Boca mostró la cara más opaca dentro de su condición de equipo raro y ciclotímico: derrota y segundo partido seguido sin goles
Cayó 1-0 ante Banfield, tras regalar el primer tiempo con el esquema 4-3-3; mejoró un poco en el segundo, pero no fue claro; Chiquito Romero, el mejor, atajó un penal
Fue el segundo partido consecutivo de Boca sin marcar goles. Alarma para un conjunto al que se le suponen variantes ofensivas. No pudo con un Banfield que no había ganado en las seis fechas anteriores y solo había convertido dos goles.
Volverá el debate sobre un Boca disfuncional, escaso de ensamble colectivo, carencia que disimuló en parte en el segundo tiempo a partir de un medio campo más robusto, con los ingresos de -sobre todo- Equi Fernández y Medina. La fórmula del 4-3-3 había naufragado irremisiblemente.
Un Boca demasiado abierto y desperdigado en el campo fue superado por el trabajo compacto y en bloque de Banfield en el primer tiempo. El 4-3-3 del comienzo que dispuso Ibarra fue un dibujo con piezas sueltas, inconexas. Cuando no era la amplia distancia entre los jugadores lo que dificultaba la sincronización, Boca fallaba en pases sencillos. Varela era uno de los que parecía con los botines cambiados.
Lo más destacado del partido
Banfield tomó rápidamente nota de los desajustes de Boca. Presionó con decisión, juntó las líneas y fue agresivo para buscar el arco. No dejó que su muy flojo comienzo en la Liga Profesional lo afectara anímicamente. Todo lo contrario: mostró predisposición y empuje para salir del pozo.
Antes de los 10 minutos, Romero ya había sido exigido con un par de atajadas. El arquero era el único que estaba metido en el partido; el sostén de una estructura que flaqueaba en varias zonas, por adentro y por afuera. El conjunto de Ibarra no recuperaba en el medio y atrás, salvo algún anticipo de Figal, estaba en permanente estado de zozobra.
La noche de Boca se complicó más con una pifiada de Valdez en un despeje, para acto seguido cometerle penal a Bizans. De la ejecución se encargó Andrés Chávez, que se topó con un Romero en modo bombero para tapar un nuevo incendio de su equipo. Fue el segundo penal que Chiquito contuvo en siete partidos, tras el que le desvió a Castelli (Central Córdoba).
A Banfield se le pudieron venir encima todos los fantasmas por su falta de efectividad. En los seis cotejos anteriores de la Liga Profesional solo marcó dos goles, al mismo rival: Huracán. Pero el Taladro siguió aplicado en lo suyo ante un rival que ni siquiera se despertaba con la muy buena intervención de su arquero.
Seis minutos después de fallar el penal, Banfield encontró la contundencia que merecía. Alemán lanzó un córner desde la derecha con esa pegada de zurda que es una navaja para las defensas rivales. El juvenil zaguero Aarón Quirós, con su 1,74 metros de altura se impuso en lo alto para despachar un cabezazo que fue un flechazo. Ahora sí, Banfield rompía su maleficio y volvía a festejar un gol después de 405 minutos. Cabrera, con otro cabezazo, estuvo cerca del 2-0.
Remolón, Boca recién en los últimos 10 minutos tomó conciencia de que estaba en problemas. Serios. Sin funcionamiento, se agarró a la capacidad de algunas de sus individualidades, como ocurrió en tantos partidos. Cambeses se redimió de una mala salida al cubrir con todo su cuerpo un remate de Valdez que podía ser el empate. Hubo también un cabezazo de Benedetto. Poco, muy poco de Boca.
Caía de maduro que se imponían cambios para el segundo tiempo. Para robustecer el medio campo entraron Medina y Equi Fernández (salieron Pol Ferández y Óscar Romero). Boca se paró con un 4-4-2 para contrarrestar el control que Banfield había tenido en la zona media.
Fue más parejo el desarrollo, con Boca mejor integrado a través del pase. Por primera vez en la noche conseguía hilar alguna jugada. Apareció la peligrosidad de Langoni con un remate cruzado. Ya se jugaba más en campo local, mientras Banfield se perfilaba para el contraataque.
El desgaste le pasó factura al Taladro: salieron con molestias musculares los defensores Insúa y Quiros.
El partido le demandaba a Boca claridad y decisiones correctas, ya que el gobierno del juego le pertenecía. Ibarra no quiso apostar al doble N° 9 al mandar a la cancha a Merentiel por Benedetto, demasiado intermitente, poco participativo.
Le faltaba inteligencia a Boca para no enredarse en algún tumulto que eran una tregua para Banfield. La desesperación al final lo llevó a buscar con el centro a la olla. Tampoco se le dio por esa vía. Derrota y castigo para un equipo que vuelve al taller por averías en el motor, y con turno también en el chapista, porque no tiene buena pinta.