TikTok es una ‘superarma’ de distracción masiva creada por China
La capacidad de la aplicación para aturdir a la gente debería llevar a considerar su uso potencial como un nuevo tipo de arma, una que busque neutralizar a los enemigos no infligiendo dolor y terror, sino infligiendo placer
Pero a medida que se ha desarrollado nuestra comprensión de la psicología, se ha hecho más fácil evocar otras emociones en completos extraños. Los avances en la comprensión del refuerzo positivo, impulsados sobre todo por las personas que intentan que hagamos clic en los enlaces, han hecho posible ahora dar sistemáticamente descargas de dopamina a gran escala a personas que se encuentran al otro lado del mundo.
El placer es ahora un arma, una forma de incapacitar al enemigo con la misma seguridad que el dolor. Y la primera arma de destrucción masiva puede ser una pequeña aplicación en tu teléfono llamada TikTok.
I. El tigre sonriente
TikTok es la app más exitosa de la historia. Surgió en 2017 de la aplicación china para compartir vídeos Douyin y en tres años se había convertido en la app más descargada del mundo, superando más tarde a Google como dominio web más visitado del mundo.
La conquista de la atención humana por parte de TikTok se vio facilitada por las cuarentenas por el covid de 2020, pero su éxito no fue mera suerte. Hay algo en el diseño de la aplicación que la hace inusualmente irresistible.
Otras plataformas, como Facebook y Twitter, utilizan algoritmos de recomendación como funciones para mejorar el producto principal. En TikTok, el algoritmo de recomendación es el producto principal. El usuario no necesita crear una red social ni enumerar sus intereses para que la plataforma empiece a adaptar los contenidos a sus deseos; simplemente empieza a verlos, saltándose los vídeos que no despiertan su interés de inmediato. Tiktok utiliza un algoritmo propio, conocido simplemente como el algoritmo For You [en inglés: Para ti], que utiliza el aprendizaje automático para construir un perfil de tu personalidad entrenándose en tus hábitos de visionado (y posiblemente en tus expresiones faciales). Dado que un vídeo de TikTok suele ser mucho más corto que, por ejemplo, un vídeo de YouTube, el algoritmo adquiere datos de entrenamiento tuyos a un ritmo mucho más rápido, lo que le permite centrarse rápidamente en ti.
El resultado es un sistema insuperable para conocerte. Y una vez que te ha conocido, puede mostrarte lo que necesita para volverte adicto.
Dado que el algoritmo For You favorece sólo el contenido más hipnotizador al instante, sus vídeos constructivos -como las guías de “cómo hacerlo” y el periodismo de campo- tienden a quedar relegados a los márgenes en favor de la sabrosa pero maligna información basura. Muchos de los TikTokers más populares, como Charli D’Amelio, Bella Poarch y Addison Rae, no hacen más que bailar y sincronizar los labios.
Individualmente, estos vídeos son inofensivos, pero el algoritmo no pretende mostrarte sólo uno. Cuando recibe la señal de que ha captado tu atención, redobla la apuesta. Esto le permite alimentar tus obsesiones, mostrándote contenido hipnótico una y otra vez, reforzando su impronta en tu cerebro. Este contenido puede incluir la promoción de la autolesión y los trastornos alimentarios, y el fomento acrítico de la cirugía de reasignación de sexo. Hay pruebas de que ver este tipo de contenido puede causar enfermedades psicógenas masivas: los investigadores identificaron recientemente un nuevo fenómeno en el que chicas jóvenes, por lo demás sanas, que veían vídeos de enfermos de Tourette desarrollaban tics similares a los de Tourette.
Una forma más común en que TikTok promueve el comportamiento irracional es con tendencias virales y “retos”, en los que la gente realiza un acto específico de idiotez con la esperanza de hacerse famosos en TikTok. Los actos incluyen lamer retretes, esnifar bronceador, comer pollo cocinado en NyQuil y robar coches. Uno de los retos, conocido como “lamidas retorcidas”, anima a los niños a cometer actos vandálicos, mientras que el “reto del apagón”, en el que los niños se asfixian a propósito con objetos domésticos, ha provocado incluso varias muertes, entre ellas la de una niña hace unos días.
