OSASUNA 0 - ATLÉTICO 1 / Y, de pronto, Saúl y De Paul

El Atlético gana en Pamplona con un gol del primero y un gran partido del segundo. Osasuna apretó al final, pero le faltó efectividad en el área.

Patricia Cazón
As
El partido tardó en entrar en calor. El frío, las prórrogas de Copa entre semana aún en las piernas, trotonas, su poso, la condena para un Atleti con nada más que LaLiga ante un Osasuna semifinalista. Le cortó la sonrisa el Cholo a Arrasate, sin embargo, con un abrigo insospechado con el que encarar el invierno: De Paul. Y, por ende, Saúl, que anda en irse en los dos días de enero que quedan, pero, mientras, volvió a besarse ese tatuaje en la muñeca con la rojiblanca dos años después. “La fuerza no proviene de la capacidad corporal sino de la voluntad del alma”. Marcó el camino.

Dio descanso Arrasate a siete hombres de inicio, Unai García entre ellos, en su lugar Aridane, pero en un plan en el que Abde no se andaba con rodeos: directo le escarbaba en la espalda a Nahuel. Esa que los rivales del Atleti suelen ver como si la apuntara una flecha roja neón: “Por aquí”. Y por ahí todos van. El Atleti, que había tocado de inicio sin profundidad, se fue echando atrás, como si solo en su campo se sintiera en calor. Respecto al derbi del jueves, dos cambios. Giménez por un Savic que podía jugar, finalizó su sanción, pero no, otra vez lesionado, junto a un Hermoso que enraiza, y Barrios en el doble pivote con Koke.

Dominaba Osasuna brioso pero sin área. Morata miraba desde el banquillo como el Atlético tampoco pisaba la navarra. Comienza a ser como Koke, que cuando no está se ve más cuanto da. Lucha, brega, espacios. Y llegadas, aunque sea en fuera de juego. Sin él, todo era planicie. Correa en la nada, Lemar apagado y Grizi, lento al sprint. Todos los rojiblancos la querían al pie. Nadie rompía espacios, todos miraban al área como la abuelita del cuento. Todo dulzura, como pidiendo perdón si por un casual la pisaban. Lo hacían y enseguida se iban. Todo lo contrario que el Chimy.

Asomó solo una vez al partido, solo una vez logró escapar al control de un Reinildo impecable, pero le enseñó los dientes a Oblak: recibió de Abde y se plantó en el área para obligar al portero a salir con los guantes en alto. También alzó el linier su banderín, por cierto. Las nubes se iban arremolinando sobre la cabeza de Jan como avisando tormenta. El portero las vio y se sopló los guantes: “Calentais que salís”. En la tarde les tocarían milagros. El área de Aitor, mientras, seguía virgen. Hasta que De Paul digo basta y asomó por el Atleti ese que es campeón del mundo, apenas visto en Madrid: puso pausa y brújula para comenzar a generar peligro conectando con Griezmann y Correa al espacio. Terminó la primera parte el Atleti en el área rojilla. Con ocasiones a trompicones y embarulladas, pero al menos ahí.

Saúl, en el gol dos años después

Tras un caldo en la caseta, regresó el Atlético del descanso con más color. Griezmann hacía de la primera pelota una ocasión, con un disparo desde la frontal que detuvo Aitor en dos tiempos. De la abuelita ya no quedaba ni rastro. Solo le faltaba finura, pero llegaba, ahí estaba. La tormenta sobrevolaba ahora la cabeza de Aitor. Lemar se había quedado en la ducha para que compareciera Carrasco. Es un decir: hace ya meses que el belga juega más con los ojos que con los pies.

Arrasate esperó a que la efervescencia rojiblanca se difuminara sola y en el 60′ le cargó la pila a su equipo con tres cambios: Budimir, Brasanac y Moncayola. Fue justo después de que Osasuna trenzara su mejor ocasión, un disparo a bocajarro de Moi Gómez que detuvo Oblak, que replicó el Cholo: Morata y Saúl. A los nueve minutos corría el último para arrancarse las telarañas y el polvo y recordar por un segundo a aquel Saúl de los golazos y las zancadas incansables. De Paul intuyó su desmarque al espacio y para allá que envió el balón. Saúl controló con el pecho y pateó con la derecha para volver a besarse la muñeca mientras caía El Sadar. Morata, por cierto, había despejado el campo, llevándose consigo a los centrales para que pudiera quedarse solo ante Aitor.

Pudo sentenciar el propio Morata en una contra pero al final decidió asistir a marcar y la ocasión se estropeó. El partido terminó a los pies de ese Oblak que se lo quitó de encima con sus manos milagro, ahora ante Moncayola, como antes ante Moi Gómez o Moreno, para afianzarse en Champions, en esa lucha que ya es la única cuando la temporada solo está en su ecuador. 

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