. La mezcla funcionó bien durante un buen rato. Con velocidad y precisión en la circulación, insistencia en la búsqueda de Nicolás Vallejo y Ayrton Costa por izquierda, movilidad en ataque a través de Matías Giménez y concentración para recuperar la pelota, el Rojo maniataba a Instituto, lo apretaba contra su campo y le sumaba capacidad para generar peligro.
Lo más destacado del partido
A los 3 minutos Martín Cateruccio apareció suelto en el área, Jorge Carranza le tapó el zurdazo, y entre el arquero y Fernando Alarcón impidieron que Giménez concretase el rebote. Diez minutos después, Costa ingresó con decisión al área y la barrida de Leonel Mosevich acabó con un rebote en su brazo. Cauteruccio convirtió el penal y cerró la sequía de goles del equipo, que sumaba casi 5 horas de fútbol.
El envión le duró a Independiente hasta los 20. De a poco, ya sea porque pagó con ahogo el alto ritmo del arranque o porque el conjunto cordobés fue acomodándose mejor en la cancha, el dominio comenzó a cambiar de dueño. Aparecieron en escena Nicolás Linares como balance en el medio, Gastón Lodico para manejar la pelota y Santiago Rodríguez para recibir por delante de los centrales y a espaldas de Iván Marcone. Y sobre todo, surgió un contratiempo que resultó insalvable para el local: cada centro de córner (hubo 11) se convirtieron en un suplicio para Sergio Barreto, Javier Báez y compañía.
El Rojo todavía tuvo tiempo para gozar de un oasis. A los 31 Vallejo recuperó en posición de 3, buscó a Giménez, que abrió para Kevin López, pasó por afuera Vallejo y soltó el centro por abajo. Nadie despejó, Baltasar Barcia tocó hacia atrás y Cateruccio definió cruzado. 2-0. Le siguió un zurdazo de Vallejo que picó en el travesaño. Fue lo último. Entonces, todo volvería adonde estaba.
A los 36 Rodrigo Rey dio la primera función de su recital desviando abajo un disparo de Rodríguez. Nada pudo hacer ante el cabezazo de Adrián Martínez (por supuesto, producto de un córner) que estableció el descuento un minuto después, pero continuó sosteniendo a los suyos en el segundo tiempo, cuando le tapó el empate a Lodico y más tarde salvó el tercero ante un remate de Alarcón. En el medio, también había llegado a manotear la media vuelta de Linares que igualó la chapa. Adivinaron: en jugada de córner.
Independiente ya hacía rato que era una caricatura de equipo, sin orden ni concierto. Instituto se relamía pensando en un triunfo que parecía caer por decantación, pero se topó con Rey, y al final casi lo pierde. Lo tuvo dos veces el juvenil Santiago Hidalgo y se lo negó el palo a Báez sobre la bocina.
Fue empate. Fue entretenido. No le cayó mal al desarrollo. Sí al hincha del Rojo, que sigue la misma secuencia que su equipo: se ilusiona y amaga con una jornada feliz, pero se desequilibra ante la primera brisa en contra y acaba desesperado porque no gana. Son tiempos de ecuaciones difíciles de resolver en la tierra del Rey de Copas.