Por muy problemáticas que sean las tendencias de TikTok, el mayor peligro de la aplicación no reside en ningún contenido específico, sino en su naturaleza adictiva en general. Por razones obvias, aún no existen estudios sobre la adicción a TikTok a largo plazo, pero, basándonos en lo que sabemos de la adicción a Internet en general, podemos extrapolar sus posibles efectos en los usuarios habituales de TikTok.
Hay un corpus sustancial de investigaciones que muestran una fuerte asociación entre la adicción a los smartphones, la contracción de la materia gris del cerebro y la “demencia digital”, un término que engloba la aparición de ansiedad y depresión y el deterioro de la memoria, la capacidad de atención, la autoestima y el control de los impulsos (esto último aumenta la adicción).
Estos son los problemas que causa la adicción a Internet en general. Pero hay algo en TikTok que la hace singularmente peligrosa.
Para desarrollar y mantener facultades mentales como la memoria y la capacidad de atención, hay que practicar su uso. TikTok, más que ninguna otra aplicación, está diseñada para darte lo que quieres y exigirte lo menos posible. Le importa poco a quién sigues o qué botones pulsas; su principal consideración es cuánto tiempo pasas mirando. Su dependencia del aprendizaje automático en lugar de la entrada del usuario, combinado con el hecho de que los clips de TikTok son tan cortos que requieren un mínimo de memoria y capacidad de atención, hace que navegar por TikTok sea la experiencia más pasiva y poco interactiva de todas las principales plataformas.
Si es la naturaleza pasiva del consumo de contenidos en línea lo que causa la atrofia de las facultades mentales, entonces TikTok, como la plataforma más pasivamente utilizada, naturalmente causará la mayor atrofia. De hecho, ya se puede encontrar a muchos usuarios habituales de TikTok quejándose en sitios web como Reddit de su pérdida de capacidad mental, un fenómeno que se ha dado en llamar “cerebro TikTok”. Si los signos ya son evidentes, imagina lo que la adicción a TikTok habrá hecho a los cerebros jóvenes en desarrollo dentro de una década.
La capacidad de TikTok para aturdir a la gente, tanto de forma aguda, fomentando el comportamiento idiota, como de forma crónica, atrofiando el cerebro, debería llevar a considerar su uso potencial como un nuevo tipo de arma, una que busque neutralizar a los enemigos no infligiendo dolor y terror, sino infligiendo placer.
El mes pasado, el director del FBI, Chris Wray, advirtió de que TikTok está controlado por un gobierno chino que podría “utilizarlo para operaciones de influencia”. Entonces, ¿hasta qué punto es probable que una de esas operaciones de influencia pueda incluir la adicción de los jóvenes occidentales a contenidos que adormecen la mente para crear una generación de papanatas?
El primer indicio de que el Partido Comunista Chino (PCCh) es consciente de la influencia maligna de TikTok en los niños es que ha prohibido el acceso a la aplicación a los niños chinos. El experto estadounidense en ética tecnológica Tristan Harris señaló que la versión china de TikTok, Douyin, es una versión “espinaca” en la que los niños no ven twerkers y gente que lame retretes, sino experimentos científicos y vídeos educativos. Además, los niños sólo pueden acceder a Douyin durante 40 minutos al día y entre las 10 de la noche y las 6 de la mañana.
¿Ha impuesto el PCCh tales normas para proteger a su pueblo de lo que pretende infligir a Occidente? Cuando se examinan las doctrinas filosóficas que subyacen a las normas, queda claro que el PCCh no sólo cree que aplicaciones como TikTok vuelven estúpida a la gente, sino que destruyen civilizaciones.
II. Siete bocas, ocho lenguas
China ha recelado del capitalismo liberal occidental desde el siglo XIX, cuando la apertura inicial del país provocó que las potencias occidentales inundaran China de opio. La epidemia de adicción, combinada con las consiguientes Guerras del Opio, aceleró la caída de la dinastía Qing y condujo al Siglo de la Humillación, en el que China fue sometida a duras y desiguales condiciones por Gran Bretaña y Estados Unidos.
