NÁPOLES 5 - 1 JUVENTUS / Nápoles huele a ‘scudetto’

Manita legendaria de los ‘azzurri’ ante una Juventus que venía de ocho victorias seguidas sin encajar ni un gol. Osimhen y Kvaratskhelia, imparables.

Mirko Calemme
As
Nápoles acaba de vivir la noche más ilusionante de su historia post-Maradona. En Fuorigrotta llegaba una Juventus con siete puntos menos, ganas de remontar y procedente de ocho triunfos seguidos sin encajar ni un gol. En otros tiempos, habría habido miedo a una derrota que cambiaría por completo el ritmo de un campeonato que los sureños están dominando. Pero este año tiene algo distinto. Decir que el Nápoles ganó se queda corto: los azzurri le endosaron a la Juventus una de las derrotas más dolorosas de su historia, dejándola a 10 puntos de su indiscutible liderato.

Allegri había intentado sorprender saliendo de inicio con un 3-5-2 en el que utilizaba a Chiesa casi de lateral para limitar a Kvaratskhelia, con Di María y Milik arriba. El plan, claramente, no le salió bien. Los azzurri dominaron el primer cuarto de hora y se adelantaron con Osimhen, que cabeceó entre palos un rechace de Szczesny tras una tijera de Kvaratskhelia. Una Juve totalmente a la merced de su rival tuvo un momento positivo a partir de un error de Rrahmani, que le entregó el balón a Di María dejándole una enorme ocasión. La rosca del Fideo golpeó el larguero y los de Allegri comenzaron a empujar, encajando el 2-0 en su mejor momento.

Fue protagonista otra vez Osimhen, que recibió un pase largo, ganó el duelo con Bremer y cedió a ‘Kvaradona’, que alargó la ventaja. Parecía la sentencia, pero gracias a un rebote mal golpeado por Kim la Juventus se fue al descanso recortando distancias con el único hombre capaz de crear peligro, Di María. Fue la última señal de vida juventina. La reanudación fue un vendaval azzurro sin pausas. Rrahmani marcó el tercero tras un córner, Osimhen el cuarto con un imperioso testarazo a pase de Kvaratskhelia y Elmas completó la manita con un zurdazo desviado por Alex Sandro. Allí, en el Maradona pasó de todo. Hubo quien reía, quien lloraba, quien no se lo creía. El estadio empezó a iluminarse y a oler a scudetto como no lo había hecho nunca sin el Diego. Ahora, en Nápoles, soñar es una obligación.

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