Un Atleti en rosa antes del derbi
Los rojiblancos despedazan al Valladolid en diez minutos con un Griezmann estelar, dos asistencias a Morata y Hermoso y un gol. Llorente se va tocado a cuatro días del derbi en Copa.
El centro del campo el mismo, con Llorente, Koke y Lemar. La derecha de nuevo cuchillo. Arriba, con Grizi estaba Morata pero también Correa, el futbolista que con su puntín marcó el camino de un partido que el francés siguió por la tele, en Barcelona. Entonces ya había decidido que lo único que quería era volver al Atleti y al Cholo, volver a un Metropolitano al que necesitaba pedirle perdón. Volver, volveeer, como dice la canción. Entonces ya no solo sabía lo que la rojiblanca significa, también cómo se puede añorar.
A su alrededor sucedió todo, como sucede desde que ha dado ese paso atrás para defender, jugar y hacer jugar. El Valladolid duró apenas unos minutos. Un Valladolid que un año después de aquel golpe en Zorrilla ante el Atleti, que le enviaba a Segunda, regresaba a Primera y se reencontraba por primera vez a los rojiblancos. Lo hacía con necesidad de huir de abajo y una revolución: Pacheta introducía siete cambios y otro sistema, tres centrales y dos delanteros. Para nada. Su equipo fue apenas una mota de polvo, hizo muy poco. Una contra en la que Sergio León superaba en carrera a un Witsel que volvía a ocupar un sitio que el suyo no es, porque los que tenían que estar otra vez no lo hacían, y tener un rato el balón. Si la efervescencia con la que los rojiblancos habían iniciado el partido al ver al Valladolid pareció esfumarse con el correr de minutos, nada más lejos. Solo era un paso atrás para tomar impulso, como la ola que se retira en la orilla para regresar convertida en tsunami.
Morata se plantaba por tercera vez ante Masip. Si las dos anteriores estaba en fuera de juego, ésta no perdonó. Griezmann se sacó el pincel para dibujar un pase de espuela que le encontraba en el área. Morata recibió y sentó a El Yamiq, como Suárez en Zorrilla antaño, con un recorte. Había ganado un segundo para parar y pensar. Y en el área un segundo es muy largo: con la derecha envió el balón a la red. El Valladolid se hundiría, el Atleti no tendría piedad. Tanto necesitaba recuperarse a sí mismo, su versión vertical e imponente, que en diez minutos asestaría dos cuchilladas más. De fondo hubiera podido escucharse a Edith Piaf, La vie en rose.
Porque allá donde se mirara se veía ese color. Porque allá donde se mirara Griezmann convertía el rosa de su pelo en rojo fuego sobre el mapa de calor. Recibía entre líneas, generaba ventajas, hacía de todo. Hasta volver a asistir, ahora a Hermoso, con una falta que botaría al corazón del área y que cabecearía el central: Masip paró a la primera pero el rechace, del mismo, ya no. Y entre medias, además, se reencontraría con el gol. El pase lo pondría Nahuel, un Nahuel cada vez a más y mejor, ganando la línea de fondo. El francés chutaría mientras que en el Metropolitano estallaba a la vez un aplauso en el que iban palabras: “Sí, vuelves a ser de los nuestros”. El Valladolid de cinco defensas había encajado tres goles en tres remates a puerta.
El gris de Llorente, primeros minutos de Memphis
Si Pacheta pasó el resto del partido deseando que se terminase, superado y perdido, Simeone lo alargó demasiado para algunos futbolistas que se veían cansados. Y al poco de regresar del reposo, Llorente caía en la hierba: mano atrás con el derbi de Copa en cuatro días, alarmas. Simeone captó el aviso y con su cambio se fue también Grizi. El partido había terminado ya sí aunque aún le quedara media hora larga. Media hora larga para que Correa estampara dos veces la pelota en el palo, Plano enviara manso a las manos de Oblak el único disparo a puerta del Valladolid en la tarde y Memphis tuviera sus primeros minutos. Se le vio un pelín fuera de forma, pero combina y se mueve con linterna, como Grizi. Llenándolo todo con su rosa en este Atleti que mira al Madrid. “Y seguir coronando montañas, seguir conquistando escaleras”, como dice Sabina. Y a esto el Atleti sí quiere hacer caso.