¿Un Lula III argentinizado?
Desde el 8 de enero, puso en duda la utilidad de un Banco Central con autonomía y describió a la economía que recibe como catastrófica ¿Está mutando a un político populista estilo argentino?
Lula perdió sucesivas elecciones hasta llegar a la presidencia en 2002. No dudó en mantener todas las reformas económicas que le han dado estabilidad al Brasil desde el Plan Real de 1994. Durante sus dos presidencias fue el mandatario latinoamericano mimado de Washington. Fuese con Bush Jr o con Obama, a sus interlocutores en la Casa Blanca les mostraba su capacidad para domesticar algunos de los excesos que proliferaban en Venezuela, Bolivia y Argentina y, como siempre, en Cuba.
Como en la famosa canción de Roberto Carlos, Lula tenía un millón de amigos. Los medios de prensa del más puro y duro capitalismo internacional lo veían como el continuador y protector de las reformas pro mercado. En tanto que los de corte anti estadounidense y anti liberal, lo mostraban como un referente clave del anti imperialismo yankee.
En el medio de esa Lulamania, Brasilia se envalentonó y reclamó una banca permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU y hasta se ofreció como mediador en el tema nuclear entre los EEUU e Irán. Llegado a ese punto, desde los pasillos de poder de Washington se le transmitió a Brasilia que el amor tampoco daba para tanto.
Luego Lula impondria a su candidata Dilma Rousseff, una dirigente totalmente diferente a él, con poca empatía y un perfil fuertemente tecnócrata.
Serias irregularidad en el manejo de los recursos públicos por cifras billonarias en dólares que venían de los años previos a la llegada de la primera mujer presidenta del Brasil, terminaron de salir a la luz y a estallar en su segundo mandato.
Pese a que Lula III viene hablando ahora de que la destitución de Rousseff fue un golpe de Estado, seguramente sabiendo que no es así ya que debe conocer la Constitución de Brasil, el Congreso procedió a su remoción, sin que se recuerde un PT dispuesto a dar la vida por ella. En todo caso, desde sus propias filas se la criticaba por no haberse movido más fuertemente para frenar el avance de la Justicia en temas de corrupción.
El emerger de Bolsonaro marcaría la aparición de una derecha fuerte y con inmenso caudal electoral que ganaría las elecciones de 2017. Superando un intento de asesinato de un supuesto marginal, que rápidamente consiguió buenos abogados para defenderlo. Un ataque que aún no fue esclarecido en sus aspectos más profundos. Bolsonaro hizo de lo políticamente incorrecto su bandera, pero tuvo la capacidad de formar mayorías en el Congreso. Puso como algunos de sus blancos a los poderosos jueces supremos que habían sido elegidos en los gobiernos del PSDB y el PT. Ese combate político y mediático derivó en un abierto enfrentamientos durante su gobierno y en especial a lo largo de la campaña electoral.
Al mismo tiempo, la estrecha relación de Bolsonaro con los medios de comunicación evangelistas acercaron más y más a las grandes y tradiciones cadenas de TV y diarios a Lula, pese a que los mismos apoyaron la destitución de Rousseff y la condena y prisión de él mismo.
El esquema anti Bolsonaro terminó de armarse a partir de la alianza entre los dos sujetos políticos que más se odian desde hace 40 años en Brasil: el PT y el PSDB.
Pero volvamos al procesamiento y cárcel durante 580 días para Lula, solo concluida cuando los jueces del supremo indicaron que las pruebas contra el ex líder gremial habían sido recolectadas por un juez, o sea Sergio Moro, y fiscales que no tenian jurisdicción. En otras palabras, la clave no es si era culpable o inocente, sino ese error de procedimiento.
Los más escépticos creen que sectores de la Justicia y de la prensa vieron un todo o nada contra Bolsonaro y no tenían más opción que un Lula libre para poder a ganarle (aunque fuese por poco más de un punto como sucedió).
¿Esa herida narcisista de los casi 580 días en prisión pesan en el pensamiento y accionar de Lula?
El mensaje en Twitter del General Villas Boas, pocas horas antes que la Justicia decidiese detener a Lula, en donde uno de los militares más respetados del país les sugería a los magistrados atenerse a las leyes y no a cálculos políticos para no proceder, ¿influyen en la aspereza que está mostrando Lula III con las FFAA?
El más que previsible y violento evento del 8 de enero pasado en Brasilia, según las encuestas más recientes, no parece darle al gobierno un cheque en blanco contra la oposición como se podía pensar en un primer momento. Entre esa fecha y hoy, Lula trató en una entrevista a los militares como “esta gente”, puso en duda la utilidad de un Banco Central con autonomía, describió a la economía que recibe como catastrófica (5,7% inflación annual, PBI positivo, caída del desempleo, récord de importaciones y reservas internacionales), cosa que él solo ve.
¿Lula III está mutando a un político populista estilo argentino? ¿Con exageraciones, clichés vetustos, con espejo retrovisor más grande que el parabrisas, destratos a personas e instituciones para darle capital simbólico a pequeñas minorías intensas, una visión aldeana y de corto plazo?
Por el bien del Brasil y los brasileños, esperemos que no. Sino, la herencia económica y de incivilidad política se asemejará más y más a la argentina, un proceso que tendría agudas y traumáticas implicancias en una región cada vez más signada por las crisis y el desorden.