Ferrari da la sorpresa con el impresionante SF-23
La escudería italiana lleva el coche a la pista de Fiorano delante de un millar de tifosi. Leclerc y Sainz prueban con público un monoplaza que aspira a ganar.
El evento fue majestuoso: con la tribuna plagada de aficionados y la sospecha permanente de que el Ferrari rodaría hasta que se confirmó la sorpresa: Leclerc lo estrenó con un par de vueltas de instalación y Sainz lo bautiza con tres vueltas finales que hacen un total de cinco, en forma de exhibición permitida por la FIA.
El SF-23 presentado hereda muchos conceptos del F1-75, al menos en esta primera versión que comparte de Ferrari y que no tiene por qué regresar en los test de Sakhir (23-25 de febrero) ni en el primer Gran Premio en Bahréin (5 de marzo). Marca de la casa son los pontones ‘bañera’, a los que solo Ferrari ha sabido sacar partido en forma de poles y victorias. También abunda el negro, además del rojo, y eso suele indicar que hay cierto sobrepeso. Por lo demás: morro acortado, alerón delantero interesante, un aletín cerca del ‘cockpit’… todo en un diseño que aspira a ganar carreras desde el primer día en 2023.
Pero el coche no parece el punto débil de Ferrari. En 2022 lo fue la estructura, con errores de concepto y estrategia que regalaron decenas de puntos. Por eso Binotto ya no está al frente del equipo. Se espera mucho de Vasseur, que no es un ingeniero estrella de la F1 como era el suizo de origen italiano, pero tiene a sus espaldas tres décadas en el automovilismo y un perfil de ‘carrerista’, hombre competitivo que sabe como repartir funciones y optimizar una escudería.
Leclerc y Sainz, dos bazas
En cuanto a los pilotos, el último eslabón de la cadena, no es un secreto que ambos tienen que dar un paso adelante al volante de este imponente SF-23. Leclerc fue competitivo en 2022 y suma cinco victorias en la F1, pero su influjo como predestinado líder de Ferrari, así le consideran algunos en Italia, se diluirá si no es capaz de disputar un título a Verstappen. En cuanto a Sainz, es exclusivamente él quien tiene que golpear el cronómetro desde la primera sesión para desequilibrar la balanza a su favor y evidenciar que apenas hay centésimas de diferencia entre el monegasco y el español. A partir de ahí, se podría empezar a soñar. No habrá órdenes de equipo salvo que uno se destaque sobre el otro.