A Mao se le atribuye el mérito de haber acabado con la epidemia de opio, y desde entonces muchos en China opinan que el liberalismo occidental conduce a la decadencia y que el autoritarismo es la cura. Pero un hombre ha hecho más que nadie para convertir esta tesis en política.
Su nombre es Wang Huning y, a pesar de no ser muy conocido fuera de China, ha sido el principal teórico ideológico de China durante tres décadas, y ahora es el miembro número 4 del Comité Permanente de siete miembros, el órgano más poderoso de China. Asesoró a los anteriores líderes de China, Jiang Zemin y Hu Jintao, y ahora asesora a Xi Jinping, siendo autor de muchas de sus políticas. En China se le llama “guoshi” (国师: literalmente, “maestro de la nación”).
Wang se niega a hacer prensa e incluso a hablar con extranjeros, pero su visión del mundo puede deducirse de los libros que escribió al principio de su vida. En agosto de 1988, Wang aceptó una invitación para pasar seis meses en Estados Unidos, y viajó de estado en estado observando el funcionamiento de la sociedad estadounidense, examinando sus puntos fuertes y débiles. Plasmó sus hallazgos en el libro de 1991 América contra América, que desde entonces se ha convertido en un texto clave del PCCh para entender a Estados Unidos.
La premisa del libro es sencilla: Estados Unidos es una paradoja compuesta de contradicciones: sus dos valores principales -libertad e igualdad- se excluyen mutuamente. Tiene muchas culturas diferentes y, por tanto, ninguna cultura general. Y su sociedad impulsada por el mercado le ha proporcionado riqueza económica pero pobreza espiritual. Como escribe en el libro, “las instituciones, la cultura y los valores estadounidenses se oponen a los propios Estados Unidos”.
Para Wang, las contradicciones de Estados Unidos tienen un origen: el nihilismo. El país se ha desvinculado de sus tradiciones y es tan individualista que no puede decidir en qué cree como nación. Sin una cultura general que mantenga sus valores, los poderes reguladores del gobierno son débiles, fácilmente corrompibles por los grupos de presión o paralizados por las disputas partidistas. Por ello, el progreso de la nación está dirigido principalmente por las ciegas fuerzas del mercado; no obedece a una sola orden, sino a una cacofonía de trescientos millones de demandas que la llevan a todas partes y a ninguna.
En opinión de Wang, la falta de una cultura unificadora pone un duro límite al progreso de Estados Unidos. El país produce constantemente nuevas y maravillosas tecnologías, pero éstas no tienen otro propósito rector que su propia proliferación. El resultado es que todos los avances tecnológicos conducen a Estados Unidos por una trayectoria desafortunada: hacia una mercantilización cada vez mayor. Wang escribe:
“La carne humana, el sexo, el conocimiento, la política, el poder y la ley pueden convertirse en el objetivo de la mercantilización... La mercantilización, en muchos sentidos, corrompe la sociedad y conduce a una serie de graves problemas sociales. Estos problemas, a su vez, pueden aumentar la presión sobre el sistema político y administrativo”.
Así, al convertirlo todo en un producto, el capitalismo occidental devora todos los aspectos de la cultura estadounidense, incluidas las tradiciones que la unen como nación, lo que conduce a la atomización y la polarización. La mercantilización también devora el sentido y el propósito, y para tapar el creciente agujero espiritual que esto deja, los estadounidenses recurren a los placeres momentáneos -drogas, comida rápida y diversiones-, llevando a la nación aún más a la decadencia y el deterioro.
Para Wang, el progreso tecnológico sin precedentes de Estados Unidos le está conduciendo a un abismo. Cada nuevo microchip, televisor y automóvil no hace sino distraer y sedar aún más a los estadounidenses. Como escribe Wang en su libro, “no es la gente la que domina la tecnología, sino la tecnología la que domina a la gente”. Aunque estas palabras son de hace 30 años, fácilmente podrían haber estado hablando de la adicción a las redes sociales.
