TENIS | OPEN DE AUSTRALIA / Djokovic iguala los 22 títulos de Grand Slam de Nadal
El serbio gana ante el griego Tsitsipas su 10º Open de Australia, alcanza al español y vuelve a ser número uno en lugar de Alcaraz.
El caso es que Djokovic, que no compitió en las antípodas el año pasado por no estar vacunado contra el coronavirus y empezó el torneo con molestias en el muslo izquierdo, se las arregló para ganar su 22º título de Grand Slam e igualar por segunda vez (ya estuvieron empatados a 20) el récord masculino de Rafa Nadal, a dos del absoluto que aún mantiene Margaret Court (24). Con esta, Nole ya ha sido 10 veces campeón en Melbourne. Solo el español (14 Roland Garros) y la australiana (11 Open de Australia) han ganado más veces un mismo major. Se coloca en la cuarta plaza de la lista histórica de trofeos ATP (93), por delante, aquí sí, de Nadal (92). La guinda del pastel para el balcánico es que vuelve a ser número uno, en detrimento de Carlos Alcaraz, que pasa a ser segundo. Tsitsipas sube al tercer puesto. Djokovic perdió en junio del año pasado el liderato del ranking, que fue a parar a manos de Daniil Medvedev. Ahora lo tiene todo. La que viene será su semana 374 en el trono del tenis.
No es casual que todo esto lo consiga en la Rod Laver Arena, una pista en la que encadena 28 victorias consecutivas, desde que el entonces inopinado surcoreano Hyeon Chung le venciera en octavos de la edición de 2018. Esta racha la inició ante Mitchell Krueger en la primera ronda de 2019 y continúa abierta. Su relación con el suelo aussie es idílica. Este año se lleva de allí 11 victorias y dos títulos (ganó el 250 de Adelaida 1) sin conocer la derrota. A sus 35 años (es el tercer ganador más mayor del Open tras Ken Rosewall (37) y Roger Federer (36)) y con un poderío físico y tenístico tremendo, en contraposición a las continuas dificultades por las que atraviesa Nadal, parece llamado a prevalecer sobre el balear y Federer (20), ya retirado, en la carrera por los Slams.
Un plan de juego brillante
Djokovic sabía que sus opciones de victoria, que eran muchas de antemano (un 79% según el win predictor (la predicción de victoria)), pasaban por sacar bien, jugar mucho al revés de Tsitsipas y defender con velocidad y reflejos cuando el griego de 24 años atacara con su derecha. También por controlar su temperamento en un partido que se preveía caliente, por la numerosa hinchada de los dos países en liza, Serbia y Grecia, que iba a animar en la grada con banderas, cánticos y algunas salidas de tono en momentos de protocolario silencio. El de Belgrado salió a la pista más ligero que de costumbre, sin el aparatoso vendaje en el muslo que le acompañó en los anteriores partidos. Solo con unos tapes que apenas se veían.
Y se movió con soltura, felino, ejecutando los golpes con extrema facilidad ante un Tsitsipas romo que fue desperdiciando una tras otra las pocas oportunidades que tuvo de meterse en el partido, sobre todo en un segundo parcial que pudo sacar adelante con un punto de set que no convirtió en el décimo juego. Djokovic andaba mosqueado, con el público y con su equipo, al que recriminaba vete tú a saber qué. Además, se pegó un revolcón, al intentar devolver un envío de Stef, que no le hizo ninguna gracia, mientras el ateniense ni se inmutaba. Le debía una por sus críticas el año pasado cuando viajó en Australia sin estar vacunado, aunque al final del encuentro todo fueron buenas palabras entre ellos, no tanto las caras (muy serio Tsitsipas). Y tras desmontar al principio de la tercera manga el último intento de rebelión de su rival, minimizando los errores no forzados (22), el chacal resolvió en un nuevo tie-break. Lo que vino después ya pertenece a la historia.