Cinco lecciones a un año de la guerra en Ucrania: geopolítica, mercenarios y armas hipersónicas
El próximo 24 de febrero se cumple un año del inicio de la invasión de Rusia a Ucrania. ¿Cuáles son las primeras conclusiones que se pueden sacar del conflicto más importante del siglo XXI?
Sin embargo, todo lo sucedido desde febrero de 2022 permite sacar algunas conclusiones desde el punto de vista político, en general, y militar, en particular. ¿Cuál fue el impacto de las nuevas armas? ¿El uso de mercenarios llegó para quedarse? ¿Cómo cambió la guerra?
Aquí, cinco conclusiones que se pueden tomar de la guerra en Ucrania para pensar los conflictos de un futuro no tan lejano.
1. El regreso de la geopolítica
Después de décadas de conflictos asimétricos, de mayor o menor intensidad, con actores no estatales como protagonistas, dos estados nacionales se disputan una porción de suelo soberano. Además, un conflicto de gran escala volvió a suelo Europeo.
Una mirada territorial de la realidad y los mapas políticos volvieron a tener centralidad. Las supuestas zonas de influencia fueron el pretexto para que se desatara la guerra. Mientras que los ucranianos venían luchando desde 2014 por terminar con la intromisión de un país en su soberanía, los rusos dijeron sentirse amenazados por la expansión de la OTAN hasta sus propias fronteras.
Pero esto no es algo propio solo del escenario europeo, sino que es el mapa geopolítico global el que se encuentra desbalanceado y en tensión. China se consolida como el otro gran polo de poder mundial y también potencias intermedias, como India, buscan aprovecha el río revuelto para asegurar su ascenso de cara al segundo cuarto del siglo XXI.
Todo esto tiene impacto directo en el mapa económico real. El conflicto se libra en los campos más fértiles del mundo y Rusia tiene la llave de los gasoductos que alimentan con energía al Viejo Continente.
En consecuencia, el precio de los alimentos subió a nivel mundial y los países de Europa occidental tuvieron que buscar otras fuentes de energía para afrontar el invierno, llegando incluso a desempolvar métodos que parecían superados, como la quema de carbón.
2. Las nuevas guerras
En el plano militar, las lecciones son muchísimas, ya que después de mucho tiempo se enfrentan dos ejércitos convencionales, con gran número de tropas en un espacio abierto. En esta guerra se puede ver convivir elementos clásicos, como trincheras y fortificaciones, con otros conceptos más modernos, como el uso masivo de drones y de misiles balísticos, y la ciberguerra.
Una de las conclusiones que sacan los analistas de la guerra es que se desenvolvieron mejor las estructuras de mando y control que delegan en oficiales intermedios un margen de discrecionalidad operativa. En ese sentido, las fuerzas ucranianas demostraron una extraordinaria capacidad de adaptación y flexibilidad, mientras que las fuerzas rusas sufrieron la rigidez de sus estructuras.
Otro punto fundamental en esta guerra ha sido la logística, no solo para invasión (todos recordamos las imágenes de los tanques rusos abandonados sin combustible), sino también para sostener un conflicto largo que no tiene un horizonte de finalización. Respecto a esto último, los rusos cuentan con una ventaja, ya que, al contar con industria militar propia, están en mejor posición para sostener una guerra que se extiende. En cambio, los altos mandos ucranianos se mostraron desesperados en las últimas semanas por conseguir material para seguir el combate.
De esto se desprende otra lección: la necesaria capacidad de un Estado de producir y mantener su industria militar, o bien tener socios fiables que tengan dicha capacidad.
3. Reservistas y mercenarios
La movilización masiva de hombres tanto para invadir un territorio extenso como el ucraniano, como para resistir y rechazar esa invasión puso a prueba las estructuras de personal de los ejércitos. El desarrollo de esta guerra probó el valor que tiene el personal especializado, profesional, y la necesidad de contar con reservistas desplegables en un periodo corto de tiempo.
En esa línea, desde la invasión a Crimea, en 2014, Ucrania encaró un proceso entrenamiento de reservistas que estuvo a la altura a la hora de frenar la embestida rusa.
Además, ambos contendientes echaron mano de fuerzas mercenarias o de grupos de combatientes ad hoc para engrosar sus filas y para desplegar métodos a los que las fuerzas regulares no tienen permitido recurrir. Esto se pudo observar especialmente en el accionar de los escuadrones chechenos y del grupo Wagner empleados por Rusia. De hecho, la reciente avanzada sobre la ciudad de Soledar estuvo a cargo de las tropas del Wagner, que se abrieron paso con brutalidad.
Por su parte, Ucrania recurrió al polémico Batallón Azov, fundado en 2014 tras la pérdida de Crimea y hoy integrado a la estructura de sus fuerzas armadas como escuadrón de combate regular.
Aunque el empleo de mercenarios es tan antiguo como la guerra misma, es probable en los conflictos del futuro cercano se vean cada vez más tropas de este estilo en reemplazo de las tropas de los ejércitos nacionales.
4. Armas novedosas
La guerra en Ucrania fue el campo de prueba de novedosos sistemas de armas. Algunos más conocidos, como los drones, y otros, desarrollados con tecnología de punta, como los misiles hipersónicos.
El uso de drones, incluso de los modelos hogareños, cambió ciertas dinámicas básicas de la guerra. Antes, para buscar posiciones enemigas había que enviar una avanzada o unidades de fuerzas especiales, con el consiguiente riesgo de perder algunos soldados. Ahora, se pone en riesgo un dron de unos pocos miles de dólares. Lo mismo sucede al momento de guiar el fuego de artillería.
No solo eso, sino que además equipos como los drones kamikaze obligaron a replantear el movimiento de tanques.
Estos sistemas, que pueden portar tanto cabezas convencionales como ojivas nucleares, presentan dos ventajas principales que se combinan para evadir las defensas antimisiles tradicionales: su velocidad, superior a Mach-5, y su capacidad de maniobrar permanentemente durante su trayectoria, que suele no ser balística, sino a baja altura.
Las otras superpotencias, China y EE. UU., están prontos a presentar sus desarrollos en la materia, que promete ser el estándar para las guerras del futuro.
5. Un espejo para extremo Oriente
Cuando estalló la guerra, muchos extrapolaron el conflicto en suelo europeo a uno que está latente en extremo Oriente: la posible invasión de China a Taiwán. Si bien los casos del territorio del Donbass y el de Taiwán no son estrictamente iguales, ambas situaciones se pueden equiparar en el sentido de que se trata de territorios cuya soberanía se encuentra en disputa y con un status quo que no satisface al país rival.
En ese sentido, la guerra en Ucrania se transformó en un espejo en el que el gigante asiático pudo observar cómo reacciona Occidente ante una acción armada para recuperar un territorio disputado en un área de alto interés para el orden mundial.
China puede evaluar hasta qué punto impactaron las medidas económicas impuestas a Rusia por Occidente después de la invasión y si funcionan como un disuasorio suficiente para desalentar una aventura bélica en Taiwán. El gobierno de Pekín podría imaginar un escenario en el que la isla rebelde reciba apoyo militar concreto para enfrentar una hipotética invasión desde el continente. Aunque tal vez la pregunta fundamental que estudien los analistas sea evaluar hasta qué punto es redituable entrar en un conflicto que se puede empantanar y prolongar en el tiempo, tal como le está sucediendo hoy a Rusia en Ucrania.