Wang teorizó que el conflicto entre el sistema económico de Estados Unidos y su sistema de valores lo hacía fundamentalmente inestable y destinado a una mercantilización, nihilismo y decadencia cada vez mayores, hasta que finalmente se derrumba bajo el peso de sus propias contradicciones. Para evitar que el propio avance tecnológico de China la condujera por el mismo peligroso camino, Wang propuso una solución extrema: el neoautoritarismo. En su ensayo de 1988, “The Structure of China’s Changing Political Culture” (La estructura de la cambiante cultura política china), Wang escribió que la única forma en que una nación puede evitar los problemas de Estados Unidos es inculcando “valores fundamentales”: un consenso nacional de creencias y principios arraigados en las tradiciones del pasado y orientados hacia un objetivo claro en el futuro. Un consenso así podría evitar el nihilismo y la decadencia, pero cultivarlo exigiría a su vez eliminar el nihilismo y la decadencia. Esta idea ha sido fundamental en la estrategia de gobierno del presidente Xi, que ha hecho hincapié en “valores socialistas fundamentales” como el civismo, el patriotismo y la integridad.
¿Cómo ha afectado el impulso de estos valores socialistas al enfoque del PCCh sobre las redes sociales?
El creador de TikTok y Director General de Bytedance, Zhang Yiming, pretendía originalmente que el contenido de TikTok y su versión china, Douyin, se determinara exclusivamente por la popularidad. Como tal, Douyin comenzó de forma muy parecida a como lo hace ahora TikTok, con el contenido dominado por adolescentes cantando y bailando.
En abril de 2018, el PCCh comenzó a actuar contra Zhang. Su organismo de control de los medios de comunicación, la Administración Nacional de Radio y Televisión, ordenó la retirada de las tiendas de aplicaciones chinas de la aplicación más popular de Bytedance en ese momento, Toutiao, y de su agregador de noticias de IA, Neihan Duanzi, citando su plataforma de contenido “inapropiado”. Zhang se disculpó públicamente en las redes sociales: “Nuestros productos tomaron el camino equivocado y aparecieron contenidos incompatibles con los valores fundamentales socialistas”.
Poco después, Bytedance anunció que contrataría a miles de personas más para moderar contenidos y, según la CNN, en los subsiguientes anuncios de trabajo manifestó su preferencia por miembros del PCCh con “fuerte sensibilidad política”.
La influencia del PCCh sobre Bytedance no ha hecho más que crecer desde entonces. El año pasado, el Partido adquirió una “acción de oro” en la entidad de Bytedance en Beijing, y uno de sus funcionarios, Wu Shugang, ocupó uno de los tres puestos del consejo de administración de la empresa.
La intromisión del PCCh en las operaciones de Bytedance forma parte de una estrategia más amplia de Xi, denominada “Transformación Profunda”, que pretende despejar el espacio para la instauración de los valores socialistas fundamentales librando a China de contenidos en línea “decadentes”. En agosto de 2021, apareció una declaración en los medios estatales chinos pidiendo el fin del “tittytainment” al estilo de TikTok por miedo a que “nuestros jóvenes pierdan sus vibraciones fuertes y masculinas y nos derrumbemos”.
A raíz de esa declaración, se han tomado medidas enérgicas contra la moda de los “mariquitas”, las “drogas digitales” como los juegos en línea y la “adoración tóxica de ídolos”. En consecuencia, se ha privado a la fuerza de su influencia a muchas personas influyentes en Internet, y a algunas, como la estrella de cine Zhao Wei, se les ha borrado toda su presencia en la web china.
Para Xi y el PCCh, eliminar de China los contenidos “decadentes” del estilo de TikTok es una cuestión de supervivencia, porque tales contenidos se consideran un heraldo del nihilismo, una regresión de los seres humanos a bestias, un síntoma de la enfermedad terminal de Occidente que debe evitarse que haga metástasis en China.
Y, sin embargo, mientras reprime estos contenidos a nivel nacional, China ha seguido permitiendo su exportación internacional como parte de la “Ruta de la Seda digital” de Xi (数字丝绸之路). Se sabe que TikTok censura los contenidos que desagradan a Beijing, como las menciones a Falun Gong o a la plaza de Tiananmen, pero por lo demás tiene vía libre para mostrar a los occidentales lo que quiere; el “tittytainment” y los “sissy men” están por todas partes en la aplicación. Entonces, ¿a qué se debe esta hipócrita disparidad de normas? ¿Acaso la Ruta de la Seda digital pretende hacer justicia poética a la Ruta de la Seda original, en la que las potencias occidentales predicaban los valores cristianos mientras traficaban con TikTok-opio químico-en China?
