Vinicius, un ejército de uno
Un fantástico partido del brasileño acuesta al Madrid a cinco puntos del Barça. Álvaro Rodríguez debuta a lo grande en la Liga: dos pases de gol.
Como el Madrid aún no ha decidido a qué palo quedarse, Ancelotti optó por un modelo híbrido en Pamplona. El plan es echar el resto en lo probable sin dejar de lado lo posible. Así que se guardó en Madrid a Kroos, Tchouameni y Benzema, en el banquillo a Carvajal y puso todo lo demás (que no es demasiado si se tiene en cuenta al cuarteto de descatalogados habitual), incluido Valverde en la derecha. Partidos norteños, donde el Madrid nunca es bienvenido, exigen sus pulmones. A los nueve minutos estaba negándole un remate a Abde. Es imprescindible para el técnico porque sabe estar en las dos áreas.
Al otro lado de la red, Jagoba Arrasate tocó más de lo previsto, empezando por el portero. Una sorpresa, porque Aitor Fernández presentaba un ratio estupendo de goles encajados. Pero a Sergio Herrera le va el Madrid. En temporada y media le ha parado tres penaltis a Benzema. También le ganó el primer pulso a Vinicius, que se plantó ante él tras limpiarle una pelota a Moncayola, que no es centinela de banda. Alguien tenía que comerse el marrón de Vinicius con los dos laterales derechos del equipo lesionados y le tocó a él.
Vinicius y Moi Gómez, buenos y peleones
Osasuna tiene una valentía impropia de su presupuesto. Presiona arriba, adelanta la defensa, mira poco a su espalda. Le gusta a El Sadar, con el que se mimetiza, y a Arrasate. Así que quedó un partido a campo abierto, de vaivenes. En un pestañeo Budimir le quitaba, por intromisión indebida, un gol seguro a Torró, Courtois salvaba un remate de Manu Sánchez y Valverde mandaba una volea cerca de puerta.
El Madrid es ecléctico por vocación y no por necesidad. Así que ante ese hostigamiento pamplonés tiró de balón largo a Vinicius y Rodrygo. No le obsesiona quedarse con la pelota sino con el partido. Estuvo a punto de salirle en un pase que cazó Vinicius de espuela. El segundo toque, larguísimo, le condenó. Osasuna aplicó un sistema de ayudas para mitigar el culebreo del brasileño. Una vigilancia severa pero limpia, salvo una fricción con Moi Gómez que les costó una amarilla a ambos y que llevó a Ancelotti a pedir, sin demasiados motivos, audiencia a Munuera. Aun así, el Madrid quedó reducido a las buenas ocurrencias de su estrella y a la constante presencia de Camavinga, un jugador todavía con defectos pero con una virtud casi inédita a su edad: la personalidad. Nada le arruga. Hasta ahora ha demostrado ser menos impresionable que Tchouameni, al que el Madrid se le ha venido encima.
Camavinga y Vinicius al margen, el Madrid inicial tuvo poca gracia. Los centrales de Osasuna enterraron a Rodrygo, Valverde estuvo más para cerrar que para abrir y ni Modric ni Ceballos rompieron líneas. El equipo navarro fue lo que su entrenador define como su ideal de equipo: “Táctica y rigor y que luego cada jugador saque su lado salvaje para desnivelar”. Sus futbolistas estuvieron mejor en lo primero, lo fácil, que en lo segundo, lo complicado, aunque antes del descanso Budimir tuvo su ocasión. Echó por tierra con un mal remate la recuperación por insistencia de sus compañeros.
Final blanco
En el vestuario, el Madrid echó un vistazo a la clasificación y subió una marcha. El equipo cogió tracción por la reaparición de Modric, una progresión más ambiciosa de Alaba por su banda y una participación mayor de Rodrygo en las operaciones. Dos roscas suyas pudieron acabar en gol. También dos soberbias maniobras de Vinicius en las que le cazó Sergio Herrera. Una vuelta a aquellos tiempos en que echaba a perder un gran partido por una mala definición. Minutos antes le habían anulado un gol por fuera de juego claro en un lance en el que evaporó al portero con un minisombrero. Nada ocurría cerca del área de Osasuna en lo que no participara él. Moncayola se tragaba a duras penas ese sapo hasta que Arrasate le liberó, adelantó su posición y cambió la vigilancia con el canterano Diego Moreno.
Algo parecido sucedía en el bando rojillo. Un soberbio Moi Gómez lo dirigía todo. Un remate raso suyo golpeó en el palo. Otro, de Moncayola, lo rozó. Osasuna había recuperado el tono y las piernas, pese al tremendo esfuerzo previo, pero ahí seguía Vinicius, repitiendo una y otra vez, hasta que, al fin, le salió una. Entró por su banda, esperó a que el acorralaran tres en el área y metió el pase a Valverde, que remató sin oposición. Exhausto, con los gemelos al vapor, el brasileño pudo rematar después la faena a pase de Álvaro Rodríguez, que debutaba en la competición. Se lo anularon por un fuera de juego, pero instantes después, Asensio, también a pase del canterano, bajó la persiana. Ahora toca la Champions, esa casa encantada en la que a casi todos se les aparece el Madrid.