Pan comido para el Athletic

Los leones siguen con su rutina en las eliminatorias al partido único ante un Espanyol inexistente en San Mamés. Gran jugada y gol de De Marcos

Alfonso Herrán
As
El Athletic va de trámite en trámite en la Copa del Rey, el trofeo que tanto enamora a San Mamés. El Espanyol fue pan comido en manos de un equipo al que si hay una palabra que le define desde 2019 en esta travesía del KO es fiabilidad. Aunque el resultado fue corto, un escuálido 1-0, no sintió sudores en una noche fría, con granizo y agua a mares, un escenario de esos épicos norteños, aunque no tan dantesco como en aquel 5-2 de la vieja Catedral hace 40 años en el que el meta camerunés N’Kono confesó que había visto la nieve por primera vez en su vida. A los rojiblancos solo les cabe reprochar lo de siempre: ¿cómo es posible que con 17 saques de esquina, 35 balones colgados sobre el área y 11 jugadores que remataron alguna vez empaqueten tan solo un tanto?

Si los blanquiazules anunciaron que la Copa les desataba ambición y sueños, toda esa pretensión debió de quedarse en el hotel. ¿A qué saltaron al campo? El conjunto de Valverde no estuvo muy brillante, pero una vez más fue efectivo. Salió como corresponde en un partido que subrayaba a un equipo con dos finales y unas semis en los tres últimos años, a un bloque con 20 eliminatorias a partido único superadas. Ya van 21 entre Copa y Supercopa. Mientras, el Espanyol se agarró a un sistema ultradefensivo, un caos en el que Expósito tenía que perseguir sin aliento a Yuri por la banda y Puado maldecía el instante en el que le encomendaron encoger a De Marcos por el otro costado. La orilla zurda local era una invitación al sufrimiento, porque Rubén Sánchez tampoco podía rebajar a Berenguer. Los locales empezaron a acumular ocasiones, dos en las botas de Berenguer y Sancet. Llegaban muy fácil al área con dos centros. Y había otra carta para jugar. Como era difícil filtrar pases o hacer paredes, el recurso del disparo lejano resultaba más que interesante. No había noticias de los periquitos, tan solo un tanto anulado a Joselu por claro fuera de juego en una peinada previa.

La sentencia llegó en el minuto 27. El gol requirió una asociación tan veloz como exquisita de los centrocampistas rojiblancos. Vesga inició las operaciones, con un pase horizontal a Zarraga,. Este maquinó con presteza el mayor daño posible sobre los pericos. Lanzó en vertical a Sancet, que tenía la marca pegajosa de Cabrera a su espalda. Vio una bala llamada De Marcos cortar hacia la portería sin la vigilancia de un Puado en plan espectador. Oihan se sacó el recurso de la espuela, uno de sus múltiples trucos de magia. Y El lateral definió magistralmente, una suerte que habitualmente se le hace cuesta arriba.

El ‘cerrojazo’ de Diego Martínez se sostenía desde la premisa de no encajar y agarrar alguna en los 90 minutos, o 120 si se alargaban los octavos de Bilbao. Roto el plan, se acabó la sustancia. Pero en ese equipo que puso en liza había gente para crear, no sólo para destruir o aparcar una flota de autobuses en el área de Joan García. Y con la momentánea derrota les tocaba dar pasos al frente para incomodar un poco a los leones, aunque pospusieron esa aventura hasta bien avanzada la segunda parte. Bueno podría decirse que en ningún instante creyeron en pasar si no era en la tanda de penaltis.

Lo que salió bien en Getafe, no tiene por qué funcionar en San Mamés. Cada teatro requiere un libreto. En esta ocasión, los tres centrales pasaron por un potro de tortura. Saltaban a intentar corregir la inferioridad por las bandas o por dentro y desajustaban todo el sistema, porque dudaban, iban tarde y se quedaban en posiciones intermedias, así que dejaban espacios, verdaderos latifundios, por todo el frente ofensivo de los bilbaínos. Cabrera, por ejemplo, tuvo encargos de Nico Williams en ocasiones y se comió unos cuantos recortes, caracoleos y cambios de ritmo. Y de aquí que, aunque había una línea de cinco residiendo junto al portero, se habilitara a Guruzeta para recibir en la frontal, girarse y lanzar a puerta en el minuto 42. Un equipo sostenido en 25 metros y decenas de piernas aplicadas en defensa, pero mal estacionadas.

Los leones fueron acumulando méritos para ampliar la ventaja. Una colección de saques de esquina, un disparo por acá, una parada del meta visitante por allá... Los que querían jugar y meter goles eran únicamente ellos. Pero con un pelotón tan denso no resulta fácil tener ocasiones. En estos casos lo mejor es el disparo lejano y ante un rechace, si tienes muchos elementos en punta, igualas opciones para coger el rechace. Lo más complejo en estos casos es abrir la lata, crear ocasiones. Al filo descanso llegó el lío en una pugna entre Yeray y Puado. El central levantó un brazo e impactó en el rostro del blanquiazul. Se revisó por si era agresión. Habría tenido guasa, ni una expulsión en su carrera en la élite y en cuatro días, dos rojas. Finalmente, esa segunda no llegó a mostrarse.

La segunda parte fue aburrida. Diego Martínez pasó a defensa de cuatro, un 4-2-3-1, con Puado y Vidal por los flancos, un sistema mucho más legible por parte de su gente, que alcanzó más orden en cada cuadrante del césped. Amarraban mejor a los bólidos de Valverde, pero seguía costándoles generar en ataque. Además, continuaban sin detectar a Zarraga, con ritmo y vitalidad para irse al frente. Iñaki Williams y Muniain salieron para aportar más centellas al ataque local y sentenciar la eliminatoria. Más tarde, saltaron al verde Raúl García y Herrera. Cuatro recambios de enorme peso y nivel, todos de ataque. Un síntoma de ambición. Certificaron que, una vez más, para el Athletic la Copa es pan comido hasta el último metro, el de la final. Ese es otro cantar.

Entradas populares