ATLÉTICO 1-ATHLETIC 0 / Griezmann es la historia de siempre
El francés hace el gol de la victoria para el Atlético ante el Athletic, su rival favorito, al que ya le ha hecho 14 en 30 encuentros. Exhibición defensiva de Reinildo. Los de Valverde duraron solo una parte.
El partido se inició intenso, con los dos equipos buscando el área con hambre de Carpanta y, mientras la grada se empeñaba en hacer sentir a los del Cholo fuera de casa, con esa guerra civil que la divide, los cánticos en dos direcciones y los silbidos. De su runrún se fue contagiando el equipo del Cholo. Cada vez que alguno de sus futbolistas quería asomar la nariz por el área de Agirrezabala, Vivan y Yeray le cerraban la puerta. Plas. Bye, bye. Y Nico Williams ya corría hacia Oblak campo a través. Reinildo se puso el traje ignífugo y a currar. A los treinta minutos su camiseta debía pesar ya una tonelada por el sudor vertido. Eso sí, Nico Williams se desquició por no ser capaz de saber cómo superarle, rebasarle, una y otra vez estampado en él. En corear su nombre a la vez era lo único en lo que la grada se ponía de acuerdo en la tarde. Alto y largo. Como Nico no podía con Reinildo, silbó y se le unió su hermano, Iñaki. ¿Resultado? El mismo. Nada. Se creyó una vez el mayor de los Williams que lo había despistado. Erró Koke y Muniaín le sirvió la pelota para la contra rauda y veloz cuando, de pronto, como de la nada, otra vez ahí Reinildo. Ola que ase. Y le quitó la bola. En el área contraria, el Athletic desactivaba las apariciones por dentro de Grizi y de Correa.
El duelo seguía competido, ninguno tenía ocasiones claras pero sí llegadas con peligro. Si Carrasco fallaba un mano a mano ante Agirrezabala, que detenía providencial con el pie, Dani García respondía con uy ante Oblak: recibía en el segundo palo un centro de Inaki Williams y remataba demasiado alto. Un Dani García, por cierto, ya con amarilla por una entrada de roja sobre Nahuel.
Agirrezabala puso el guante duro por bajo para volver a negarle el gol a Carrasco a los cinco minutos de la segunda parte y Oblak respondía con otra mano por bajo para negárselo a Nico Williams y desconectar para siempre al Athletic. La segunda parte sería del rojiblanco que no vestía de rojiblanco. Apretaba el Atleti, le tatuaba su nombre al cuero para dejar sin oxígeno a los de Valverde, encerrados en su área. Simeone introduciría a Morata, Barrios y Memphis para mejorar a su equipo mientras Griezmann inspiraba y sentía como se le hinchaba el pecho. Recibió esa pelota de Memphis y corrió hacia Agirrezabala con la seguridad del gol en sus pasos.
Delirio, la voz de la grada de nuevo unida en un Atleeeti largo. Y ese aplauso. A su Principito, a su estrella, a su chico del pelo rosa, al marido de Erika, a Grizi. Los minutos que siguieron fueron para no dejar ir ese 1-0 que es poesía cholista y un buen aporte de Barrios. Mientras, el Cholo sonreía como esta temporada tantos partidos fuera, el Atleti de naranja y la victoria en el bolsillo. Pero ahora en casa y a través de la bota infinita de Grizi ante el Athletic.