Talleres - Boca: una derrota dolorosa que obliga a Hugo Ibarra a rearmar un nuevo equipo
Mereció ser goleado en Córdoba y repitió errores de los últimos partidos, aunque sólo cayó por 2-1; encima fue expulsado Sebastián Villa
Boca retrocede a pasos agigantados. Hugo Ibarra había dicho el fin de semana pasado que a juveniles como Luca Langoni hay que llevarlos “despacio y de a poco” (después de haber sido figura en la última consagración) y que debía darle confianza a los que están jugando. Se entendería más el mensaje si el ciclo contabilizara los tres encuentros del presente torneo, pero ya son muchos meses de las mismas impresiones: no se sabe a qué quiere jugar el equipo, el rendimiento de cada uno depende del día y empieza a perder puntos (suma cuatro de nueve posibles) en el inicio de la competencia, como le sucedió el año pasado.
Aquello terminó en el título de la Liga Profesional 2022, sí. De la mano de Ibarra, también. Pero Boca se ajusta a esa instancia: tener que levantar el trofeo para que las fallas se disimulen y se imagine una mejora sobre la victoria. Es como si viviera intencionalmente en un laberinto con pasillos que combinan nervios, desesperación y algunas alegrías. En el amanecer de este nuevo año, ya caminó ligeramente por cada uno de ellos.
Las caras contrariadas de los futbolistas xeneizes casi que transmiten la necesidad de otra cuestión que no se llama confianza, continuidad ni apoyo incondicional. Sin embargo, sale al campo para jugar el segundo tiempo ante Talleres, en el que se encuentra en desventaja, y observa que para intentar cambiar la historia ingresará... Langoni. En conclusión, al chico se lo prepara lentamente mientras el horno arde, confusa y contradictoriamente.
Lo mejor del partido
Boca fue muy superado en una prueba en la que muchos se jugaban gran parte del crédito. Ni siquiera intentó arrimarse al arco de Guido Herrera en la primera mitad. Tampoco pudo: el equipo de Javier Gandolfi tuvo tanta intensidad que no lo goleó porque le faltó fortuna (los postes lo privaron de un resultado más abultado) o simplemente el último toque lo hizo mal. Vaya paradoja, el gol de Michael Santos, a los 27 minutos y tras la suerte de los rebotes, y el de Ezequiel Fernández en contra, a los seis del segundo período, se pudieron dar en cualquier otro momento.
Guillermo Fernández y Juan Ramírez eran los primeros que rendían un importante examen: hace tiempo se sostienen como titulares, pero no argumentan el motivo. Les tocó salir en simultáneo en la igualdad pasada ante Central Córdoba y ciertas partes de la Bombonera hicieron escuchar diversas reprobaciones.
Pol es mimado puertas adentro. Sin Marcos Rojo, hoy es el capitán. No obstante, desde el juego aporta poco: si bien Ibarra le pide que agarre la pelota y conduzca los hilos del equipo, parece no sentir la responsabilidad. Su juego suele limitarse al toque fácil, de esos que no hacen daño. Entonces, exaspera. Así las cosas, la oportunidad de reivindicarse y mostrar otra versión volvió a pasar de largo.
Ramírez, por su parte, está tildado puertas adentro de jugar bien los superclásicos. Claro, los encuentros ante River no se juegan todos los fines de semana. Quizás, en esos días impone su ímpetu de agachar la cabeza y generar foules con sus arranques, pero son apenas dos goles con la camiseta azul y oro ni tampoco abundan las asistencias. Anoche, tras un primer tiempo en el que perdió demasiadas pelotas, fue uno de los dos cambios que se produjeron en el entretiempo.
Otro era Nicolás Orsini, sin goles desde el 2 de marzo del año pasado. Tenía una tercera oportunidad consecutiva ante la suspensión de Darío Benedetto, pero solamente duró en la cancha ocho minutos: a los cinco sintió una molestia y obligó el ingreso de Miguel Merentiel.
No obstante, hubo más jugadores que empiezan a repetir actitudes que parecen traducirse en cierto cansancio por repetir ciclos de vida boquense. Sebastián Villa hizo todo para irse expulsado como lo consiguió: primero protestó; luego golpeó a un rival. Luis Advíncula y Frank Fabra se distraen en el lateral y, como en viejas épocas, observan el desenlace de las jugadas. Y el resto, claro, se contagia. Aunque Boca es tan raro que, con el hombre menos, se sintió mejor. Quizás, porque sale de la Villadependencia y tiene que hacer otra cosa.
Entonces, a falta de diez minutos para el final apareció el gran pivoteo de Merentiel, la pausa justa para que Langoni picara al espacio y la definición cruzada del joven atacante para descontar y que la derrota sea menos pálida. El chico expuso a Ibarra y le hizo entender que no sólo es necesario mientras “recupero jugadores”, tal como había dicho el DT.
Boca tiene las cosas servidas. Pero el DT repitió un equipo que sigue sin tener un buen rendimiento. Ahora está obligado a replantear algunas cosas. Sólo queda que puertas adentro quieran cambiar.