Como Wang y Xi creen que Occidente es demasiado decadente para sobrevivir, puede que hayan optado por tomar el camino taoísta del wu wei (無為), es decir, sentarse y dejar que los apetitos de Occidente lo lleven por donde quieran. Pero hay otro enfoque más siniestro y eficaz que pueden haber adoptado. Para entenderlo, debemos tener en cuenta una última pieza del rompecabezas: un filósofo anfetamínico que vivió en mi ciudad natal.
III. El Laboratorio Matricida
A primera vista, el filósofo británico Nick Land no podría ser más diferente de Wang Huning. Wang saltó a la fama por ser adusto, discreto y sereno, mientras que Land lo hizo por despotricar sobre apocalipsis ciborg mientras se le iba la cabeza con la hierba y el speed. A finales de la década de 1990, Land se mudó a una casa que había sido propiedad del libertino satanista Aleister Crowley (a un kilómetro de donde yo crecí), y allí, al parecer, se dio un atracón de drogas y garabateó diagramas ocultistas en las paredes. En la cercana Universidad de Warwick, donde impartía clases, sus conferencias eran a menudo estrambóticas (una infame “lección” consistía en que Land se tumbaba en el suelo, graznando en un micrófono, mientras de fondo sonaba frenética música de la selva).
Wang y Land no sólo eran polos opuestos en cuanto a personalidad, sino que también se situaban en extremos opuestos del espectro político. Mientras que Wang llegaría a ser el principal teórico ideológico del Partido Comunista Chino, Land se convertiría en el principal teórico (con Curtis Yarvin) de la influyente red de blogueros de extrema derecha NRx.
Y sin embargo, a pesar de sus naturalezas opuestas, Land y Wang desarrollarían visiones casi idénticas del capitalismo liberal como una fuerza omnicomodificadora y devoradora, impulsada por el hambre insaciable de las fuerzas ciegas del mercado, y destinada a devorar finalmente a la propia civilización occidental.
Land veía el capitalismo liberal occidental como una especie de IA que ha alcanzado la singularidad; en otras palabras, una IA que ha crecido más allá del control de los humanos y que ahora acelera imparablemente hacia fines inhumanos. Como Land escribió febrilmente en su ensayo de 1995, “Meltdown”:”
“La historia es la siguiente: La Tierra es capturada por una singularidad tecnocapital a medida que la racionalización del renacimiento y la navegación oceánica se bloquean en el despegue de la mercantilización. La interactividad tecno-económica acelerada logísticamente desmorona el orden social en una máquina auto-sofisticadora fuera de control”.
Para simplificar, el capitalismo occidental puede compararse con un “maximizador de sujetapapeles”, una hipotética inteligencia artificial programada por una empresa de sujetapapeles para producir tantos clips como sea posible, lo que le lleva a empezar a reciclar todo lo que hay en la Tierra en clips (es decir, mercancías). Cuando los programadores entran en pánico e intentan apagarla, la IA los convierte en sujetapapeles, ya que al apagarla dejaría de cumplir su objetivo de crear tantos sujetapapeles como fuera posible. Así, la aplicación ciega de objetivos a corto plazo conduce a la ruina a largo plazo.
Land creía que, puesto que la IA desbocada que llamamos capitalismo liberal lo mercantiliza todo, incluso las críticas a él (que necesariamente se publican con ánimo de lucro), no se le puede oponer resistencia. Todo ataque contra ella se convierte en parte de ella. Por lo tanto, si uno desea cambiarla, la única manera es acelerarla a lo largo de su trayectoria. Como Land afirmó en un estilo de escritura posterior, más sobrio:
“El objetivo de un análisis del capitalismo, o del nihilismo, es hacer más del mismo. No hay que criticar el proceso. El proceso es la crítica, retroalimentándose a sí mismo, a medida que se intensifica. La única manera de avanzar es a través, lo que significa más adentro”. (Introducción rápida al aceleracionismo, 2017)
Este punto de vista, según el cual el sistema actual debe acelerarse para transformarse, se conoce desde entonces como aceleracionismo, y se ha hecho popular entre los revolucionarios antiliberales de todo tipo, pero especialmente entre los NRx de extrema derecha, que siguen a Land debido a su adhesión al neofascismo (llegó a creer que los regímenes autoritarios pueden acelerar a las naciones hacia la prosperidad, pero todas las democracias aceleran hacia la ruina).
La propia vida de Land siguió el mismo curso que él imaginó para Occidente; tras años de alta productividad, cayó en el nihilismo y la decadencia del consumo desenfrenado de drogas, que le llevaron a una crisis nerviosa. Tras recuperarse en 2002, se trasladó a Shanghai, donde vive desde entonces, escribiendo ocasionalmente para medios estatales chinos como el China Daily y el Shanghai Star.
Pocos años después de que Land se trasladara a China, empezó a hablarse de aceleracionismo en la web china, donde se conoce por su nombre chino, jiasuzhuyi (加速主义). El término ha calado entre los defensores chinos de la democracia, muchos de los cuales ven al PCCh como la IA desbocada, precipitándose hacia una mayor tiranía; incluso se refieren a Xi como “Acelerador en Jefe” (总加速师).
A nivel nacional, los activistas democráticos chinos intentan acelerar el autoritarismo del PCCh ad absurdum; una de las tácticas consiste en inundar las líneas de denuncia oficiales con informes de infracciones menores o inventadas, con la intención de doblegar al Partido obligándole a hacer cumplir todas sus insignificantes normas.
En cuanto al propio PCCh, se sabe que consideraba al ex presidente estadounidense Donald Trump como el “Acelerador en Jefe” o, más exactamente, “Chuan Jianguo” (川建国: literalmente “Construye China Trump”) porque se percibía que ayudaba a China acelerando el declive de Occidente. Por esta razón, se fomentó su apoyo. También se sabe que el PCCh ha participado en jiasuzhuyi de forma más directa; por ejemplo, durante los disturbios raciales de 2020 en Estados Unidos, China utilizó las plataformas de medios sociales occidentales para apagar el acelerador sobre las tensiones raciales estadounidenses.
Pero el uso de TikTok como acelerador es una escala completamente nueva de aceleracionismo, mucho más cercana a la visión apocalíptica original de Land. El capitalismo liberal consiste en hacer que la gente trabaje para obtener cosas placenteras, y durante décadas ha ido acortando el tiempo que transcurre entre el deseo y la gratificación, porque eso es lo que quieren los consumidores.
En el último siglo, el mercado nos ha llevado hacia formas de entretenimiento cada vez más cortas, desde el cine a principios del siglo XX, a la televisión a mediados de siglo, a los vídeos de YouTube de minutos de duración, a los clips de TikTok de segundos. Con TikTok, la demora entre el deseo y la gratificación es casi instantánea; ya no se necesita paciencia ni esfuerzo para obtener la recompensa, por lo que nuestras facultades mentales, automatizadas fuera de su trabajo, se marchitan.
Por eso TikTok podría ser un arma geopolítica devastadora. Sin prisa pero sin pausa, podría convertir a la juventud occidental -su futuro- en yonquis de la dopamina perpetuamente distraídos e incapaces de mantener la civilización que construyeron sus antepasados.
Parece que ya estamos a mitad de camino: no sólo se ha producido una reducción de la materia gris en las personas adictas a los teléfonos inteligentes, sino que, desde 1970, el coeficiente intelectual medio de Occidente no ha dejado de disminuir. Aunque es probable que el declive tenga varias causas, comenzó con la primera generación que creció con televisores generalizados en los hogares, y sin duda debe ser, al menos en parte, el resultado de que la tecnología haga que la consecución de la satisfacción sea cada vez más fácil, de modo que pasamos cada vez más tiempo en un estado pasivo y vegetativo. Si no lo usas, lo pierdes.
E incluso aquellos que todavía están dispuestos a utilizar su cerebro corren el riesgo de ver frustrados sus esfuerzos por las redes sociales, que parecen estar afectando no sólo a las capacidades de los niños, sino también a sus aspiraciones; en una encuesta en la que se preguntaba a niños estadounidenses y chinos qué trabajo deseaban más, la respuesta más votada entre los niños chinos fue “astronauta”, y la más votada entre los niños estadounidenses fue “influencer”.
Si seguimos por el camino actual, la consiguiente pérdida de cerebros en campos clave podría, dentro de unos años, empezar a perjudicar económicamente a Occidente. Pero, lo que es más importante, si lo hiciera contribuiría a desacreditar la propia noción del liberalismo occidental, ya que no hay mayor contraargumento para un sistema que ver cómo se destruye a sí mismo. Y así, el PCCh se beneficiaría doblemente de este resultado: arruinar a Occidente y refutarlo; dos pájaros de un tiro (o como dicen en China, 箭双雕: una flecha, dos águilas).
Así pues, el PCCh tiene tanto los medios como el motivo para ayudar a Occidente a vencerse a sí mismo, y parte de esto podría concebiblemente implicar el uso de TikTok para acelerar el capitalismo liberal cerrando la brecha entre el deseo y la gratificación.
El problema, por tanto, no es China, sino nosotros. América contra América. Si TikTok no es un arma asesina, entonces es un arma suicida. China ha dado a Occidente los medios para suicidarse, pero el deseo de muerte es totalmente de Occidente. Al fin y al cabo, TikTok dominó nuestra cultura como resultado de las fuerzas del libre mercado, precisamente aquello por lo que vivimos. Land y Wang tienen razón en que Occidente, al estar controlado por todos, no está controlado por nadie, y sin frenos ni volante estamos a merced del mercado.
Por supuesto, las democracias tienen cierto poder regulador. Los legisladores indios prohibieron TikTok en 2020, y los estadounidenses se están planteando hacer lo mismo. Sin embargo, aunque esto detenga el robo de nuestros datos, no detendrá el robo de nuestra atención; si se prohíbe TikTok, otro sitio de vídeos cortos ocupará su lugar. Lo que quieren los consumidores son descargas de dopamina sin esfuerzo, y el capitalismo siempre intenta darles lo que quieren. Anticipándose a la demanda, YouTube ha añadido su propio formato “YouTube Shorts” al estilo de TikTok, y Twitter acaba de implantar su propia versión del algoritmo For You de TikTok. El mercado es un acelerador mayor de lo que China podría aspirar a ser.
¿Cuál es la solución?
Puede que Land y Wang tengan razón sobre la enfermedad, pero se equivocan sobre la cura. Las democracias son vulnerables porque no hay nadie que controle su avance, pero las autocracias lo son precisamente por la razón contraria: están controladas por personas, es decir, por simios lamentablemente miopes. China está sufriendo actualmente la miopía de la política de cero-covid de Xi, que ha devastado la economía del país. No sería prudente cambiar la tiranía de la dopamina por la tiranía de los déspotas.
Sólo queda una solución: la democrática. En una democracia también se democratiza la responsabilidad, por lo que los padres deben velar por sus propios hijos. También hay un mercado para esto: se pueden establecer varias marcas de controles parentales en los dispositivos para limitar el acceso de los niños (aunque muchos de ellos, incluidos los propios controles de TikTok, se pueden eludir fácilmente).
Pero, en última instancia, se trata de medidas a corto plazo. A largo plazo, la única forma de prevenir la demencia digital es concienciar sobre la ruina neurológica que provocan aplicaciones como TikTok, sacar a la luz su fealdad para que pasen de moda como los cigarrillos. Si la debilidad del liberalismo es su apertura, ésta es también su fuerza: la palabra puede llegar lejos en las democracias.
Seguramente pareceremos alarmistas; TikTok destruye tan gradualmente que parece inofensivo. Pero si la aplicación es una bomba de relojería que destrozará a toda una generación dentro de unos años, no podemos esperar a que sus efectos sean evidentes para actuar, porque entonces será demasiado tarde.
El tiempo corre.
Tik. Tok. Tik. Tok...